sábado, julio 26, 2014

El tunero que hizo historia en el béisbol escolar



Cuando todavía se perciben los ecos de la gran fiesta que constituyó la edición 50 de los Juegos Escolares Nacionales, presento a los lectores de 26 a un genuino héroe del béisbol infantil: Norge Santana Leyva, lanzador protagonista del primer juego sin jit ni carrera en la historia de lo que fue, es y será la principal cantera del deporte de alto rendimiento en Cuba.
Inconforme con el hecho cierto de que su brillante presencia en los diamantes cubanos durante la década del 60 del pasado siglo es prácticamente desconocida, “Pipe” Santana, mi amigo de la infancia en la frontera de los repartos Casa Piedra y Buenavista, me recibe junto a su esposa María Luisa Cabrera López y su hijo menor, Adriel Santana Cabrera, en su hogar de la calle Mártires de Barbados, de la ciudad de Las Tunas.
Juegas pelota desde bien pequeño, ¿Por qué te interesaste en este deporte?
“Yo nací el 9 de mayo de 1950 y apenas un niño pequeño ya participaba en los piquetes que se organizaban alrededor del terreno aledaño a la Casa Piedra, impulsado sobre todo por el entusiasmo de mi padre, Rafael Santana Suñet, conocido por Tico, quien era muy aficionado y me acompañaba a todos los encuentros para alentarme. Me enamoré de la pelota y en l961, con solo 11 años, fui incluido en la nómina del equipo que representaba al Municipio de Victoria de Las Tunas en la liga de los Cubanitos. En ese equipo lancé y defendí la tercera base, ganamos la lid local y el título de Oriente cuando vencimos a la novena de Antilla. En la final nacional alcanzamos el tercer puesto, superados solo por las selecciones de La Habana y Matanzas”
Los Juegos Escolares celebraron su edición fundacional en 1963, pero tú asistes a la segunda, en la cual fuiste noticia, ¿cómo recuerdas aquel inolvidable momento?
“Sí, como alumno de la EIDE Pedro Díaz Coello, de Holguín, formé parte del equipo Mineros. La selección Becas era una de las favoritas para imponerse y la enfrentamos el 23 de marzo de 1964 en el terreno número dos de la Ciudad Deportiva, de La Habana. Ese día estaba en gran forma y logré maniatar a sus bateadores para anotarme el primer juego de cero jit, cero carrera en la historia de los Juegos, ponché a 15 y el único hombre que se me embasó fue el pítcher rival A. Class, a quien propiné un pelotazo”
“Al año siguiente, en los III Juegos y como pítcher de Oriente, tuve protagonismo en la victoria de la categoría 15-16 años, ocasión en la cual también nuestra antigua provincia se coronó en 13-14, novena en la cual alineó mi hermano menor, Róger, buen bateador y defensor eficiente de la tercera base y la inicial. Mi etapa escolar me dio muchas satisfacciones”
¿Cómo fue el paso por la categoría juvenil?
“Bueno, mis resultados me llevaron a integrar la selección nacional que, con el nombre de Cubanacán, enfrentó en 1968 a similares de Canadá e Italia. Trabajé dos veces de relevo y lo hice bien. En 1969 estuve en un equipo sub-20 al que pusieron de nombre Becas, con el cual participé en el campeonato provincial de La Habana. Fui uno de los abridores y logré varias victorias, por lo que contribuí a la obtención del segundo lugar. Entonces me llamaron a la preselección oriental que comenzaba la preparación con vistas a la IX Serie Nacional”
¿Qué significó para ti la oportunidad de ganarte un puesto en uno de los equipos de la provincia para el evento cumbre de la pelota cubana?
“Imagínate es la aspiración de todos los jóvenes peloteros. Me esforcé en la preparación y debuté con el equipo Oriente, en el que, como novato al fin, tuve pocas oportunidades por la gran cantidad de buenos lanzadores que teníamos en aquella época, pero lo hice bien cada vez que me llamaron y gané la confianza de los técnicos, quienes decidieron incluirme en la novena oriental de la Serie Especial de los 10 Millones, en 1970.
“Ese evento para mi fue consagratorio. Trabajé indistintamente de abridor y relevista. Lamentablemente, los números de aquel torneo no aparecen en las Guías Oficiales de Béisbol y hay cosas que olvidé, pero si recuerdo que obtuve una victoria sobre La Habana y dos, muy importantes, contra el poderoso equipo de Matanzas, que fue el campeón, apoyado en aquella poderosa nómina en la cual destacaban Wilfredo Sánchez, Rigoberto Rosique, Félix Isasi, Tomás Soto y Rigoberto Estrada, entre otros”
Y, después, ¿qué pasó?
“Mi sueño era estudiar Ingeniería Civil y como el rigor del programa me impedía el entrenamiento sistemático. Decidí ingresar en la Universidad de Oriente y decirle adiós al béisbol de alto rendimiento, aunque participaba con el equipo de los mambises en los eventos organizados por la FEU. Me casé en 1974 con quien ha sido  mi compañera de toda la vida, María Luisa Cabrera López y me gradué en 1977. Estoy orgulloso de haber contribuido en las tareas para el desarrollo industrial de mi joven provincia, con el surgimiento de la planta de envases de vidrio, el Laminador, el gigante de Estructuras Metálicas y la fábrica de torula de Delicias”
Santana, tengo entendido que estuviste alejado del terruño en el cumplimiento de importantes tareas. ¿Qué puedes decirme al respecto?
“Sí, en la década del 80 me asignaron al servicio exterior en funciones diplomáticas y empresariales, las cuales cumplí en la entonces Unión Soviética, Viet Nam, España, China y otras naciones, en una etapa en  la cual aprendí mucho y que me dio grandes satisfacciones por la significación que tiene saberse representante de los intereses de nuestro aguerrido y digno pueblo. El pasado año me acogí a la jubilación y estoy dedicado a la familia. Tengo dos hijos, Róger, el mayor, es ingeniero informático, vive y trabaja para compañías japonesas en Rusia y Adriel, licenciado en informática, labora por cuenta propia aquí en Las Tunas. El primero me ha dado dos nietos y el segundo uno. Ah, Juan Emilio, lo que si quiero dejar claro es que mi amor por el béisbol es el mismo, lo sigo, lo disfruto y comparto las preocupaciones de todos los cubanos, especialmente por los últimos resultados internacionales”
Esta es, sin duda, la linda historia de un gran lanzador. Quizás la prematura desvinculación con el alto rendimiento cuando apenas comenzaba, determinó que sus buenos resultados hayan sido olvidados. Por eso, a propósito de la edición 50 de los Juegos Escolares, decidí que era preciso hacer recordar a los contemporáneos de Norge Santana y facilitar que las nuevas generaciones, especialmente los peloteros, sepan de las condiciones atléticas y humanas de este indiscutido héroe deportivo, quien era primo hermano del esgrimista mártir de Barbados, Carlos Leyva González. Honor a quien honor merece.
  

























De la historia del deporte en Las Tunas
Norge Santana, la hazaña en los Juegos Escolares
Por Juan E. Batista Cruz
En crónicas anteriores, cuando me referí a grandes hazañas de lanzadores tuneros, mencioné al derecho Norge Santana Leyva, quien sorprendió a todo el país como protagonista del primer juego de cero jit, cero carrera en la historia de la pelota en los Juegos Escolares Nacionales, pero en esta ocasión contaré los más relevantes momentos en la carrera deportiva de quien fuera la sensación de mi barrio desde que era niño.
Norge Santana Leyva fue pelotero prácticamente desde que nació, exhortado por su padre, Rafael Santana Suñet un apasionado de este deporte, al extremo de que llegó a formar un equipo representante del aserrío Buenavista, del cual era copropietario, en asociación con la familia Leyva, de la cual provenía su esposa.
Enamorado del deporte de las bolas y los strikes, nuestro protagonista de hoy, nacido el 9 de mayo de 1950, integró equipos infantiles de la barriada de Casa Piedra, hasta que, con solo 11 años de edad, estuvo en la nómina del conjunto representativo del municipio de Victoria de Las Tunas, en la contienda de 1961 de la Liga de los Cubanitos, en el cual se desempeñó de pítcher y defensor del cuadro.
La novena del primer torneo oficial en el que participara Norge Santana, a quien se le conocía por el seudónimo de Pipe, ganó la campaña local en la que participaban cuatro conjuntos, después se impuso a su similar de Antillas en la discusión del título de Oriente y cerró con un meritorio tercer escalón en la final nacional efectuada en el Gran Estadio de El Cerro, superada solo por las de La Habana y Matanzas.
Tras la creación de los Juegos Escolares Nacionales en 1963, la calidad de su desempeño lo lleva a ser alumno de la Escuela de Iniciación Deportiva (EIDE) Pedro Díaz Coello, de Holguín, donde se preparaban los mejores estudiantes-atletas de la zona norte de la antigua provincia de Oriente. Destacado como lanzador y fuerte bateador cuando defendía otra posición, especialmente la esquina caliente, Santana integra la selección Mineros para la II edición de esta legítima olimpíada nacional.
La contienda de pelota del evento que, desde su fundación, ha sido la principal cantera del alto rendimiento en Cuba, se efectuó en marzo de 1964 y la hazaña de Santana ocurrió el día 23 en el terreno de béisbol número dos, de la ciudad deportiva capìtalina, al dejar sin jits ni carreras a la selección Becas, una de las más completas de todas las participantes, favorita de la mayoría para llevarse el banderín.
Aquella jornada ha quedado grabada en el recuerdo de todos los amantes del béisbol en Cuba, porque el tunerito trabajó de manera impecable durante los siete capítulos del choque, al extremo de que solo le entró en circulación un jugador, su lanzador rival, A. Class, a quien propinó un pelotazo. Santana ponchó a 15, más de dos por inning y alineó de cuarto bate de su equipo.
La sección deportiva del diario Revolución ofreció un impresionante destaque al acontecimiento, con todos los detalles de lo ocurrido en el terreno, una gran foto a cuatro columnas en la cual Santana era paseado en hombros por sus compañeros y una personal del héroe indiscutido de aquella jornada histórica para le pelota escolar.
Un año después, en los III Juegos, Norge Santana volvió a ser noticia, cuando su labor excepcional guió a la novena de Oriente al título en la categoría de 15-16 años, satisfacción que se vio multiplicada porque los indómitos de la 13-14, también se proclamaron monarcas, con notable aporte de su hermano más pequeño, Róger, excelente bateador y defensor de lujo de la esquina caliente y de la inicial.
En 1968 pasó a la preselección juvenil de Cuba como alumno de la Escuela Superior de Perfeccionamiento Atlético (ESPA) y formó parte de una escuadra denominada Cubanacán, representante del país en un  tope frente a selecciones de Canadá e Italia, ya que en ese año no hubo Campeonato Mundial de la categoría. Dos veces trabajó bien en función de relevo y ratificó que era uno de los grandes talentos del pitcheo cubano de la época. (Continuará)


Memorias de una epopeya



La historia del territorio de la actual provincia de Las Tunas está repleta de hechos extraordinarios que enorgullecen, con toda razón, a quienes habitamos en la garganta misma del verde y lindo Caimán Antillano. Desde el surgimiento  de la aldea aborigen de Cueybá, hasta la contemporaneidad, los tuneros nunca se han quedado atrás.
En fecha tan remota como el 6 de noviembre de 1859, Las Tunas inauguró la imprenta y nació el pionero de los periódicos, el semanario El Hórmigo, bajo la dirección de su dueño, Manuel Nápoles Fajardo, el mismo que escribió nuestro primer libro, Flores del alma, quien era  hermano de Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, “El Cucalambé”, el principal poeta bucólico en la Cuba del siglo XIX.
Precisamente en aquel acontecimiento están las raíces de nuestro periodismo que, en la etapa colonial, llegó a contar con otro semanario El Novel, editado en la imprenta El Iris, propiedad del criollo Don Juan Aguilar Cordero. Desde el 2 de enero hasta el 10 de julio de 1887 se publicaron 27 números y desapareció por problemas económicos.
En concordancia con lo que se convirtió en una linda tradición, Rafael Zayas González, bajo el seudónimo de “Cabaniguán” le dio continuidad a la prensa local, con la creación en 1904 de lo que él llamó El Hórmigo, segunda  era, semanario manuscrito que se exponía en las vidrieras de los comercios y que, el 3 de noviembre de 1909, dio paso a El Eco de Tunas, de dos tiradas a la semana, reconocido como el más representativo de la ciudad en el período de frustración republicana.
La Prensa Revolucionaria o de nuevo tipo, nace con el semanario El Trabajador, el 17 de mayo de 1963, editado por la Comisión de Orientación Revolucionaria del Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba (PURSC) en la región Tunas-Puerto Padre, bajo la dirección de Rosano Zamora Padín (Gallo) y de forma absolutamente voluntaria, con informaciones elaboradas por el naciente movimiento de corresponsales obreros.
En las siguientes etapas, el territorio contó con Mochas y Caña, El Forjador, Forjador, el boletín diario de la zafra del 70 VAN, en Puerto Padre, Veintiseis y 26, con salidas una vez a la semana y por momentos dos y hasta tres, en tamaño tabloide, excepto el último que adoptó el formato estándar, característico de los periódicos en Cuba.
Comenzó entonces la gran epopeya. Con la multiplicación del antiguo Oriente, surgió la joven provincia de Las Tunas que, por las nuevas condiciones, precisaba de un diario que apoyara, desde el punto de vista político-ideológico, el quehacer de su aguerrido pueblo en el desarrollo integral de un rico territorio que,  al triunfo de la Revolución, exhibía las tristes secuelas del abandono oficial.
La tarea fue titánica, a partir de que la máquina asignada, una rotoplana Dúplex de fabricación estadounidense, patentada en 1910, estuvo abandonada por espacio de 15 años en la imprenta del Partido en la ciudad de Banes y hubo que reconstruirla totalmente. Debió crearse un taller de fotograbado con la ayuda de los especialistas del diario Ahora, de Holguín; solo había un linotipo, cuyo operador era un novato, Justo Peña. El personal periodístico era absolutamente inexperto y solo conocían el torbellino de un diario, Nelson Marrero Pupo, sudirector y Rosano Zamora  (Gallo), jefe de Información, porque el director, asignado por la dirección política de la provincia, José Infante Reyes, se estrenaba en la materia.
Fue tan extraordinario el esfuerzo que el personal prácticamente no dormía. No pocos dudaban que pudiera cumplirse el compromiso con la máxima dirección del país, sin embargo la hazaña quedó concretada el 26 de julio de 1978, pese a que la rotoplana no fue capaz de imprimir la edición príncipe, la cual debió ser tirada en la máquina de alimentación manual que existía en los antiguos talleres de El Eco de Tunas, doblada y empaquetada por todos los integrantes del colectivo, en jornada ininterrumpida de casi 24 horas.
¿Cómo fue posible concretar aquella edición? Justo Peña estuvo 24 horas  frente a su linotipo, los tipógrafos, encabezados por el inolvidable veterano Abel Fernández “pararon letra, a letra”, una buena parte de los materiales periodísticos y los imberbes Miguel Díaz Nápoles y Alexis Peña López, recién graduados de un curso emergente en Santiago de Cuba, con la ayuda inapreciable del holguinero Silvio Coquet, lograron producir los primeros fotogrados de nuestra historia.
En definitiva, cobijados, eso sí, por un edificio confortable, de dos plantas, en el número 157 de la calle Colón, sede hoy de la emisora provincial Radio Victoria, los trabajadores de 26 concretaron la hazaña que constituye un hito en el quehacer cultural de esta comarca: el paso de la prehistoria a la historia de la imprenta, el salto de los tipos sueltos en los chibaletes, de la composición de textos, letra a letra, al linotipo, a la creación local de fotograbados. Toda una Revolución en las artes gráficas.
Aquel maratónico esfuerzo permitió al colectivo cumplir su compromiso: 100 de los primeros ejemplares fueron recibidos por Fidel en la tribuna del acto central por el XXV aniversario del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, celebrado en Santiago de Cuba. La entrega, realizada con el orgullo y satisfacción que implicaba tamaño acontecimiento, la hizo el Comandante Faure Chomón Mediavilla, entonces primer secretario del Partido aquí y protagonista absoluto por el apoyo a la materialización  de este sueño.
Ah, pero el colectivo de 26 ha sido y es un ejemplo de superación constante, de taller forjador de nuevas generaciones de periodistas. Es así como, ya instalado en el nuevo local de la segunda planta del edificio que alberga a la moderna Unidad Gráfica Alejo Carpentier, mejoró la calidad de su impresión con la introducción de una moderna rotativa de fabricación soviética.
Curtidos en la lucha cotidiana, los trabajadores de 26 enfrentaron con hidalguía las limitaciones materiales del Período Especial que, entre otras cosas, dieron al traste con la salida diaria en tamaño estándar y, en reducciones sucesivas, terminó en las condiciones actuales de  tabloide semanario con ocho páginas. El espíritu de superación que siempre acompaña al colectivo lo llevó a prepararse para asumir las nuevas tecnologías, hasta que el 25 de abril de 1997 aparece el primer número editado en computadoras, tal y como se mantiene en la actualidad con el apoyo del combinado poligráfico José Miró Argenter, de Holguín.
La vida siguió demostrando que para esta tropa de avanzada no existen imposibles. Con Ramiro Segura García al frente, quien funge aún de director y que fuera del grupo fundador en 1978, el colectivo le dio al país la sorpresa de que el semanario  con menos condiciones materiales para incorporarse a la red de redes, el 26, se abría paso con la verdad de Cuba. El hecho, de enorme significación dentro de la Batalla de Ideas, ocurrió el 15 de marzo del año 2000, un día después del aniversario 108 de la fundación del periódico Patria por José Martí y coincidiendo con el 122 de la Protesta de Baraguá.
A golpe de esfuerzo y de superación constante, la edición digital comenzó con una actualización a la semana, en pocos días llegó a dos, luego hasta tres y en aproximadamente dos meses ya era un diario en internet que, al cumplir su primer año de vida, había cambiado el diseño en dos oportunidades, constaba de 11 secciones fijas, tenía una página en inglés y exhibía el certificado de calidad de la DobleU.com, una prestigiosa entidad dedicada a evaluar los sitios web en español.
Muchos otros reconocimientos ha recibido el colectivo de 26, incluidos los otorgados por los Jurados de los Festivales Nacionales de la Prensa y de organizaciones internacionales, tanto para su edición semanal como para el diario digital, además de certificados por su invaluable apoyo a la formación de las nuevas generaciones de periodistas, por su condición de centro-escuela desde el mismo día que nació.
Esta es una fecha que me marcó de manera extraordinaria. Miembro del colectivo, legítimo fundador, no pude, sin embargo, compartir con mis hermanos aquellas gloriosas jornadas, porque cumplía una importante tarea en el Centro Internacional de Prensa del XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, en La Habana, pero estuve muy atento a todo lo que acontecía, y sentí la inenarrable emoción que me embargó cuando tomé en mis manos un ejemplar de la histórica primera edición.
Hace 36 años y mucho hemos crecido. Por razones de salud debí jubilarme en el 2009, pero estoy orgulloso de seguir como parte de este valioso colectivo, en el que hoy todos los integrantes son universitarios, tres de la plantilla oficial, Ramiro Segura, Dúbler Vázquez y Leonardo Mastrapa, además del desaparecido Alexis Pérez Sánchez, alcanzaron la categoría de MSc, similar título que otros dos miembros de la delegación de base de la UPEC, Juan Morales Agüero y Jorge Pérez, quienes debieron dejar nuestras filas, requeridos para asumir la responsabilidad de corresponsales en el territorio del diario Juventud Rebelde y el semanario Trabajadores, respectivamente.
Nuevas y complejas tareas deberán asumir los trabajadores de 26 en la coyuntura ideológica actual, pero como dignos herederos de más de un siglo de prensa tunera y protagonistas de la odisea que dió vida al único diario de nuestra historia, están listos para continuar de instrumento eficaz en la información y orientación del pueblo,  difundir al mundo la realidad cubana y, en última instancia, para defender con las armas en la mano, las conquistas alcanzadas durante 146 años, desde el grito de independencia o muerte, lanzado por Carlos Manuel de Céspedes en su ingenio La Demajagua, el 10 de octubre de 1868.