Estoy seguro de que al menos siete de cada 10 aficionados cubanos al béisbol, añoran la Serie Selectiva, la primera de las cuales fue ganada por el equipo Oriente en 1975, en la que se agrupaban los mejores peloteros de las diferentes regiones del país y que elevó considerablemente la calidad que nos llevó a ser prácticamente invencibles en los eventos internacionales.
Aquel torneo puso de manifiesto que cuando la calidad se concentró, muchos atletas que brillaron en el calendario de la Serie Nacional en diferentes posiciones, incluida la de lanzador, no alcanzaban el mismo rendimiento y, por tanto, sobresalían quienes tenían las potencialidades necesarias para entrar en la preselección nacional, hasta llegar a vestir el uniforme tricolor de las cuatro letras.
Al desaparecer nuestro evento élite, emergió más de un centenar de peloteros cuyo rendimiento en la Serie Nacional se hizo extraordinario y aunque una buena parte, mostró que podía hacerlo en cualquier Liga, la mayor no estaba en condiciones de defender con éxito la tradición y fuerza de una pelota con más de 138 años de historia. Basarse solo en los números del campeonato local para preseleccionar a los jugadores fue un error mayúsculo, independientemente de que en más de una oportunidad, los técnicos se olvidaron de ellos.
Para decirlo en buen cubano, creo que “si el gato tiene cuatro patas”, no hay razón alguna para estar buscando la quinta. Quiero decir que la baja de nuestro béisbol ante los compromisos foráneos tiene una causa principal que todos conocemos: la falta de un torneo que eleve el techo, la calidad de los jugadores en todas las posiciones, aunque también, es preciso señalarlo, afecta la ausencia de topes con novenas de las mejores ligas del mundo.
Desde mi punto de vista ese es el problema que se debe solucionar. Y si quieren un ejemplo que argumenta mi posición, observen que la última competencia élite fue la llamada Súper Liga de 2004, ganada por Orientales y como se sabe, Cuba ganó el béisbol de los Juegos Olímpicos de Atenas en ese mismo año y también el Campeonato Mundial de Holanda-2005, para luego realizar aquella histórica actuación en el Primer Clásico. A partir de ese momento, no se ha podido subir más a lo alto del podio.
Como estoy convencido de que buscar nueva estructura ha fracasado con el “invento” de la Serie 52, propongo que se realice el Campeonato Nacional de 60 partidos del cual salga el titular y posteriormente se realice una selectiva con cuatro novenas que se midan en igual número de subseries, para un total de 36 choques y que se convierta en la cantera para formar la preselección cubana con vistas a los compromisos internacionales.
¿Cómo se desarrollaría la etapa clasificatoria de la Serie Nacional? Los 16 conjuntos se enfrentarían cuatro veces a sus 15 rivales, pero en compromisos únicos en la sede que corresponda, es decir que se jugaría miércoles, jueves, sábados y domingos, los lunes ocurrirían los traslados y los martes y viernes se utilizarían para entrenar una sesión y descansar otra.
De esta manera, habría una reducción considerable del gasto de combustible y los atletas que, a veces, recorren 700 u 800 kilómetros, tendrían más posibilidades de reponerse, con el consiguiente aumento de su rendimiento en el terreno, favorable a la mayor calidad del espectáculo.
Terminada la primera etapa, con la clasificación de los ocho mejores equipos en relación con las victorias y derrotas, se llevaría a cabo un primer play off de tres partidos para ganar dos, con los enfrentamientos del uno con el ocho, el dos con el siete, el tres con el seis y el cuatro ante el cinco.
La etapa semifinal con los cuatro ganadores del primer play off, sería a base del uno frente al cuatro y el dos contra el tres, en series de cinco choques para ganar tres y los triunfadores protagonizarían la final por el título en siete partidos. Estoy seguro que el espectáculo sería acogido con beneplácito por la afición de todo el país.
Tras la proclamación del Campeón, propongo la integración de cuatro equipos para la Serie Selectiva: Orientales (jugadores más destacados de Las Tunas, Holguín, Granma, Santiago y Guantánamo), Centrales (Camagüey, Ciego de Ávila, Sancti Spíritus y Villa Clara), Occidentales (Cienfuegos, Matanzas y Pinar del Río) y Habana (Industriales, Mayabeque, Artemisa e Isla de la Juventud)
Para definir al ganador de la Serie Selectiva, los ocupantes de los dos primeros lugares al término de los 36 partidos calendariados, se enfrentarían entre sí en una serie de cinco y se proclamaría campeón el que venza en tres.
No obstante, todavía hay un eslabón perdido en el sistema de nuestro béisbol y es el torneo que llene el vacío entre las categorías juvenil y de mayores, ese que permita a los noveles talentos foguearse antes de enfrentar una competencia de más rigor como es la Serie Nacional.
Lo lamentable es que esa competencia existió y tuvo un resultado beneficioso para nuestro béisbol. Solo hay que retomar aquella famosa Liga de Desarrollo, pero no como se estructuró en un inicio, sino volver a las tres o cuatro últimas ediciones en las que funcionó como Sub-23 y que, al realizarse antes de la Serie Nacional, permitió a los equipos principales de cada provincia, contar con los más destacados para incluirlos en sus preselecciones.
Así es como veo las cosas y creo, firmemente, que estoy cerca del camino correcto. No soy de los que consideran poseer la verdad absoluta, pero después de un análisis de lo que ha pasado en la pelota durante los últimos años, de sus resultados, pienso que es una necesidad imperiosa retomar la Serie Selectiva.
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