Es lamentable, pero cierto: La
organización que dirige el béisbol en El Caribe no es autónoma, no se gobierna.
Después que su presidente, el dominicano José Joaquín Pueyo anunció hace
prácticamente unos días que se había aprobado el reingreso de Cuba a la
principal competencia de esta área, ahora resulta que se debe esperar por la
autorización de Estados Unidos. De nuevo la incertidumbre.
Cuando se informó del reingreso
hubo alegría entre todos los amantes del béisbol en El Caribe y toda América
Latina, especialmente en Cuba, donde la afición ansiaba volver a tener una
representación en la lid de los campeones nacionales de esta parte del mundo.
Como se conoce, la Mayor
de Las Antillas fue fundadora y principal animadora de estos clásicos, los
cuales dominó hasta que fue expulsada tras la eliminación del profesionalismo
aquí en febrero de 1961.
La decisión de aislar a Cuba fue
parte de las medidas comprendidas en el criminal bloqueo económico, comercial y
financiero que Estados Unidos impuso al pueblo cubano hace más de medio siglo,
con la intención de rendirlo por hambre y enfermedades, rechazado cada año por
la comunidad internacional en la Asamblea
General de la
ONU, por lo que el prepotente vecino es el que, en la
práctica, está aislado.
Como se puede apreciar, la Confederación de
Béisbol de El Caribe, que acordó la presencia del campeón cubano Villa Clara,
en la edición de febrero de 2014 en Isla Margarita, Venezuela, no puede confirmarla
porque la MLB
debe recibir el permiso del gobierno de Estados Unidos para autorizar a los
jugadores de sus equipos a participar en representación de las novenas de sus
respectivas Patrias.
¿Por qué sucede esto? Porque si
Cuba juega en la Serie
de El Caribe, viola los preceptos establecidos en la política de bloqueo y, al
parecer, los magnates de la MLB “temen que sus hombres-shows se contaminen al
enfrentar a los peloteros aficionados”, como si la calidad fuera patrimonio
absoluto de los atletas rentados. Hay sobrados ejemplos de que son muchos los
chicos de aquí con más talento que quienes reciben millones por su desempeño en
la llamada Gran Carpa.
Otra vez Cuba tiene que esperar
por el odio y la prepotencia, pero aquí está nuestro béisbol, el mismo que
lidera el ranking de la Federación
Internacional (IBAF), que ha ganado títulos planetarios y
olímpicos frente a aficionados y profesionales, y que alcanzó un subcampeonato
inexplicable para sus enemigos en el I Clásico Mundial (2006) En todos estos
años, la Serie
de El Caribe no ha contado con una parte considerable de lo mejor de la pelota
en el área. Es una lástima que los aficionados se sigan perdiendo un
espectáculo superior.
Es doloroso para los que amamos
el béisbol tener que admitir la dura realidad de la sumisión a los designios
del dueño de este espectáculo en el mundo. No hay dudas que, desde la romántica
cruzada de los millonarios hermanos Pasquel, de México, nada ni nadie ha podido
enfrentar a la poderosa maquinaria de propaganda y comercialización que
constituyen las Grandes Ligas de Estados Unidos. En la pelota, ellos tienen la
última palabra.
Pero esta bochornosa realidad
debe decirse, sin miedo, con decisión, mediante argumentos irrebatibles y
preguntarles a aquellos que, en algún momento fueron cómplices en acusar a Cuba
de mezclar la política con el deporte, ¿qué cosa es esto? Cerrar los ojos y
callarse la boca ante tan colosal injusticia, es un crimen.
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