jueves, octubre 19, 2006

Mi hermano, el Cinco Picos

Este año tiene una significación especial para los cubanos de mi generación. Sí, porque estamos celebrando el aniversario 46 de la creación de la Asociación de Jóvenes Rebeldes (AJR), la querida organización que posibilitó el protagonismo de quienes, adolescentes aún, cumplimos importantes tareas en los difíciles años en los cuales se consolidó la alborada gloriosa del Primero de Enero de 1959.
Este 21 de octubre, se cumplen 46 años de lo que se conoce en la historia de nuestro país como la integración del Movimiento Juvenil Cubano, cuando se fundieron con la AJR todas las organizaciones en las cuales se agrupaban los bisoños revolucionarios de todo el país, con el Comandante Joel Iglesias al frente.
Para ejemplificar la esencia humana y política de aquella gesta, les presento a un hombre que cumplirá 61 años el venidero 5 de noviembre y que desde el primer día de la victoria del pueblo, se empinó en sus apenas 13 años de edad para entregarse en cuerpo y alma al proceso emancipador, apoyado, sobre todo, en el ejemplo de sus padres, de su hogar. Es, por añadidura, la historia de cientos de miles de jóvenes cubanos que, todavía hoy, se mantienen firmes junto al Partido y a Fidel.
La AJR se fundó en 1960, aunque su génesis fue la aprobación del Reglamento Provisional por el Departamento de Instrucción del Ministerio de Las Fuerzas Armadas Revolucionarias (MINFAR), en diciembre de 1959.
En un segundo momento, fue presentada como organización oficial de la juventud en el Movimiento 26 de Julio, por el Comandante Ernesto Che Guevara, el 28 de enero de 1960, fecha en que se conmemoraba el aniversario 107 del natalicio de José Martí.
El hombre de esta historia es mi hermano, tercero de los seis hijos de Juan Batista, obrero ferroviario y Fe Cruz Utra, ama de casa, y que responde al nombre de Francisco José Batista Cruz. Me acompañó en la fundación de aquella nueva fuerza, entonces de carácter masivo, con el objetivo de apoyar la Revolución naciente.
Rememoramos aquellos días en que se fundaron las Brigadas de Trabajo Revolucionario Camilo Cienfuegos y cuyos protagonistas se conocieron como los “Cinco Picos”, porque entre sus actividades fundamentales estaba ascender en cinco oportunidades al techo de Cuba, el Pico Real del Turquino. Él acababa de cumplir 15 años y yo, con 18, tenía el cargo de Responsable de Deportes de la AJR en el municipio de Victoria de Las Tunas, pero ambos deseábamos una plaza para subir a la Sierra.
“Recuerdo que debía buscarse una boleta que entregaban en la sede del Gobierno Municipal, donde hoy radica el Museo Provincial. Mi primo Leonardo Galiano y yo corrimos como nunca y tú no pudiste alcanzarnos; me sentí alegre porque lo conseguí, pero triste al saber que no me acompañarías.”
Así comenzó la trayectoria del entonces joven revolucionario tunero, quien nos narra a continuación una vida ejemplar que retrata de cuerpo entero, aquella generación de cubanos, la cual ayudó a cimentar el país que hoy emerge como paradigma mundial de libertad y justicia social.
¿Cómo fue la experiencia en la Sierra?
“Bueno, allí se vivía en campaña, por lo menos en los inicios. El campamento radicaba en Pino del Agua. La meta era subir cinco veces al Pico Turquino, pero yo lo hice en tres ocasiones con mi brigada Iván Rodríguez; después me incluyeron en un grupo al cual denominaron fuerza táctica que tuvo una vida efímera y posteriormente me incorporaron a la brigada Pedrito Valdés, de La Habana y con ella realice los dos ascensos que faltaban, además de otros tres, ya en función de guía.
“Después, hicimos la caminata hasta Pinares de Mayarí, donde realizamos labores de reforestación. Por cierto que mi primo Leonardo y yo, salimos de allí para Las Tunas sin permiso porque hacía ocho meses que no veíamos a la familia. Aquí nos sorprendió la invasión por Playa Girón y apoyamos la detención de los elementos desafectos a la Revolución, a quienes pusimos a buen recaudo”.
Cuando regresaron a Mayarí y en espera de una posible sanción por la indisciplina cometida, recibieron un buen sermón y debieron comprometerse a que no se repitiera el desatino. Después, partieron con el resto de sus compañeros hacia la escuela de artillería Granma, de Quiebra Hacha, Pinar del Río, donde se capacitaron. Mi entrevistado pasó a integrar la tripulación de la fragata Antonio Maceo, buque insignia de la Marina de Guerra Revolucionaria.
“Fue una etapa en la que aprendí mucho. Estuve también en un curso de radio-telegrafista en la fortaleza de El Morro y desde allí fui movilizado con motivo de la Crisis de Octubre en 1962, como jefe de una ametralladora 12,7 (cuatro bocas), de fabricación checoeslovaca.
“Como aprendí bien la transmisión de los mensajes de radio-telegrafía, pero era deficiente en cuanto a recepción, me enviaron para un curso de motoristas navales con vistas a servir en las unidades especiales rápidas de la Marina. Esos conocimientos me sirvieron para trabajar como primer maquinista de Lancha Torpedera Konsomol (LTK), inicialmente en la 96 y luego en la 121, bajo el mando del Alférez de Fragata Leonardo Rodríguez; donde permanecí hasta la desmovilización en 1965.”
Hay un episodio que Paquito no me cuenta, pero que es preciso que se conozca por su significación histórica y revolucionaria. El 31 de diciembre de 1964, la familia estaba reunida para esperar el nuevo aniversario del triunfo de enero y él era el único que faltaba. ¿Por qué? Pues esa medianoche cumplía la misión de interceptar lanchas enemigas que se suponía iban a intentar ataques contra puntos en la costa norte. Mientras acá se lanzaban voladores por el advenimiento de 1965, su LTK enfrentó a embarcaciones procedentes de la Florida, las cuales huyeron incendiadas. ¡Buena manera de celebrar la efeméride!
Tras su desmovilización en 1965, hizo de todo para ganar el sustento aquí en su querido terruño: “Trabajé en la construcción, picando piedra en la cantera de Las Parras y en las excavaciones para el acueducto y el alcantarillado, tareas todas muy duras, pero que contribuyeron a mi formación como hombre.”
Marchó a La Habana en busca de mejor suerte y trabajó de gastronómico en el Residencial del Mar, en Guanabo; aprendió el oficio y llegó a ser Capitán de Restaurante. Posteriormente ingresó en la fábrica de galletas Álbert Kuntz, de Guanabacoa, donde fue seleccionado joven ejemplar. Allí cedió su puesto para que lo ocupara una mujer y se integró a la Columna Juvenil Agropecuaria en Ciego de Ávila por dos años, en cuyo seno ganó la militancia de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC).
“Fue otro momento muy significativo en mi vida. Laboré en tareas manuales de la agricultura, de turbinero, pasé un curso de responsable de riego y uno superior en La Habana, donde me especialicé en el sistema por aspersión, tarea que desempeñé en la región de Morón, entonces provincia de Camagüey. En 1969 regresé a la casa y tras capacitarme, debuté de chofer del Ministerio de la Construcción (MICONS).”
En 1973 pasa a la Empresa de Ómnibus, primero en el servicio urbano y luego en las rutas de diferentes municipios. Allí alcanzó la militancia del Partido Comunista de Cuba y participó en 13 zafras de manera permanente, 10 de ellas de machetero y tres de estadístico, al presentar problemas lumbares.
También en ómnibus logró un galardón importante, cuando junto a su colega Rafael Ortiz (ya fallecido), integró el equipo de Las Tunas que logró el primer lugar en la competencia nacional de Destreza y Habilidad de Choferes, en 1984.
De su matrimonio con Eloína Álvarez Acosta, tiene dos hijos, Francisco Alexei, quien es técnico de recreación y Arnaldo Yuri, dibujante y cantante de un grupo musical de aficionados, este último nombrado así en homenaje al vuelo conjunto cubano-soviético realizado en 1980 por la tripulación que integraron Yuri Romanenko y Arnaldo Tamayo Méndez, quien también fue de aquellos jóvenes conocidos por “Cinco Picos”.
Sobre su retorno circunstancial a las tareas de la construcción dice:
“Estuve un tiempo prestando servicio como chofer en la escuela provincial del Partido Comunista de Cuba, pero necesitaba una vivienda y entonces la sección sindical de ómnibus me envío para la zona dos de las microbrigadas (organización creada para la edificación de viviendas para los trabajadores), en el reparto Santos, donde fui secretario general del núcleo del Partido.
“Allí permanecí tres años y medio hasta que me entregaron un apartamento y regresé a mi centro de trabajo; luego pasé a laborar de chofer del organismo de Atención al Sector Campesino, posteriormente me trasladé a Nuevitas, en la vecina provincia de Camagüey, y allá presté servicio en ómnibus durante seis meses, para regresar e incorporarme a la Empresa de Campismo Popular, en la cual me mantuve 17 años, hasta mi jubilación.”
En esta empresa Paquito tiene una historia laboral brillante de la cual, sin un ápice de vanagloria, se siente orgulloso:
“Es un centro que quiero mucho y al cual le entregué todo mi esfuerzo desde que comencé. Los resultados hablan por sí solos de las miles de horas voluntarias, no solo frente al timón, sino en el apoyo a otras tareas como la cocina de las diferentes bases de la provincia.
“Este esfuerzo ha tenido su recompensa, porque conquisté durante ocho años consecutivos la condición de Vanguardia Nacional. Además guardo con mucha satisfacción varias condecoraciones: Distintivo XX aniversario de la UJC, Distinciones 28 de Septiembre, de los CDR, Elpidio Sosa, del Sindicato de Hotelería y Turismo; la medalla Jesús Menéndez; las placas conmemorativas LX Aniversario de la CTC y XXX Aniversario de la caída en combate del Guerrillero Heroico, Ernesto Che Guevara y múltiples certificados, entre ellos uno por el cual siento especial aprecio que es el llamado Camilo Cienfuegos, firmado por el Comandante Joel Iglesias que avala mi condición de fundador de la AJR y de Cinco Picos.”
A este hombre, sin embargo, le golpea todavía, la insatisfacción porque hay una tarea muy importante que no ha podio realizar:
“No he tenido el honor de cumplir una misión internacionalista. En tres oportunidades se ha frustrado: cuando en la Marina estuve seleccionado para ir a Viet Nam; en 1976, cuando la guerra en Angola y después en la década del 80 para servir de chofer en Libia. Es algo que me falta y que deseo de todo corazón, en cualquier país o circunstancia.”
Acerca de su formación, de la génesis de su entrega absoluta a la causa de la Revolución y el Socialismo, aseguró:
“Desde que era prácticamente un niño, cuando aún se luchaba en la Sierra y el llano, yo amo a la Revolución por la que he trabajado siempre; es algo que distingue a mi familia, sobre todo por el ejemplo de mis padres, especialmente del viejo; por eso mi posición a través de la historia, ha sido la fidelidad al Comandante en Jefe, al Partido Comunista de Cuba y a mi Revolución.”
Es evidente que este hombre, uno entre tantos integrantes de aquella generación heroica, sintió el más sano orgullo, cuando Fidel la recordó para decirle que, por el esfuerzo de todos, ¡vamos bien!

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