La calidad de la pelota cubana se mantiene inalterable, es inaceptable que unos pocos puedan hablar de crisis, pero lo que sí reconozco es que hay problemas evidentes en la forma de manejarla, por parte de los máximos responsables, provocados, desde mi punto de vista, por la posición dogmática que los hace pensar igual que en los tiempos en que nuestra selección ganaba sin dificultad cuanto evento se organizaba internacionalmente, incluidos los Juegos Olímpicos.
Cuba, sin embargo, mantiene la hegemonía mundial, el primer lugar en el ranking de la Federación Internacional (IBAF) y, desde que el profesionalismo copó los antiguos eventos de aficionados, sólo en los últimos nuestro equipo principal, ha cedido los títulos, pero sin caer más allá del segundo escalón, salvo el tercero de los pasados Panamericanos, en Guadalajara, México.
Ante esa realidad, mi principal preocupación está en nuestra Serie Nacional, en el sistema que la rige y que, desde mi punto de vista, es absurdo por completo, con una inexistente división en zonas, cuando el calendario enfrenta a todos los equipos con una misma cantidad de partidos entre ellos, lo cual debía significar la clasificación de los ocho que mejor balance consigan en ganados y perdidos.
Los defensores de esta barbaridad aseguran que este sistema garantiza la territorialidad, la “tradicional división en zonas”; pero si así fuera, entonces debían existir las regiones occidental (Pinar del Río hasta Matanzas), central (Cienfuegos-Ciego de Ávila) y oriental (Camagüey-Guantánamo) Y hay algo más que niega ese concepto, por cuanto Sancti Spíritus, más al este que Villa Clara, aparece en occidente. ¿Por qué?
Hubo un momento en que se justificaba la división en zonas. Fue cuando al principio del Período Especial, cuando la economía del país tocó fondo y se hizo necesario hacer dos torneos en la Liga Cubana , uno en el oriente (desde Villa Clara hasta Guantánamo) y otro en occidente (Pinar del Río-Sancti Spíritus), aunque ojo, no significaba la existencia de dos Ligas como aseguraron algunos despistados. Ocho equipos jugaban de manera independiente en cada una de las regiones y al final los dos mejores de una y otra, se enfrentaban por el título nacional.
Después el campeonato tenía una división de dos grupos por cada una de las zonas, pero el número de enfrentamientos particulares entre los integrantes de una misma región, era superior a los celebrados con los de la otra, elemento que justificaba el sistema de clasificación independiente de cuatro en cada caso.
La justa decisión de elaborar un calendario clasificatorio de todos contra todos para 16 equipos, en el cual se enfrentarían tres veces en casa y esa misma cantidad de visitantes, determinó que no hay razón alguna para hacer una división en zonas que, claramente, es ficticia; sin embargo, la Dirección Técnica del béisbol cubano insiste en mantener esa estructura fantasma.
Vamos por parte. Cuando se hizo la división en zonas por vez primera, se violó la territorialidad porque los organizadores consideraron que si Villa Clara competía por occidente, ocurría un debilitamiento en el grupo C del oriente, habida cuenta de que Sancti Spíritus no era, todavía, el poderoso conjunto de la actualidad, pero cabe preguntarse ¿no perdió fuerza el grupo B de occidente? Esa decisión dio lugar a la especulación, tanto de aficionados, como de especialistas.
Ante el invento de las zonas inexistentes, ocurrió que algunos comenzaron a calificar de Ligas a la de oriente y la de occidente, cuando en Cuba solo hay un Campeonato, un solo calendario, un solo reglamento interno, una sola Liga, la de la Serie Nacional.
Las barbaridades continuaron y empezaron propuestas de entregar un trofeo a los monarcas de oriente y occidente. Para que haya un campeón tiene que haber un campeonato y en Cuba solo hay uno, la edición correspondiente de la Serie Nacional. ¿No es absurdo por completo que usted quiera inventar el ganador de un evento que no existe?
Hay cosas peores provocadas por este “invento chino”. En la Serie 49, Industriales terminó noveno en la tabla general de clasificación, porque tuvo similar balance que Las Tunas (47-43), pero los Leñadores fueron octavos, al ganar el compromiso particular. Ah, pero los azules se ubicaron cuartos en su supuesta zona, participaron en la postemporada y se crecieron, jugaron con una entrega admirable y se proclamaron merecidamente como genuinos campeones. ¿Era justo? No, pero así lo determinaba la injusta regla.
De todo esto se desprenden situaciones lamentables: Ha pasado en otras ocasiones, pero en esta propia Serie que comienza la postemporada, el occidental ¿? Sancti Spíritus clasificó con solo 49 victorias, en tanto el oriental Santiago de Cuba, se quedó fuera pese a sumar 53 éxitos. ¿Estimula semejante absurdo al esfuerzo de toda una provincia por ver su equipo en los play off? Naturalmente que es una colosal injusticia.
Y si hablamos de injusticias, ¿qué cosa es que una provincia tenga un equipo principal como es Industriales en La Habana y cuente, en el mismo torneo principal, con una sucursal que es Metropolitanos? Aquí se da un caso igualmente insólito: El objetivo de los restantes conjuntos es ganar la corona, pero el de los Metros se limita a desarrollar jugadores que puedan después engrosar las filas de su “hermano mayor”. Es increíble, ¿verdad?
En esta Serie 51, que entra en su recta final, los medios de difusión proclaman que comienza la lucha entre los ocho “mejores equipos de la temporada”. Con todo respeto, eso es mentira, porque Santiago de Cuba, que ganó cuatro partidos más que Sancti Spíritus, no está en la fiesta, algo que no sucedería en ninguna Liga beisbolera del mundo. Esa es la absoluta verdad.
Si no hay torneos por zonas, si es un calendario único de todos contra todos, lo lógico es que clasifiquen a la postemporada los ocho mejores en cuanto a juegos ganados y perdidos, cualquier otra cosa es un invento, una injusticia inaceptable. Cuba entera aplaudiría que la Dirección Nacional de Béisbol rectificara este garrafal error que lastra, hasta ahora, al principal espectáculo de nuestro país.
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