Es absolutamente lógica la preocupación de la afición por la actual situación del voleibol cubano, sumido en una crisis que lo tiene muy alejado de sus años de esplendor, tanto en la rama masculina como en la femenina, insertado en la élite mundial.
No es fácil aceptar la caída desde unas fabulosas Espectaculares Morenas
del Caribe, reinas del Planeta y tres veces campeonas olímpicas y un par
masculino ganador de una Liga Mundial y ubicado entre los tres mejores de la
élite universal, hasta posiciones venidas a menos, con dificultades incluso en
el área de Centroamérica y el Caribe.
Son muchas las causas, tanto objetivas como subjetivas, que provocaron el
vertiginoso descenso de nuestro voly, pero algunas pudieron tener solución a
tiempo. Hubo decisiones que, a la postre, incidieron en el desmembramiento de
las selecciones nacionales, especialmente en la rama varonil.
Vamos por parte. Desde el punto de vista objetivo fue un duro golpe, la
caída del Campo Socialista y la desaparición de la Unión Soviética, porque para
nadie es un secreto que el roce internacional estaba garantizado con la
participación en diferentes torneos y topes constantes con los mejores equipos
de esa parte del mundo, además del apoyo técnico y de los instrumentos
deportivos que se recibían a través de convenios ventajosos, con los cuales se paleaban
las carencias provocadas por el bloqueo económico de Estados Unidos.
Esa es una realidad insoslayable, pero incluso en medio del llamado Período
Especial, contra viento y marea, Cuba se mantuvo en la élite del voleibol
mundial hasta los inicios del Siglo 21,
con la inserción de atletas en torneos foráneos, especialmente en el sexo
masculino, sobre todo en la Liga Italiana de Clubes, considerada la más fuerte
de la Tierra.
En esa situación, algunos resultados no esperados del plantel varonil
hicieron considerar que la participación en otras ligas provocaba cansancio en
nuestros principales hombres y al bajar
su rendimiento, impedía cumplir los objetivos de la selección nacional.
Cuba tenía una verdadera constelación de estrellas que se vieron afectadas
con la eliminación de contratos en otras Ligas, por lo que en unos meses el
grueso de la nómina, los mejores jugadores, decidieron marcharse del país. De
buenas a primeras la sexteta nacional tuvo que ser renovada en un altísimo por
ciento. Hubo que comenzar de cero.
De la misma manera, aunque en menor medida, el país perdió a jugadoras
valiosas del conjunto femenino. La fuerza de nuestro voleibol mermó de una
forma brusca y, todavía, estamos muy lejos de la añorada Época de Oro de Cuba
en el deporte de la malla alta.
Las limitaciones económicas propias de un país brutalmente bloqueado
impiden la búsqueda de topes internacionales, al tiempo que las continuadas
deserciones, sobre todo entre los hombres, no permiten estabilizar equipos
constantemente renovados y faltos de experiencia, un verdadero dolor de cabeza
para los técnicos a pesar de su alta calificación.
Durante más de una década el voleibol cubano arrastra estas dificultades y
eso ha motivado que existan permanentes justificaciones a los malos resultados,
con el alegato permanente de que son muy jóvenes, que no topan y les falta
experiencia competitiva, “necesitan carretera”.
Creo, sin embargo, que ya es tiempo de exigirles mejores resultados a
nuestros voleibolistas. No se trata de pedirle “peras al olmo”, pero me parece
que sicológicamente nuestras selecciones se han acomodado y no se sienten
responsables de una situación tan desfavorable. Es posible que piensen que, con
las limitaciones que se argumentan, ellos “hacen lo que pueden”.
Objetivamente es incomprensible que nuestras escuadras nacionales jueguen
de manera brillante un día y al otro sean barridas por rivales de igual capacidad
y hasta inferiores teóricamente. ¿Cómo explicar, por ejemplo, que el viernes 12
el equipo masculino que compite en el segundo nivel de la Liga Mundial dominó
en toda la línea a Argentina y el sábado fuera aplastado literalmente? ¿Acaso
no eran los mismos jóvenes inexpertos de 24 horas antes?
A mi se me antoja que es posible cambiar esta situación. Desde el punto de
vista subjetivo es necesario hacerle entender a los jugadores que con
limitaciones o no, ellos tienen el talento para hacer más, para luchar más por
la victoria, que sí son responsables de ofrecerle un mejor espectáculo al
pueblo que los sustenta, que deben comportarse a la altura de los herederos de
un país potencia, en su momento, del voleibol mundial.
Y en un mundo globalizado, donde el profesionalismo y la comercialización
rigen la actividad deportiva, no se puede estar al margen y de la misma manera
que ocurre con otros deportes del país, Cuba debía retomar su política de
realizar contrataciones de nuestros voleibolistas en Ligas foráneas, con lo
cual se lograría su óptima preparación y la lógica elevación de la experiencia
competitiva.
En Cuba hay muchos jóvenes voleibolistas talentosos y si los encargados de
la tarea son capaces de convencerlos y les dan la oportunidad de mostrar toda
su valía, dentro y fuera del país, crecerán los resultados y, estoy seguro,
disminuirán los casos de aquellos que renuncien a su Patria en busca de una
mejor economía familiar.
Considero que vale la pena avanzar
por ese camino.
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