Fotos: Tomadas de Internet y periódico 26
Octubre para mi está cuajado de sentimientos encontrados: el 5, celebro el onomástico del tío Manuel, el 9 nací hace 69 años, pero coincide con la fecha del asesinato del Guerrillero Heroico en Bolivia, en 1967; el 28 de 1959, desapareció el inolvidable Héroe de Yaguajay y el 30 vino al mundo, en 1969, mi primogénito, el cantautor Norge Batista Albuerne.
Hoy me voy a referir a lo que fueron las amargas horas del décimo mes del año, cuando el día 28 de 1959, desapareció Camilo Cienfuegos a su regreso de Camagüey a bordo de un avión Cessna, tras cumplir la delicada misión de conjurar el movimiento contrarrevolucionario del entonces comandante del Ejército Rebelde, Húbert Matos.
Dos días antes tuve el privilegio de participar en el acto de reafirmación revolucionaria frente a la terraza norte del antiguo Palacio Presidencial, ocasión en la cual el Señor de la Vanguardia pronunció su discurso postrero, aquel en el cual recordó, con extraordinario ardor patriótico, el final de la emblemática obra de Bonifacio Byrne titulada Mi Bandera.
Apenas comenzaba la difícil etapa de la Revolución en el poder y yo me había trasladado a la capital, específicamente al reparto Naranjo, de Guanabacoa, donde residían mis tíos Carmen y Juan Bautista, esperanzado en conseguir un trabajo para apoyar económicamente a mi familia.
Frescas las emociones del acto del día 26, llegó la noticia de la desaparición de Camilo. El cariño de todo el pueblo por aquel extraordinario combatiente revolucionario provocó lo que califico como las tristes y amargas horas de la espera.
La intensa búsqueda incluyó todos los medios posibles por tierra y mar, mientras que la inmensa mayoría de los cubanos, con el pecho oprimido y lágrimas en los ojos, nos manteniamos en vela, pegados a los radios y televisores, con la esperanza de recibir la buena nueva del regreso de Camilo.
En medio de la expectación, se escuchó una transmisión por la radio, supuestamente desde una embarcación, en la que se aseguraba que el querido Comandante estaba con vida a bordo, luego de ser encontrado en uno de los cayos de la costa sur.
La explosión de júbilo alcanzó toda la geografía cubana. Recuerdo que en la capital el pueblo salió a las calles y caravanas de automóviles pitaban de manera ensordecedora, al tiempo que sus ocupantes gritaban a voz en cuello: “¡Apareció Camilo, Cuba entera está de fiesta”! En casa de mi tía todos nos abrazamos y lloramos de felicidad.
Pasadas apenas dos o tres horas, se confirmaba oficialmente que aquella información era falsa, que se trataba de una maniobra diversionista de los enemigos de la Patria. Agentes enemigos jugaron con los sentimientos más puros y se burlaron de todo un pueblo.
Después de interminables horas de búsqueda, el propio Comandante en Jefe Fidel Castro, informaba al pueblo cubano que el esfuerzo fue infructuoso y, con profundo dolor, debíamos aceptar que la Revolución había perdido a uno de sus más firmes puntales en la lucha por construir una nueva sociedad.
En aquellas palabras que provocaron el llanto inconsolable de millones de cubanos, Fidel llamó a sus compatriotas a consolidar la Revolución para cumplir los deseos del Héroe de Yaguajay, quien siempre estará entre nosotros porque en el pueblo hay muchos Camilos.
A 52 años de aquellas tristes y amargas horas de octubre, el pueblo tiene a Camilo presente en la difícil y compleja Batalla de Ideas frente a los pérfidos y poderosos enemigos de siempre, al tiempo que le rinde emocionado tributo cada 28 de octubre, al inundar de bellas y multicolores flores las azules aguas de los litorales, tanto del océano Atlántico y el Mar Caribe, como los ríos y presas tierra adentro, de San Antonio a Maisí.
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