sábado, julio 26, 2014

Memorias de una epopeya



La historia del territorio de la actual provincia de Las Tunas está repleta de hechos extraordinarios que enorgullecen, con toda razón, a quienes habitamos en la garganta misma del verde y lindo Caimán Antillano. Desde el surgimiento  de la aldea aborigen de Cueybá, hasta la contemporaneidad, los tuneros nunca se han quedado atrás.
En fecha tan remota como el 6 de noviembre de 1859, Las Tunas inauguró la imprenta y nació el pionero de los periódicos, el semanario El Hórmigo, bajo la dirección de su dueño, Manuel Nápoles Fajardo, el mismo que escribió nuestro primer libro, Flores del alma, quien era  hermano de Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, “El Cucalambé”, el principal poeta bucólico en la Cuba del siglo XIX.
Precisamente en aquel acontecimiento están las raíces de nuestro periodismo que, en la etapa colonial, llegó a contar con otro semanario El Novel, editado en la imprenta El Iris, propiedad del criollo Don Juan Aguilar Cordero. Desde el 2 de enero hasta el 10 de julio de 1887 se publicaron 27 números y desapareció por problemas económicos.
En concordancia con lo que se convirtió en una linda tradición, Rafael Zayas González, bajo el seudónimo de “Cabaniguán” le dio continuidad a la prensa local, con la creación en 1904 de lo que él llamó El Hórmigo, segunda  era, semanario manuscrito que se exponía en las vidrieras de los comercios y que, el 3 de noviembre de 1909, dio paso a El Eco de Tunas, de dos tiradas a la semana, reconocido como el más representativo de la ciudad en el período de frustración republicana.
La Prensa Revolucionaria o de nuevo tipo, nace con el semanario El Trabajador, el 17 de mayo de 1963, editado por la Comisión de Orientación Revolucionaria del Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba (PURSC) en la región Tunas-Puerto Padre, bajo la dirección de Rosano Zamora Padín (Gallo) y de forma absolutamente voluntaria, con informaciones elaboradas por el naciente movimiento de corresponsales obreros.
En las siguientes etapas, el territorio contó con Mochas y Caña, El Forjador, Forjador, el boletín diario de la zafra del 70 VAN, en Puerto Padre, Veintiseis y 26, con salidas una vez a la semana y por momentos dos y hasta tres, en tamaño tabloide, excepto el último que adoptó el formato estándar, característico de los periódicos en Cuba.
Comenzó entonces la gran epopeya. Con la multiplicación del antiguo Oriente, surgió la joven provincia de Las Tunas que, por las nuevas condiciones, precisaba de un diario que apoyara, desde el punto de vista político-ideológico, el quehacer de su aguerrido pueblo en el desarrollo integral de un rico territorio que,  al triunfo de la Revolución, exhibía las tristes secuelas del abandono oficial.
La tarea fue titánica, a partir de que la máquina asignada, una rotoplana Dúplex de fabricación estadounidense, patentada en 1910, estuvo abandonada por espacio de 15 años en la imprenta del Partido en la ciudad de Banes y hubo que reconstruirla totalmente. Debió crearse un taller de fotograbado con la ayuda de los especialistas del diario Ahora, de Holguín; solo había un linotipo, cuyo operador era un novato, Justo Peña. El personal periodístico era absolutamente inexperto y solo conocían el torbellino de un diario, Nelson Marrero Pupo, sudirector y Rosano Zamora  (Gallo), jefe de Información, porque el director, asignado por la dirección política de la provincia, José Infante Reyes, se estrenaba en la materia.
Fue tan extraordinario el esfuerzo que el personal prácticamente no dormía. No pocos dudaban que pudiera cumplirse el compromiso con la máxima dirección del país, sin embargo la hazaña quedó concretada el 26 de julio de 1978, pese a que la rotoplana no fue capaz de imprimir la edición príncipe, la cual debió ser tirada en la máquina de alimentación manual que existía en los antiguos talleres de El Eco de Tunas, doblada y empaquetada por todos los integrantes del colectivo, en jornada ininterrumpida de casi 24 horas.
¿Cómo fue posible concretar aquella edición? Justo Peña estuvo 24 horas  frente a su linotipo, los tipógrafos, encabezados por el inolvidable veterano Abel Fernández “pararon letra, a letra”, una buena parte de los materiales periodísticos y los imberbes Miguel Díaz Nápoles y Alexis Peña López, recién graduados de un curso emergente en Santiago de Cuba, con la ayuda inapreciable del holguinero Silvio Coquet, lograron producir los primeros fotogrados de nuestra historia.
En definitiva, cobijados, eso sí, por un edificio confortable, de dos plantas, en el número 157 de la calle Colón, sede hoy de la emisora provincial Radio Victoria, los trabajadores de 26 concretaron la hazaña que constituye un hito en el quehacer cultural de esta comarca: el paso de la prehistoria a la historia de la imprenta, el salto de los tipos sueltos en los chibaletes, de la composición de textos, letra a letra, al linotipo, a la creación local de fotograbados. Toda una Revolución en las artes gráficas.
Aquel maratónico esfuerzo permitió al colectivo cumplir su compromiso: 100 de los primeros ejemplares fueron recibidos por Fidel en la tribuna del acto central por el XXV aniversario del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, celebrado en Santiago de Cuba. La entrega, realizada con el orgullo y satisfacción que implicaba tamaño acontecimiento, la hizo el Comandante Faure Chomón Mediavilla, entonces primer secretario del Partido aquí y protagonista absoluto por el apoyo a la materialización  de este sueño.
Ah, pero el colectivo de 26 ha sido y es un ejemplo de superación constante, de taller forjador de nuevas generaciones de periodistas. Es así como, ya instalado en el nuevo local de la segunda planta del edificio que alberga a la moderna Unidad Gráfica Alejo Carpentier, mejoró la calidad de su impresión con la introducción de una moderna rotativa de fabricación soviética.
Curtidos en la lucha cotidiana, los trabajadores de 26 enfrentaron con hidalguía las limitaciones materiales del Período Especial que, entre otras cosas, dieron al traste con la salida diaria en tamaño estándar y, en reducciones sucesivas, terminó en las condiciones actuales de  tabloide semanario con ocho páginas. El espíritu de superación que siempre acompaña al colectivo lo llevó a prepararse para asumir las nuevas tecnologías, hasta que el 25 de abril de 1997 aparece el primer número editado en computadoras, tal y como se mantiene en la actualidad con el apoyo del combinado poligráfico José Miró Argenter, de Holguín.
La vida siguió demostrando que para esta tropa de avanzada no existen imposibles. Con Ramiro Segura García al frente, quien funge aún de director y que fuera del grupo fundador en 1978, el colectivo le dio al país la sorpresa de que el semanario  con menos condiciones materiales para incorporarse a la red de redes, el 26, se abría paso con la verdad de Cuba. El hecho, de enorme significación dentro de la Batalla de Ideas, ocurrió el 15 de marzo del año 2000, un día después del aniversario 108 de la fundación del periódico Patria por José Martí y coincidiendo con el 122 de la Protesta de Baraguá.
A golpe de esfuerzo y de superación constante, la edición digital comenzó con una actualización a la semana, en pocos días llegó a dos, luego hasta tres y en aproximadamente dos meses ya era un diario en internet que, al cumplir su primer año de vida, había cambiado el diseño en dos oportunidades, constaba de 11 secciones fijas, tenía una página en inglés y exhibía el certificado de calidad de la DobleU.com, una prestigiosa entidad dedicada a evaluar los sitios web en español.
Muchos otros reconocimientos ha recibido el colectivo de 26, incluidos los otorgados por los Jurados de los Festivales Nacionales de la Prensa y de organizaciones internacionales, tanto para su edición semanal como para el diario digital, además de certificados por su invaluable apoyo a la formación de las nuevas generaciones de periodistas, por su condición de centro-escuela desde el mismo día que nació.
Esta es una fecha que me marcó de manera extraordinaria. Miembro del colectivo, legítimo fundador, no pude, sin embargo, compartir con mis hermanos aquellas gloriosas jornadas, porque cumplía una importante tarea en el Centro Internacional de Prensa del XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, en La Habana, pero estuve muy atento a todo lo que acontecía, y sentí la inenarrable emoción que me embargó cuando tomé en mis manos un ejemplar de la histórica primera edición.
Hace 36 años y mucho hemos crecido. Por razones de salud debí jubilarme en el 2009, pero estoy orgulloso de seguir como parte de este valioso colectivo, en el que hoy todos los integrantes son universitarios, tres de la plantilla oficial, Ramiro Segura, Dúbler Vázquez y Leonardo Mastrapa, además del desaparecido Alexis Pérez Sánchez, alcanzaron la categoría de MSc, similar título que otros dos miembros de la delegación de base de la UPEC, Juan Morales Agüero y Jorge Pérez, quienes debieron dejar nuestras filas, requeridos para asumir la responsabilidad de corresponsales en el territorio del diario Juventud Rebelde y el semanario Trabajadores, respectivamente.
Nuevas y complejas tareas deberán asumir los trabajadores de 26 en la coyuntura ideológica actual, pero como dignos herederos de más de un siglo de prensa tunera y protagonistas de la odisea que dió vida al único diario de nuestra historia, están listos para continuar de instrumento eficaz en la información y orientación del pueblo,  difundir al mundo la realidad cubana y, en última instancia, para defender con las armas en la mano, las conquistas alcanzadas durante 146 años, desde el grito de independencia o muerte, lanzado por Carlos Manuel de Céspedes en su ingenio La Demajagua, el 10 de octubre de 1868.


No hay comentarios: