No creo que haya un solo cubano que se resigne a una medalla de bronce que tiene un sabor profundamente amargo. Nuestro béisbol acaba de perder el único título que le quedaba, el de los Juegos Panamericanos y vio rota una cadena de coronas que se extendió por 10 fiestas continentales, desde Cali, Colombia-71 hasta Río de Janeiro, Brasil-07.
Confieso que esta triste realidad era esperada por mi. No se trata de que sea propenso a malos augurios, sino que los casi 50 años de periodista y comentarista deportivo, me aportaron las experiencias necesarias para saber, de buena tinta, que nuestro béisbol se ha rezagado, sobre todo porque los máximos responsable de este deporte en el país no han “tomado al toro por los cuernos”
Desde que en 1998 incursionaron los primeros peloteros profesionales en el Campeonato Mundial de Italia y de su presencia absoluta a partir de los Panamericanos de Winnipeg, Canadá, en 1999, comenzó el gran reto para nuestro béisbol; aunque es necesario reconocer que Cuba mantuvo su hegemonía en las grandes competiciones, hasta que cedió el trono olímpico frente a Estados Unidos en Sydney, Australia-2000.
La calidad general de nuestra pelota se ha mantenido, la isla es un enorme semillero de talentos en todas las posiciones, pero la Serie Nacional con 16 equipos, aunque es necesaria para desarrollar figuras, no es medidor de las posibilidades de cada jugador y los más destacados no tienen ya el torneo selectivo que, años atrás, era la prueba de fuego, el modo idóneo de elevar su techo técnico-táctico.
Cuba recuperó el título olímpico en Atenas, Grecia-2004 y alcanzó un resultado extraordinario en el I Clásico Mundial, cuando en el 2006 perdió en la final frente a un Japón cuajado de estrellas de Grandes Ligas, como para ratificar que la tradición y fuerza de nuestra pelota se mantenía inalterable.
La derrota ante Corea del Sur en los Juegos Olímpicos de Beijing, China-2008 y la tenaz resistencia que equipos de otros países comenzaron a ofrecerle a la pelota cubana, mostraron claramente que había aumentado la calidad de los rivales y era necesario adaptarse a las nuevas condiciones para no quedarse atrás.
Lamentablemente debo reconocer que nuestro béisbol se ha estancado y tenemos la misma mentalidad de cuando los trabucos de casa arrollaban a las novenas aficionadas, cuajadas de atletas inexpertos, que participaban en los eventos de reglamento olímpico regionales, continentales y mundiales, con la única oposición de algunas formaciones estadounidenses integradas por jóvenes talentos universitarios.
¿Qué ha pasado entonces? Desde mi punto de vista, el béisbol ha crecido, se ha desarrollado en otros países, ha aumentado la calidad en todos los órdenes, además de que por mediación de la informática hicieron un estudio absoluto del desempeño individual y colectivo de Cuba, mientras que la concepción técnica de aquí no ha evolucionado. En resumen, que seguimos teniendo muchos talentos, pero sin la preparación y el roce necesarios con sus rivales, situación que los pone en evidente desventaja.
A todo esto debe añadirse que siempre han existido injusticias a la hora de confeccionar las nóminas de los equipos nacionales, pero cuando se ganaba sin contratiempos, esa realidad pasaba inadvertida y lo mismo ocurría con las fallas de los directores en el manejo estratégico y táctico. Al crecer la oposición esas fisuras cuestan y los resultados en los últimos años es una muestra muy clara.
Lo ocurrido en Panamá, sede de la posible última Copa del Mundo y en los Panamericanos de Guadalajara, México constituye, desde mi óptica, la gota que colmó la copa. No se pudo con Holanda en dos enfrentamientos y Estados Unidos sacó al equipo de la lucha por la medalla de oro en un partido en el que el colectivo de dirección dejó mucho que desear, especialmente en el manejo del pitcheo.
Ahora, llueven los comentarios, las críticas son, en ocasiones, demoledoras, pero yo me limito a opinar que en nuestra pelota lo de este momento es más de lo mismo: estancamiento técnico-táctico pese a que sobran los talentos y mentalidad retrógrada de los rectores del béisbol que los lleva a la subestimación de los rivales.
¿Por qué cuesta tanto trabajo ganar? Porque sencillamente se juega como cuando no había oposición, al batazo, a imponerse por nocao a todos; no se toca la bola cuando se hace necesario, no hay corrido y bateo, nadie roba una base y los lanzadores se van de pitcheo con una facilidad increíble, desperdician envíos, además de que, casi siempre, se sitúan por debajo en el conteo por lo cual quedan a expensas de los bateadores.
Esta vez la mayoría opina, creo que justamente, que hubo mal manejo del equipo por parte de Alfonso Urquiola, pero además se hace hincapié en que la nómina debió tener otra composición en cuanto a los jugadores por posiciones. En algunas cosas estoy de acuerdo, en otras no.
Soy del criterio de que cuando la nómina es de 24 deben llevarse tres receptores y me baso en la realidad de que es la única posición en la cual no es posible improvisar, además de que una buena parte de ellos se desempeñan aceptablemente en la inicial, que con ocho lanzadores basta para un calendario tan corto, al tiempo que no creo racional llevar un solo torpedero natural.
Los fracasos más recientes no solo en la categoría de mayores, sino en los infantiles, cadetes y juveniles, deben conducir a una reflexión muy profunda en el quehacer de la pelota cubana, porque aumentando a 17 el número de equipos en la Serie Nacional y sin el rescate de un torneo élite, las derrotas en la arena internacional pueden multiplicarse.
Es una verdad insoslayable: Se cambian los métodos o veremos con tristeza como nuestro deporte nacional se hunde.
Confieso que esta triste realidad era esperada por mi. No se trata de que sea propenso a malos augurios, sino que los casi 50 años de periodista y comentarista deportivo, me aportaron las experiencias necesarias para saber, de buena tinta, que nuestro béisbol se ha rezagado, sobre todo porque los máximos responsable de este deporte en el país no han “tomado al toro por los cuernos”
Desde que en 1998 incursionaron los primeros peloteros profesionales en el Campeonato Mundial de Italia y de su presencia absoluta a partir de los Panamericanos de Winnipeg, Canadá, en 1999, comenzó el gran reto para nuestro béisbol; aunque es necesario reconocer que Cuba mantuvo su hegemonía en las grandes competiciones, hasta que cedió el trono olímpico frente a Estados Unidos en Sydney, Australia-2000.
La calidad general de nuestra pelota se ha mantenido, la isla es un enorme semillero de talentos en todas las posiciones, pero la Serie Nacional con 16 equipos, aunque es necesaria para desarrollar figuras, no es medidor de las posibilidades de cada jugador y los más destacados no tienen ya el torneo selectivo que, años atrás, era la prueba de fuego, el modo idóneo de elevar su techo técnico-táctico.
Cuba recuperó el título olímpico en Atenas, Grecia-2004 y alcanzó un resultado extraordinario en el I Clásico Mundial, cuando en el 2006 perdió en la final frente a un Japón cuajado de estrellas de Grandes Ligas, como para ratificar que la tradición y fuerza de nuestra pelota se mantenía inalterable.
La derrota ante Corea del Sur en los Juegos Olímpicos de Beijing, China-2008 y la tenaz resistencia que equipos de otros países comenzaron a ofrecerle a la pelota cubana, mostraron claramente que había aumentado la calidad de los rivales y era necesario adaptarse a las nuevas condiciones para no quedarse atrás.
Lamentablemente debo reconocer que nuestro béisbol se ha estancado y tenemos la misma mentalidad de cuando los trabucos de casa arrollaban a las novenas aficionadas, cuajadas de atletas inexpertos, que participaban en los eventos de reglamento olímpico regionales, continentales y mundiales, con la única oposición de algunas formaciones estadounidenses integradas por jóvenes talentos universitarios.
¿Qué ha pasado entonces? Desde mi punto de vista, el béisbol ha crecido, se ha desarrollado en otros países, ha aumentado la calidad en todos los órdenes, además de que por mediación de la informática hicieron un estudio absoluto del desempeño individual y colectivo de Cuba, mientras que la concepción técnica de aquí no ha evolucionado. En resumen, que seguimos teniendo muchos talentos, pero sin la preparación y el roce necesarios con sus rivales, situación que los pone en evidente desventaja.
A todo esto debe añadirse que siempre han existido injusticias a la hora de confeccionar las nóminas de los equipos nacionales, pero cuando se ganaba sin contratiempos, esa realidad pasaba inadvertida y lo mismo ocurría con las fallas de los directores en el manejo estratégico y táctico. Al crecer la oposición esas fisuras cuestan y los resultados en los últimos años es una muestra muy clara.
Lo ocurrido en Panamá, sede de la posible última Copa del Mundo y en los Panamericanos de Guadalajara, México constituye, desde mi óptica, la gota que colmó la copa. No se pudo con Holanda en dos enfrentamientos y Estados Unidos sacó al equipo de la lucha por la medalla de oro en un partido en el que el colectivo de dirección dejó mucho que desear, especialmente en el manejo del pitcheo.
Ahora, llueven los comentarios, las críticas son, en ocasiones, demoledoras, pero yo me limito a opinar que en nuestra pelota lo de este momento es más de lo mismo: estancamiento técnico-táctico pese a que sobran los talentos y mentalidad retrógrada de los rectores del béisbol que los lleva a la subestimación de los rivales.
¿Por qué cuesta tanto trabajo ganar? Porque sencillamente se juega como cuando no había oposición, al batazo, a imponerse por nocao a todos; no se toca la bola cuando se hace necesario, no hay corrido y bateo, nadie roba una base y los lanzadores se van de pitcheo con una facilidad increíble, desperdician envíos, además de que, casi siempre, se sitúan por debajo en el conteo por lo cual quedan a expensas de los bateadores.
Esta vez la mayoría opina, creo que justamente, que hubo mal manejo del equipo por parte de Alfonso Urquiola, pero además se hace hincapié en que la nómina debió tener otra composición en cuanto a los jugadores por posiciones. En algunas cosas estoy de acuerdo, en otras no.
Soy del criterio de que cuando la nómina es de 24 deben llevarse tres receptores y me baso en la realidad de que es la única posición en la cual no es posible improvisar, además de que una buena parte de ellos se desempeñan aceptablemente en la inicial, que con ocho lanzadores basta para un calendario tan corto, al tiempo que no creo racional llevar un solo torpedero natural.
Los fracasos más recientes no solo en la categoría de mayores, sino en los infantiles, cadetes y juveniles, deben conducir a una reflexión muy profunda en el quehacer de la pelota cubana, porque aumentando a 17 el número de equipos en la Serie Nacional y sin el rescate de un torneo élite, las derrotas en la arena internacional pueden multiplicarse.
Es una verdad insoslayable: Se cambian los métodos o veremos con tristeza como nuestro deporte nacional se hunde.
Etiquetas: béisbol en Cuba, estancamiento, suberstimación, más de lo mismo, pérdida de titulos en la pelota internacional, desarrollo del béisbol en muchos países, aumento de calidad con los profesionales, necesidad de cambios en la concepción del béisbol en la isla
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