La singular pelea de Kid Pirindingo
En sus más de 200 años de existencia, la ciudad de Las Tunas tuvo y tiene grandes deportistas, especialmente peloteros, boxeadores y ajedrecistas, aunque la mayor afición siempre ha sido por el béisbol y el pugilismo, con destaque especial en esta última disciplina para Evelio Mustelier (Kid Tunero) y el campeón de campeones, Teófilo Stévenson.
Al calor de esa tradición, en los años 40 y 50 del siglo 20, muchos jóvenes humildes de la actual capìtal provincial tunera soñaban con llegar a ser profesionales de las 12 cuerdas y convertir esa actividad en su medio de vida, por lo que se organizaban programas boxísticos todas las semanas.
Entre aquellos aspirantes a pugilistas, había dos que por su pequeña estatura y poco peso prácticamente no tenían acceso a ninguna de las divisiones reconocidas y aunque había otros, ellos eran los más conocidos: Kid Pirindingo y “Quilo” Rosales.
Allá por el año 1948 ó 1949, los testimonios no lo precisan, Mario Echemendía, conocido por La Ciencia, abuelo del doble campeón mundial Damián Austin; era uno de los promotores y organizó una velada en la que serían rivales Rosales y Pirindingo.
En la concertación del combate se le informó a los púgiles que el ganador recibiría dos pesos y el perdedor, uno. Puestos de acuerdo, todo quedó listo para la celebración del pleito y enseguida se pusieron en marcha las apuestas, con preferencia para Pirindingo que tenía gran popularidad por su extraordinario carisma.
Momentos antes de subir al ring, el segundo de Pirindingo le comunicó que, según había escuchado, los organizadores decidieron que ganara quien ganara, solo les iban a entregar un peso a cada uno, noticia que molestó mucho al pequeño gladiador.
Inmediatamente Pirindingo decidió darle una lección a los explotadores: Apenas transcurridos un par de minutos del primer round y tras una derecha en swing que pasó cerca de su mandíbula, se tiró a la lona donde quedó completamente acostado, preludio de un inevitable fuera de combate.
Todos se percataron de que el Piri se había tirado y comenzaron a gritarlo. El árbitro inició el conteo y cuando iba por tres, lo conminó a que se levantara; luego continuó y repitio la orden al llegar a siete. Fue entonces que Pirindingo, desde la lona, le dijo: “Cuenta Echemendía que para eso te pagan” y esperó hasta 10 para ponerse de pie.
“Quilo” Rosales ganó por KO, pero de todas maneras recibió un peso al igual que su habilidoso rival. El Piri se disculpó con algunos amigos que perdieron dinero al apostar por él, a quienes señaló que no podía permitir que aquellos abusadores se burlaran de su esfuerzo y el de su fraterno rival.
Pero, ¿quién era Kid Pirindingo? Se trataba de Pedro Ángel Estrada Pérez, oriundo del reparto México en la entonces pequeña ciudad de Victoria de Las Tunas. Era un joven muy humilde, pero honesto, servicial y trabajador, virtudes que le granjearon el cariño y el respeto no solo de su barriada, sino de toda la comunidad.
Laboró de conserje en el colegio eclesiástico Verbo Encarnado, conocido por la población como la Escuela de las Monjas. Su comportamiento allí fue tan reconocido que, al desintegrarse la institución después del triunfo de la Revolución, las religiosas le propusieron al Piri que viajara a México con ellas y allá continuara sirviéndole de auxiliar, pero luego de agradecer el gesto, les dijo que prefería mantenerse en su pueblo, con los suyos.
Pedro Ángel pasó entonces a laborar con la Dirección de Educación en el municipio de Victoria de Las Tunas y ubicado de conserje en la primera escuela secundaria básica construída por la Revolución, El Cucalambé, centro donde laboró hasta su jubilación, con una limpia trayectoria que marcó huellas en aquel colectivo, donde todavía se le recuerda con cariño y respeto.
Pirindingo trascendió nacional e internacionalmente en los finales de la década de los 80 del pasado siglo, por aparecer como personaje protagónico en la guaracha “La Caldosa” del profesor y compositor tunero Rogelio Díaz Castillo, interpretada por el cantante de música tradicional campesina, Inocente Iznaga, “El Jilguero de Cienfuegos”; mas no es cierto que ese tema lo hiciera popular, porque él ya lo era y, precisamente por eso, fue que el autor lo incluyó en el texto.
En el comienzo del Siglo 21, Pirindingo sufría ya de una enfermedad que provocaba el aumento de tamaño de su corazón. En el 2002, cuando estaba por cumplir 72 años, dejó de existir en La Habana cuando iba a recibir tratamiento médico en el hospital Manuel Fajardo.
Por voluntad expresa, sus restos fueron trasladados hasta ésta, su querida ciudad natal, donde recibió extraordinarias muestras de cariño y respeto. Su sepelio constituyó una verdadera manifestación de duelo de todo un pueblo.