¿Ha retrocedido el voleibol cubano en su rama femenina? No lo creo. Es cierto que nuestras actuales espectaculares morenas del Caribe, no llegan a tener la fuerza extraordinaria de aquella fabulosa versión en la que brillaron intensamente Mireya Luis, Magali Carvajal, Imilsis Téllez, Regla Torres, Regla Bell y Tania Ortiz, entre otras; pero ese séptimo lugar del recién terminado Campeonato del Mundo, no es el que le corresponde.
Considero sí, que el voleibol cubano para damas muestra cierto estancamiento por razones diversas y la mayor prueba de eso es el resultado de marras, porque después de 32 años de la irrupción en el concierto mundial precisamente con un séptimo lugar en México-1974; la presencia de nuestras morenas en el podio fue una constante.
Después de más de tres décadas en la super élite y luego del bombillo rojo que significó el quinto escalón de la cita mundialista de 2005, este resultado obliga a una reflexión profunda sobre qué necesitamos para regresar al lugar de privilegio alcanzado, de la mano de Eugenio George, desde el primer título universal de 1978 ganado a puro coraje en la versión acogida por la entonces ciudad soviética de Leningrado.
Desde aquella histórica victoria, para hablar de voleibol femenino en el mundo hubo que empezar por las Morenas del Caribe, aquellas que dejaron atónitos a técnicos, periodistas especializados y aficionados con su trilogía de títulos consecutivos, en los Juegos de Barcelona-92, Atlanta-96 y Sydney-2000.
Aquel equipo se bañó de oro en todos los certámenes convocados por la Federación Internacional de Voleibol, la misma que, y para asombro del mundo; le arrebató el título de Mejor del Siglo XX, para otorgarlo a Japón, una selección con clase, pero muy lejos de los resultados de las chicas de Eugenio George, designado justamente, el Técnico de la Centuria en el mundo.
Por supuesto que durante todo este tiempo, la selección cubana reinó en la región de Centroamérica y el Caribe y en el continente, quebrando una y otra vez la resistencia de Estados Unidos, Brasil, México y República Dominicana, equipo este último que le arrebató la corona Panamericana en los Juegos organizados por su país en el 2003.
Tras la conquista de la medalla de oro en Sydney-2000, el voleibol femenino cubano comenzó a mermar en sus resultados. Por diversas razones, entre ellas el lógico retiro de algunas de las figuras principales, ocurrió la necesaria renovación y vino el proceso de maduración de las bisoñas; talentosas, pero faltas de “horas de vuelo”, de experiencia competitiva.
Era lógico, esperado, un descenso ante el creciente nivel cualitativo del voleibol mundial y la aplicación del rally point, regla introducida para buscar la reducción del tiempo de duración de los partidos; la cual propicia un aumento de las posibilidades de los equipos menos fuertes ante los integrantes de la llamada súper élite.
Mientras este proceso sucedía en Cuba, en todos los países donde se practica el voleibol, uno de los deportes de más difusión universal, aumentó la calidad; sobre todo por la existencia de ligas de mucha fuerza, y porque muchas jugadoras se desempeñan en otras naciones.
Poco a poco, el voleibol femenino cubano fue perdiendo terreno y lo más preocupante es que un deporte que ha dado tantas glorias a la Patria, continúe alejándose del grupo puntero en el mundo, cuando se sigue contando con jugadoras muy talentosas, capaces de conformar un sexteto con la calidad suficiente para regresar a los podios de premiación.
Creo que el estancamiento actual debe conjurarse y evitar un retroceso, ¿Cómo hacerlo? Empezar por casa y trabajar muy seriamente en lograr un buena liga doméstica, hacer una labor profunda en la base, la cual lleve a que un mayor número de provincias pueda incorporarse a esa competencia. Si hay más atletas en desarrollo, habrá más donde escoger a las mejores.
Es necesario conseguir más roce, más intercambio con los países de mayor tradición y fuerza en la actualidad; participar en más torneos al más alto nivel; propiciar que nuestras jugadoras se acostumbren al máximo rigor sobre la cancha.
Pero no es solo eso. ¿Hasta cuándo el voleibol cubano, en este caso el femenino, va a seguir con las deficiencias en la defensa de campo? En los mejores momentos, cuando las morenas eran prácticamente invencibles, tenían que hacerlo con su poderoso ataque. ¿Es que acaso esa fuerza nos hizo olvidar que debía perfeccionarse el quehacer defensivo?
¿Por qué la selección cubana tiene tantos problemas en el recibo? Es admisible que el servicio se ha convertido en una tremenda arma de ataque en el voleibol mundial, pero Cuba tiene también jugadoras con un saque de respeto y las contrarias, en un altísimo porcentaje, son capaces de conjurarlo. Ah, porque se entrena sistemáticamente en ese sentido, se buscan fórmulas, porque el accionar del complejo uno es vital en pos de la victoria.
En cuanto al servicio como arma de la ofensiva, es vital para ganar en el voleibol actual; pero hay que perfeccionarlo, porque si no, produce un resultado adverso: cada error es un punto que se anota el contrario “sin sudarlo”. Desde mi punto de vista, el saque tiene hoy un altísimo sentido táctico.
Cuando el partido está cerrado y un equipo necesita desequilibrar a su rival, es lógico que trate de hacerlo con un servicio ofensivo, fuerte, que obligue a un máximo de concentración para poder organizar bien el complejo uno; pero cuando hay ventaja de tres o cuatro tantos, la táctica aconseja meter el balón en la cancha contraria, no regalar nada y recordar que para conseguir su objetivo, deberá recibir, pasar y atacar bien, a pesar de lo cual tendrá, aún, que romper su defensa en la net.
Por eso el equipo cubano tiene tantas dificultades para conseguir la victoria. Su ataque es todavía muy poderoso, pero sigue adoleciendo de una pobre defensa de campo, el recibo es todavía deficiente; ha mejorado en el servicio, pero le falta precisión y no hace un buen uso táctico del mismo, razón por la cual regala una cantidad de tantos inadmisible.
A toda esta realidad hay que sumarle la falta de pasadoras de nivel mundial, están muy lejos de sus colegas de otros equipos y para nadie es un secreto que esta posición es la columna vertebral de un sexteto. Sin acomodadoras no hay ataque y sin ataque, no pueden existir los triunfos.
Cuba tiene excelentes técnicos y entrenadores. Todavía cuenta con el veterano Eugenio George, el artífice de la formación 4-2 que llevó a las Morenas del Caribe a la cima del mundo; pero lo que dio resultado en una época, ya no es efectivo en la práctica. Además, en el concierto mundial, incluidas las grandes potencias de este deporte, impera el 5-1. ¿Por qué insistimos en lo que ya no nos deja dividendos?
La nueva concepción del servicio en función ofensiva, obliga a prepararse más para la recepción. De tal suerte, cuando se utilizan dos pasadoras, las mismas tienen que dividir su tiempo de entrenamiento, una parte para su función específica, la otra en adiestrarse de atacadora y la tercera en mejorar el recibo. ¿No es mejor una sola para subir balones a las rematadoras y que dedique el mayor esfuerzo a perfeccionar su vital tarea?
Soy de la opinión de que en Cuba hay muchas jugadoras talentosas que, bien conducidas, son capaces de revertir la situación actual. Es preciso reflexionar, buscar las fórmulas y romper esquemas para que la bandera de la estrella solitaria vuelva a izarse hasta la parte más alta del mástil en las grandes competiciones.
No se trata de chovinismo, ni de subestimación a las rivales que han demostrado superación constante, calidad creciente; sino de inconformidad ante un séptimo lugar que no corresponde a la tradición y fuerza de nuestro voleibol femenino. Así lo veo yo.
Considero sí, que el voleibol cubano para damas muestra cierto estancamiento por razones diversas y la mayor prueba de eso es el resultado de marras, porque después de 32 años de la irrupción en el concierto mundial precisamente con un séptimo lugar en México-1974; la presencia de nuestras morenas en el podio fue una constante.
Después de más de tres décadas en la super élite y luego del bombillo rojo que significó el quinto escalón de la cita mundialista de 2005, este resultado obliga a una reflexión profunda sobre qué necesitamos para regresar al lugar de privilegio alcanzado, de la mano de Eugenio George, desde el primer título universal de 1978 ganado a puro coraje en la versión acogida por la entonces ciudad soviética de Leningrado.
Desde aquella histórica victoria, para hablar de voleibol femenino en el mundo hubo que empezar por las Morenas del Caribe, aquellas que dejaron atónitos a técnicos, periodistas especializados y aficionados con su trilogía de títulos consecutivos, en los Juegos de Barcelona-92, Atlanta-96 y Sydney-2000.
Aquel equipo se bañó de oro en todos los certámenes convocados por la Federación Internacional de Voleibol, la misma que, y para asombro del mundo; le arrebató el título de Mejor del Siglo XX, para otorgarlo a Japón, una selección con clase, pero muy lejos de los resultados de las chicas de Eugenio George, designado justamente, el Técnico de la Centuria en el mundo.
Por supuesto que durante todo este tiempo, la selección cubana reinó en la región de Centroamérica y el Caribe y en el continente, quebrando una y otra vez la resistencia de Estados Unidos, Brasil, México y República Dominicana, equipo este último que le arrebató la corona Panamericana en los Juegos organizados por su país en el 2003.
Tras la conquista de la medalla de oro en Sydney-2000, el voleibol femenino cubano comenzó a mermar en sus resultados. Por diversas razones, entre ellas el lógico retiro de algunas de las figuras principales, ocurrió la necesaria renovación y vino el proceso de maduración de las bisoñas; talentosas, pero faltas de “horas de vuelo”, de experiencia competitiva.
Era lógico, esperado, un descenso ante el creciente nivel cualitativo del voleibol mundial y la aplicación del rally point, regla introducida para buscar la reducción del tiempo de duración de los partidos; la cual propicia un aumento de las posibilidades de los equipos menos fuertes ante los integrantes de la llamada súper élite.
Mientras este proceso sucedía en Cuba, en todos los países donde se practica el voleibol, uno de los deportes de más difusión universal, aumentó la calidad; sobre todo por la existencia de ligas de mucha fuerza, y porque muchas jugadoras se desempeñan en otras naciones.
Poco a poco, el voleibol femenino cubano fue perdiendo terreno y lo más preocupante es que un deporte que ha dado tantas glorias a la Patria, continúe alejándose del grupo puntero en el mundo, cuando se sigue contando con jugadoras muy talentosas, capaces de conformar un sexteto con la calidad suficiente para regresar a los podios de premiación.
Creo que el estancamiento actual debe conjurarse y evitar un retroceso, ¿Cómo hacerlo? Empezar por casa y trabajar muy seriamente en lograr un buena liga doméstica, hacer una labor profunda en la base, la cual lleve a que un mayor número de provincias pueda incorporarse a esa competencia. Si hay más atletas en desarrollo, habrá más donde escoger a las mejores.
Es necesario conseguir más roce, más intercambio con los países de mayor tradición y fuerza en la actualidad; participar en más torneos al más alto nivel; propiciar que nuestras jugadoras se acostumbren al máximo rigor sobre la cancha.
Pero no es solo eso. ¿Hasta cuándo el voleibol cubano, en este caso el femenino, va a seguir con las deficiencias en la defensa de campo? En los mejores momentos, cuando las morenas eran prácticamente invencibles, tenían que hacerlo con su poderoso ataque. ¿Es que acaso esa fuerza nos hizo olvidar que debía perfeccionarse el quehacer defensivo?
¿Por qué la selección cubana tiene tantos problemas en el recibo? Es admisible que el servicio se ha convertido en una tremenda arma de ataque en el voleibol mundial, pero Cuba tiene también jugadoras con un saque de respeto y las contrarias, en un altísimo porcentaje, son capaces de conjurarlo. Ah, porque se entrena sistemáticamente en ese sentido, se buscan fórmulas, porque el accionar del complejo uno es vital en pos de la victoria.
En cuanto al servicio como arma de la ofensiva, es vital para ganar en el voleibol actual; pero hay que perfeccionarlo, porque si no, produce un resultado adverso: cada error es un punto que se anota el contrario “sin sudarlo”. Desde mi punto de vista, el saque tiene hoy un altísimo sentido táctico.
Cuando el partido está cerrado y un equipo necesita desequilibrar a su rival, es lógico que trate de hacerlo con un servicio ofensivo, fuerte, que obligue a un máximo de concentración para poder organizar bien el complejo uno; pero cuando hay ventaja de tres o cuatro tantos, la táctica aconseja meter el balón en la cancha contraria, no regalar nada y recordar que para conseguir su objetivo, deberá recibir, pasar y atacar bien, a pesar de lo cual tendrá, aún, que romper su defensa en la net.
Por eso el equipo cubano tiene tantas dificultades para conseguir la victoria. Su ataque es todavía muy poderoso, pero sigue adoleciendo de una pobre defensa de campo, el recibo es todavía deficiente; ha mejorado en el servicio, pero le falta precisión y no hace un buen uso táctico del mismo, razón por la cual regala una cantidad de tantos inadmisible.
A toda esta realidad hay que sumarle la falta de pasadoras de nivel mundial, están muy lejos de sus colegas de otros equipos y para nadie es un secreto que esta posición es la columna vertebral de un sexteto. Sin acomodadoras no hay ataque y sin ataque, no pueden existir los triunfos.
Cuba tiene excelentes técnicos y entrenadores. Todavía cuenta con el veterano Eugenio George, el artífice de la formación 4-2 que llevó a las Morenas del Caribe a la cima del mundo; pero lo que dio resultado en una época, ya no es efectivo en la práctica. Además, en el concierto mundial, incluidas las grandes potencias de este deporte, impera el 5-1. ¿Por qué insistimos en lo que ya no nos deja dividendos?
La nueva concepción del servicio en función ofensiva, obliga a prepararse más para la recepción. De tal suerte, cuando se utilizan dos pasadoras, las mismas tienen que dividir su tiempo de entrenamiento, una parte para su función específica, la otra en adiestrarse de atacadora y la tercera en mejorar el recibo. ¿No es mejor una sola para subir balones a las rematadoras y que dedique el mayor esfuerzo a perfeccionar su vital tarea?
Soy de la opinión de que en Cuba hay muchas jugadoras talentosas que, bien conducidas, son capaces de revertir la situación actual. Es preciso reflexionar, buscar las fórmulas y romper esquemas para que la bandera de la estrella solitaria vuelva a izarse hasta la parte más alta del mástil en las grandes competiciones.
No se trata de chovinismo, ni de subestimación a las rivales que han demostrado superación constante, calidad creciente; sino de inconformidad ante un séptimo lugar que no corresponde a la tradición y fuerza de nuestro voleibol femenino. Así lo veo yo.
1 comentario:
HOLA:
Un amigo de perú que ve con preocupación como se nos va el equipo de cuba (igual que la selección adulta de mi país que no encuentra todavía la fórmula para regresar a los primeros lugares del mundo, como esa selección de la década de los 90 que fue imbatible, hasta para Uds.)Tienen que seguir trabajando mucho y como dice Ud.las tácticas han cambiado, ya no se puede trabajar con 2 armadoras, primeramente porque cada una arma diferente las jugadas de las cinco rematadoras y tienen que adecuarse a cada una y pierden demasiado tiempo en lo que es mas esencial para ellas: el armado del ataque; comiencen por ahi y tendran el éxito otra vez, aparte trabajen mas en la recepción de saque que es desastrosa en cuba, hasta la líbero es mala.chau
alvaro
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