Antes y después
En más de una ocasión me ha sucedido que, en medio de una conversación acerca de cómo vivíamos millones de cubanos humildes antes de la Revolución, y el cambio sustancial ocurrido después del primero de enero de 1959; alguna persona de 50 años de edad o menos, equivoca esos términos.
Sí, porque quienes nacieron en el último lustro de la década del 50 del siglo pasado, no conocieron absolutamente nada sobre el antes al cual hacemos referencia los mayores y que tan malos recuerdos nos trae, aunque haya quienes, en ocasiones, no sean capaces de reconocer la miseria que sufrían y azotaba a su alrededor.
Por eso, las amargas experiencias de aquellos que sufrimos, en la niñez y la adolescencia, la dura realidad de una magra comida al día, la falta de zapatos, de escuelas, de atención médica, de juguetes y de la necesidad de cargar un cajón de limpiabotas; no deben olvidarse jamás y tenemos el deber de explicárselo a los más jóvenes, para que sepan cómo “las cosas no caen del cielo”; los hombres y mujeres debemos crearlas con nuestro esfuerzo cotidiano.
Cuando los mayores hablamos del antes, ¿podemos olvidar a caso cómo vivían los pobres en la entonces Victoria de Las Tunas? Las generaciones posteriores deben conocer que no había acueducto, ni alcantarillado, que la inmensa mayoría se hacinaba en ranchos de guano y tabla, piso de tierra, letrina para hacer las necesidades y, en muchos casos, sin siquiera una cama para dormir.
En no pocas oportunidades he escuchado a personas nacidas prácticamente con la Revolución, referirse a un antes en el que la comida, por ejemplo, abundaba; había de todo y barato. En sus casas, dicen, no faltaba nada; ah y mucha ropa y zapatos; aseguran que vivían muy bien.
Pero de qué antes hablan estas personas. Claro, se refieren a la década del 80 del siglo pasado, cuando la economía cubana florecía por su vinculación con el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), existía un campo socialista fuerte, encabezado por la Unión Soviética y el genocida bloqueo yanqui no podía, entonces, evitar nuestro creciente comercio exterior.
Aquella bonanza real que vivimos en esa época no tiene nada que ver con el antes de hambre, miseria y abandono; las nuevas generaciones deben saber que esos tiempos buenos pertenecen al después, a la Revolución Socialista.
Lo que sucedió después de 1990, el trágico proceso que provocó el retroceso histórico de los países socialistas de Europa del este y la desintegración de la Unión Soviética, determinaron que la economía de Cuba tocara fondo en los duros años del Período Especial, el cual es agua pasada, en gran medida.
Solo la capacidad de resistencia y el patriotismo del pueblo cubano, bajo la inteligente y certera guía del Partido, encabezado por el Comandante en Jefe Fidel Castro, hizo posible que las limitaciones materiales no llevaran a la destrucción de nuestro socialismo.
Los trasnochados que pensaron en una vuelta a la deprimente Cuba de la etapa neocolonial, vieron cómo las maletas que prepararon para su “triunfal regreso” se cubrieron de moho, en medio de su eterno pataleteo para que sus padrinos de la Casa Blanca los ayuden a recuperar sus privilegios.
¿Por qué todavía tenemos limitaciones materiales? Ah, porque el criminal bloqueo económico y financiero, impuesto por Estados Unidos desde hace casi medio siglo y que le ha costado al país más de 800 mil millones de dólares; no permite que podamos vivir como en la añorada década de los 80, de la cual hablan quienes eran, entonces, niños o adolescentes.
Es bueno, sin embargo; que se valore la bonanza de aquellos años, porque demuestra cuánto daño nos hace el bloqueo. Así, algunos que se atreven a comentar que toda la culpa se la echamos a esa criminal postura del imperio, puedan reflexionar y valorar que, sin las colosales limitaciones presentes hoy en nuestro comercio exterior; el nivel de vida del pueblo de Cuba sería infinitamente superior.
Es por eso, amigo lector, que las nuevas generaciones deben conocer, aunque sea por referencia, que para el pueblo de Cuba solo hay un antes, el de miseria y explotación reinante hasta el 31 de diciembre de 1958 y un después, el que comenzó el luminoso primero de enero de 1959.
En más de una ocasión me ha sucedido que, en medio de una conversación acerca de cómo vivíamos millones de cubanos humildes antes de la Revolución, y el cambio sustancial ocurrido después del primero de enero de 1959; alguna persona de 50 años de edad o menos, equivoca esos términos.
Sí, porque quienes nacieron en el último lustro de la década del 50 del siglo pasado, no conocieron absolutamente nada sobre el antes al cual hacemos referencia los mayores y que tan malos recuerdos nos trae, aunque haya quienes, en ocasiones, no sean capaces de reconocer la miseria que sufrían y azotaba a su alrededor.
Por eso, las amargas experiencias de aquellos que sufrimos, en la niñez y la adolescencia, la dura realidad de una magra comida al día, la falta de zapatos, de escuelas, de atención médica, de juguetes y de la necesidad de cargar un cajón de limpiabotas; no deben olvidarse jamás y tenemos el deber de explicárselo a los más jóvenes, para que sepan cómo “las cosas no caen del cielo”; los hombres y mujeres debemos crearlas con nuestro esfuerzo cotidiano.
Cuando los mayores hablamos del antes, ¿podemos olvidar a caso cómo vivían los pobres en la entonces Victoria de Las Tunas? Las generaciones posteriores deben conocer que no había acueducto, ni alcantarillado, que la inmensa mayoría se hacinaba en ranchos de guano y tabla, piso de tierra, letrina para hacer las necesidades y, en muchos casos, sin siquiera una cama para dormir.
En no pocas oportunidades he escuchado a personas nacidas prácticamente con la Revolución, referirse a un antes en el que la comida, por ejemplo, abundaba; había de todo y barato. En sus casas, dicen, no faltaba nada; ah y mucha ropa y zapatos; aseguran que vivían muy bien.
Pero de qué antes hablan estas personas. Claro, se refieren a la década del 80 del siglo pasado, cuando la economía cubana florecía por su vinculación con el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), existía un campo socialista fuerte, encabezado por la Unión Soviética y el genocida bloqueo yanqui no podía, entonces, evitar nuestro creciente comercio exterior.
Aquella bonanza real que vivimos en esa época no tiene nada que ver con el antes de hambre, miseria y abandono; las nuevas generaciones deben saber que esos tiempos buenos pertenecen al después, a la Revolución Socialista.
Lo que sucedió después de 1990, el trágico proceso que provocó el retroceso histórico de los países socialistas de Europa del este y la desintegración de la Unión Soviética, determinaron que la economía de Cuba tocara fondo en los duros años del Período Especial, el cual es agua pasada, en gran medida.
Solo la capacidad de resistencia y el patriotismo del pueblo cubano, bajo la inteligente y certera guía del Partido, encabezado por el Comandante en Jefe Fidel Castro, hizo posible que las limitaciones materiales no llevaran a la destrucción de nuestro socialismo.
Los trasnochados que pensaron en una vuelta a la deprimente Cuba de la etapa neocolonial, vieron cómo las maletas que prepararon para su “triunfal regreso” se cubrieron de moho, en medio de su eterno pataleteo para que sus padrinos de la Casa Blanca los ayuden a recuperar sus privilegios.
¿Por qué todavía tenemos limitaciones materiales? Ah, porque el criminal bloqueo económico y financiero, impuesto por Estados Unidos desde hace casi medio siglo y que le ha costado al país más de 800 mil millones de dólares; no permite que podamos vivir como en la añorada década de los 80, de la cual hablan quienes eran, entonces, niños o adolescentes.
Es bueno, sin embargo; que se valore la bonanza de aquellos años, porque demuestra cuánto daño nos hace el bloqueo. Así, algunos que se atreven a comentar que toda la culpa se la echamos a esa criminal postura del imperio, puedan reflexionar y valorar que, sin las colosales limitaciones presentes hoy en nuestro comercio exterior; el nivel de vida del pueblo de Cuba sería infinitamente superior.
Es por eso, amigo lector, que las nuevas generaciones deben conocer, aunque sea por referencia, que para el pueblo de Cuba solo hay un antes, el de miseria y explotación reinante hasta el 31 de diciembre de 1958 y un después, el que comenzó el luminoso primero de enero de 1959.
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