lunes, mayo 14, 2007

¿Cómo detener el holocausto mundial?

Por Gerardo González Quesada

Los graves problemas que enfrenta el mundo hoy, como resultante de las políticas agresivas contra el medio, el desarrollo de las tecnologías de punta en el contexto de la globalización neoliberal y el exceso del consumo energético de los países más desarrollados, ponen el borde del holocausto a la especie humana.
No es un dramatismo, ni una exageración sin fundamentos, desde la Cumbre de Río y mucho antes, el Comandante en Jefe Fidel ha reflexionado y argumentado sobre los daños a la supervivencia de la especie, debido al consumismo desmedido de ese 20 por ciento de la población mundial a costa del sufrimiento y el hambre de más de dos mil millones de personas y del otro 80 por ciento de quienes habitan en los países del Sur.
La humanidad transita apenas por el tercer milenio de existencia y cada día es más certera su desaparición, como consecuencia del volumen de los gases de efecto invernadero, del calentamiento global, del acelerado proceso de descongelación de los hielos perpetuos y de la escala voluntad política de los gobiernos de los países más desarrollados, para no seguir lacerando las causas que dieron origen a la vida en la Tierra.
Por si esto fuera poco y como resultante del agotamiento de las fuentes de hidrocarburos, ahora está en el orden del día la conversión de los alimentos en biocombustibles, para seguir situando por encima de la vida humana, el consumismo agresivo del capitalismo.
Si hasta aquí la política imperial, encabezada por el gobierno de los Estados Unidos, ha sido de muerte y desesperanza, particularmente desde la segunda mitad del siglo XX, en estas circunstancias asume formas fascistas de extermino, bajo la colonización de los pueblos pobres y subdesarrollados, con envoltura cibernética, tratados de libre comercio y enajenación de la realidad desde la cara “bonita” del capitalismo.
Pero la realidad muestra hechos alarmantes como por ejemplo la necesidad de producir el triple de los alimentos con menos tierra cultivable por habitante.
En los años 50 del siglo pasado existían cuatro personas en el campo contra una en la ciudad para producir alimentos, hoy esa proporción es casi prácticamente de uno por uno.
De 0.50 hectáreas de tierra como promedio ahora es de 0,23 a escala planetaria, sin contar como bien explicó el Comandante en Jefe que en Estados Unidos, en Europa y en otras regiones esta relación no se comporta igual.
La agricultura moderna emplea el 70 por ciento del agua potable disponible, pero como resultante de la agresión al medio, de la deforestación irracional y del calentamiento global los acuíferos se recuperan en el 0.1 y 0,3 y el manto freático baja hasta cuatro metros por años en varias regiones del planeta.
Como resultante de la tala indiscriminada para satisfacer el consumismo en las sociedades capitalistas de alto desarrollo, en las próximas tres décadas la superficie deforestada será equivalente a la de Francia.
Estas realidades letales en el planeta, añadidas a otras como el daño ecológico cinco veces mayor que ocasiona Estados Unidos y tres veces el de las naciones europeas, con incrementos severos del dióxido de carbono, que representan el 80 por ciento de los gases de efecto invernadero, en apenas 34 años muestran un panorama escalofriante y orientado al holocausto.
Resulta urgente la comprensión y sobre todo la acción mundial y cooperada, para producir alimentos con menos daños al medio ambiente, instalar sistemas de tratamiento industrial para disminuir el crecimiento de los gases de efecto invernadero, los desechos de las producciones y atenuar la brutal agresión a las fuentes originarias de la vida humana.
Entender que está en juego la propia existencia de la especie humana es el camino más viable para diseñar políticas encaminadas a paliar un proceso de destrucción que avanza con relativa rapidez, debido a la irracionalidad de los gobiernos de las grandes potencias, de las transnacionales y de ese excesivo consumo en las sociedades imperiales de mayor desarrollo.
Las reflexiones de Fidel, la genialidad de su pensamiento previsor y su capacidad para evaluar en sistema los más complejos procesos deben ser atendidas y evaluadas con mucho detenimiento si realmente se quiere salvar el planeta y la vida.

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