miércoles, mayo 08, 2013

Segunda división del béisbol cubano: Silencio absoluto

Uno de los mayores desaciertos que ha tenido la dirección de la pelota en Cuba, ha sido la estructura que rige la actual edición 52 de la Serie Nacional y una de las muestras más negativas fue, sin dudas la denominada Segunda División, cuyo desarrollo se mantuvo en un silencio absoluto, con total desconocimiento de la afición por no reflejarse en los medios de comunicación.

Con los equipos disminuidos, carentes de sus principales figuras que fueron escogidas de refuerzo por los ocho clasificados, la segunda división perdió interés para la afición, para los propios jugadores y, por supuesto, para la prensa, ocupada en reflejar los acontecimientos del III Clásico Mundial, primero y de la llamada etapa élite de nuestra contienda, después.

El enfrentamiento entre los ocho conjuntos eliminados solo se conocía por la más fiel afición de las respectivas provincias y por eso me sorprendió tanto el artículo de mi estimado y respetado colega Sigfredo Barros, publicado en el periódico Granma el martes 30 de abril bajo el título “Casi en silencio”, en el que hace una especie de resumen de lo acontecido. Sinceramente, el casi está demás, porque ese torneo transcurrió en secreto.

La segunda división es, en mi opinión, el mayor disparate de una estructura que no responde a las necesidades reales de nuestro béisbol y para nada cumple con el objetivo de elevar la calidad, esa que se precisa para recuperar los resultados internacionales que siempre nos caracterizaron y certifiquen más de 138 años de historia.

Además resulta una clara injusticia que una novena que alcance el noveno puesto en los enfrentamientos de todos contra todos de los 16 equipos, deba entonces ratificarlo sin contar con sus mejores figuras y sometido a condiciones de alimentación y transporte absolutamente inferiores a las acostumbradas a lo que se sumó la falta de apoyo de sus parciales.

Es la historia del conjunto de Las Tunas que terminó noveno y perdió su clasificación en el último partido. Los leñadores debieron enfrentar la llamada segunda división sin sus cinco mejores lanzadores (Yoelkis Cruz, Yudiel Rodríguez, Carlos Viera y Yoandri Fernández, escogidos por Industriales y Darién Núñez, quien engrosó las filas de Matanzas) y perdió el corazón de su ofensiva: Jorge Johnson (Sancti Spíritus), Dánel Castro (Villa Clara) y Joan Carlos Pedroso (Isla de la Juventud)

La falta de información sobre este evento que en la práctica fue fantasma, impidió conocer que los tuneros, animadores de toda la primera etapa, tuvieron un sinnúmero de lesionados que obligó al nuevo mentor Jorge Hierrezuelo, a terminar con dos jardineros defendiendo el área alrededor de segunda base: Andrés Quiala en el campo corto y Yunieski Larduet en la intermedia. A pesar de tamañas dificultades, los Leñadores hicieron la hazaña de ubicarse segundos, detrás de Granma y, finalmente, tras caer en el play off ante Holguín, terminaron en el puesto 12 de la clasificación general.

Aunque vivimos esta triste realidad, algunos insisten en mantener semejante estructura que, además, pudo salvar otro disparate a última hora, porque la dirección del béisbol rectificó la barbaridad de que los cinco refuerzos de cada equipo entrarían en sustitución de igual número de jugadores de la nómina de los clasificados, lo que hubiera dejado a 40 peloteros inactivos por varios meses.

Es evidente que la estructura estrenada en esta Serie 52 no sirve y habrá que cambiarla de inmediato. Desde ya debía convocarse a la presentación de propuestas que puedan estudiarse con profundidad y escoger la que más convenga a las necesidades de nuestro béisbol. Yo tengo la mía, pero esa la podrán conocer en un artículo más adelante.







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