Venezuela: las tres opciones de la contrarrevolución
Por Miguel Ángel Ferrer
La derecha venezolana sabe bien que mediante procesos democráticos no puede sacar del poder al presidente Hugo Chávez. Una tras otra, durante los últimos años, la contrarrevolución ha sido derrotada en cuanta elección ha participado. Y sabe igualmente que no tiene muchas más opciones. Realmente sólo tres.
Una, el intento de magnicidio, al que, como es público y está bien documentado, se alienta institucionalmente desde Washington. Dos, un nuevo intento de golpe de Estado militar, semejante pero mejor organizado que la fallida intentona de abril de 2002. Y una tercera opción, a la que llaman ya claramente algunos centros de poder: la intervención militar extranjera. Tal es el caso, por ejemplo, de la oligarquía neofranquista española, a través de su vocero mediático, el diario El País.
Las tres opciones, desde luego, están entre los planes de los organizadores de las protestas, callejeras y mediáticas, dentro y fuera de Venezuela, por la no renovación de la concesión al consorcio mediático Radio Caracas Televisión (RCTV). Pero éstos saben que asesinar al Presidente de la República no es tarea sencilla. Chávez está bien cuidado.
El recurso del golpe de Estado también es de difícil operación, porque las fuerzas armadas apoyan el proyecto revolucionario de Chávez. Ante esta situación, llevar adelante un golpe de mano castrense requeriría lograr la insubordinación de un segmento del ejército con poder de fuego significativo. Esta meta no es descabellada. Pero su consecución derivaría necesariamente en una guerra civil. Y de una guerra civil se sabe siempre cómo empieza, pero nunca puede anticiparse cómo acabará.
Aquí entra la tercera opción como complemento de la segunda, es decir, como corolario del golpe militar producto de la insubordinación de una parte del ejército. Este modelo de derrocamiento de un gobierno legítimo ya fue ensayado con éxito en Granada. Luego del golpe contra Maurice Bishop, la disputa por el poder entre los grupos en pugna creo una situación de inestabilidad política y social que fue el pretexto perfecto para la invasión militar del pequeño país por las fuerzas armadas de Estados Unidos.
Dicho en otras palabras, la derecha venezolana y sus aliados en el exterior (Fox, Aznar, Bush) están intentando crear en Venezuela un clima de inestabilidad política, económica y social que pueda animar a un determinado sector del ejército a la insubordinación y al intento del golpe. Y que el consecuente inicio de una guerra civil entre fuerzas leales a la Constitución venezolana y los golpistas, sea aprovechado por Estados Unidos para invadir militarmente la patria de Bolívar, derrocar a Chávez y asesinarlo, y truncar así la revolución bolivariana de emancipación nacional.
Nadie puede engañarse. Lo que está en juego ahora en Venezuela no es la concesión no renovada a Radio Caracas Televisión. Lo que está realmente en juego es el futuro de Venezuela: el triunfo de la revolución chavista, democrática y de liberación nacional, o la victoria del capitalismo salvaje, revanchista y dependiente del extranjero, con su obligado baño de sangre, sus miles de desterrados y su caudal de miseria y carencia de futuro.
Por Miguel Ángel Ferrer
La derecha venezolana sabe bien que mediante procesos democráticos no puede sacar del poder al presidente Hugo Chávez. Una tras otra, durante los últimos años, la contrarrevolución ha sido derrotada en cuanta elección ha participado. Y sabe igualmente que no tiene muchas más opciones. Realmente sólo tres.
Una, el intento de magnicidio, al que, como es público y está bien documentado, se alienta institucionalmente desde Washington. Dos, un nuevo intento de golpe de Estado militar, semejante pero mejor organizado que la fallida intentona de abril de 2002. Y una tercera opción, a la que llaman ya claramente algunos centros de poder: la intervención militar extranjera. Tal es el caso, por ejemplo, de la oligarquía neofranquista española, a través de su vocero mediático, el diario El País.
Las tres opciones, desde luego, están entre los planes de los organizadores de las protestas, callejeras y mediáticas, dentro y fuera de Venezuela, por la no renovación de la concesión al consorcio mediático Radio Caracas Televisión (RCTV). Pero éstos saben que asesinar al Presidente de la República no es tarea sencilla. Chávez está bien cuidado.
El recurso del golpe de Estado también es de difícil operación, porque las fuerzas armadas apoyan el proyecto revolucionario de Chávez. Ante esta situación, llevar adelante un golpe de mano castrense requeriría lograr la insubordinación de un segmento del ejército con poder de fuego significativo. Esta meta no es descabellada. Pero su consecución derivaría necesariamente en una guerra civil. Y de una guerra civil se sabe siempre cómo empieza, pero nunca puede anticiparse cómo acabará.
Aquí entra la tercera opción como complemento de la segunda, es decir, como corolario del golpe militar producto de la insubordinación de una parte del ejército. Este modelo de derrocamiento de un gobierno legítimo ya fue ensayado con éxito en Granada. Luego del golpe contra Maurice Bishop, la disputa por el poder entre los grupos en pugna creo una situación de inestabilidad política y social que fue el pretexto perfecto para la invasión militar del pequeño país por las fuerzas armadas de Estados Unidos.
Dicho en otras palabras, la derecha venezolana y sus aliados en el exterior (Fox, Aznar, Bush) están intentando crear en Venezuela un clima de inestabilidad política, económica y social que pueda animar a un determinado sector del ejército a la insubordinación y al intento del golpe. Y que el consecuente inicio de una guerra civil entre fuerzas leales a la Constitución venezolana y los golpistas, sea aprovechado por Estados Unidos para invadir militarmente la patria de Bolívar, derrocar a Chávez y asesinarlo, y truncar así la revolución bolivariana de emancipación nacional.
Nadie puede engañarse. Lo que está en juego ahora en Venezuela no es la concesión no renovada a Radio Caracas Televisión. Lo que está realmente en juego es el futuro de Venezuela: el triunfo de la revolución chavista, democrática y de liberación nacional, o la victoria del capitalismo salvaje, revanchista y dependiente del extranjero, con su obligado baño de sangre, sus miles de desterrados y su caudal de miseria y carencia de futuro.
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