martes, agosto 15, 2006

Un Maestro dijo adiós

La familia deportiva cubana, nuestro pueblo todo, está de luto. Cuando esperábamos tu recuperación, querido Eddy Martin, el anuncio de tu fallecimiento, nos golpeó de forma inusitada. Es muy difícil acostumbrarnos a escuchar un juego de pelota sin una voz como la tuya, única, inconfundible; avalada por más de medio siglo de ejercicio profesional. Ya jamás será igual, Maestro.
Sabía de tu quehacer profesional desde antes del luminoso primero de enero de 1959; sin embargo, te conocí personalmente un día del año 1968, cuando al pasar por Las Tunas, llegaste a saludar unos parientes residentes en esta ciudad, dos de los cuales, por esas cosas de la vida, formaban parte también de mi familia. Desde ese día nos unió una sincera amistad, tan grande como aquella que caracterizó a tus relaciones con Eddy López Sánchez, el hombre que me inició en el mundo maravilloso de la narración deportiva.
No pocas veces me aconsejaste, me ayudaste en el camino de una profesión que convertiste en magisterio; sentí el rigor de tus análisis cuando te tocó ser jurado en las distintas evaluaciones; no olvido tus orientaciones cuando compartimos juntos la cobertura de los Mundiales de Béisbol en 1971 y 1973, ocasiones en las que narraste de pareja con el también inolvidable Bobby Salamanca a través de Radio Rebelde, y yo, novato todavía, lo hacía de reportero para el diario oriental Sierra Maestra.
Bebí en la savia de tu experiencia en aquellas inolvidables crónicas publicadas en los diarios Hoy, Revolución, Granma y Juventud Rebelde; en tus narraciones por Radio Progreso, Radio Rebelde y en la Televisión Cubana; tuve la posibilidad de conocer sobre hechos trascendentales a través de ti: Juegos Centroamericanos y del Caribe, incluida la gesta inolvidable del Cerro Pelado; Panamericanos, Campeonatos Mundiales de béisbol y boxeo, Juegos Olímpicos y la extraordinaria hazaña del Vuelo Conjunto al Cosmos de nuestro Arnaldo Tamayo, al lado del astronauta soviético, Yuri Romanenko.
Pero tu, querido Eddy, eres para mi, mucho más que un cronista inigualable. Eres, mi amigo y compañero de siempre, un hombre íntegro, un revolucionario sin tacha; una persona con principios que nunca olvidó su origen; su nacimiento el 14 de junio de 1929 en una humilde casa de Tamarindo, en la actual provincia de Ciego de Ávila y que enfrentó a las fieras de la tiranía en la convulsa Habana de los últimos años de la década del 50 del pasado siglo.
Un día de febrero de este 2006, viniste a trabajar a Las Tunas y enterado de que tenía mi salud quebrantada, enseguida llamaste a la casa para interesarte por mi situación. En la noche me reuní contigo en el estadio Julio Antonio Mella y el abrazo del amigo entrañable, sin que pudiéramos imaginarlo, fue el último. Ese momento permanecerá mientras viva en mi mente y en mi corazón.
Hombre de tu tiempo, mereciste todos los reconocimientos y condecoraciones que atesoras con el sano orgullo de quien trabaja por su pueblo sin pedir nada a cambio. De ti siempre habrá que hablar en presente porque tus enseñanzas, porque tu magisterio perdurará. Yo, que te admiré y te respeté tanto, puedo asegurarte que entre lo más preciado de mi existencia guardaré, como la joya mayor, el privilegio de ser tu amigo. Hasta siempre, Maestro.

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