Adiós colega, amigo, ¡hermano!
La noticia volvió a estremecer a la crónica deportiva cubana, a los aficionados, al pueblo todo: Falleció Héctor Gregorio Rodríguez Almaral, uno de los íconos del periodismo en el país, una voz inconfundible, especialmente en la pelota, la cual hizo época junto al también inolvidable Eddy Martin, queridos y respetados por su permanencia unidos en la pequeña pantalla por más de un cuarto de siglo.
Lo vi por vez primera a mediados de la década del 60, cuando reportaba las incidencias de la Serie Nacional desde Santa Clara, en la antigua provincia de Las Villas y lo conocí en los 70, al coincidir en una subserie entre Industriales y Serranos, con sede en el estadio Guillermón Moncada. Héctor trabajaba para la Televisión y yo apoyaba a los compañeros de CMKC Radio Revolución, además de reportar para el periódico Sierra Maestra.
Desde un principio admiré en Héctor su sencillez, su estilo propio, único para describir lo mismo un juego de béisbol, que un partido de baloncesto o de voleibol, hasta una carrera en el atletismo, como aquella grabada para siempre en la mente y el corazón de los cubanos, cuando Alberto Juantorena ganó la medalla de oro en los 800 metros planos de los Juegos Olímpicos de Montreal, Canadá, en 1976.
Debo reconocer que, después, nos encontramos poco, lamentablemente no coincidían con regularidad las transmisiones de Tele Rebelde, con las de Radio Victoria, de Las Tunas, pero siempre que nos encontramos reinó la camaradería, la sinceridad, el respeto mutuo por el trabajo de ambos, la coincidencia en los puntos de vista sobre nuestro béisbol, sin que eso significara ausencia de criterios divergentes en algunos aspectos.
Uno de los tantos narradores-comentaristas deportivos nacidos en Ciego de Ávila, mi amigo Héctor Rodríguez fue ejemplo de profesionalidad y compañerismo, además de ser fiel exponente del periodismo de la Revolución , defensor a ultranza de las conquistas de su país, firme en su condición de hijo legítimo de la nueva sociedad y de un pueblo que supo representar como Diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular.
Una enfermedad profesional, cáncer en la garganta, acabó con su existencia en menos de un año y nos privó de escucharlo con su timbre característico, sobre todo en cada juego de pelota: “Un saludo tengan todos, amigos televidentes”, “flay a lo corto del jardín izquierdo… ¡está dominado!”, “¡batazo alto largo por el jardín derecho, se va, se va, se fue, jonrón!
Mucho vamos a extrañar tu voz, tu presencia física, querido amigo Héctor, pero en cada lanzamiento, en cada jonrón o fildeo brillante, en cada canasta, remate violento o carrera en las pistas de atletismo de Cuba y el mundo, tu voz, tu estilo y la excelencia profesional que te caracterizaron estarán eternamente en el recuerdo de tu pueblo. ¡Hasta siempre, hermano!
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