Sin un control total del país, pero envalentonados por el apoyo incondicional de las grandes potencias de occidente y de las fuerzas de la OTAN, los sublevados contra el gobierno legítimo de Libia, comenzaron a crear las condiciones para el “reparto del botín”.
Cuando los patriotas libios, leales a Muamar El Gadhafi, resisten en varios puntos del país, orientados por su líder, los traidores libios y sus oportunistas “aliados”, ya se disponen a saborear su parte de lo que se perfila como un muy dividido “pastel”.
Las fuerzas más siniestras y oscuras del mundo actual, se reunieron en la Ciudad Luz, -¡vaya paradoja!-, con el objetivo de “legalizar” cómo los opositores van a pagar por sus favores a las potencias de Europa y a Estados Unidos, verdaderos protagonistas mediante mercenarios y el empuje militar de la OTAN, de la terrible tragedia que vive hoy el noble pueblo libio.
El feliz anfitrión, Nicolás Sarkozy, presidente de Francia, pero de origen húngaro, se vanaglorió sobre todo, del protagonismo de su gobierno y el del Reino Unido, en la “victoria” sobre el “régimen de terror”, encabezado por El Ghadafi, algo así como una advertencia a los representantes del denominado Consejo Nacional de Transición, acerca de la forma en que debe hacerse el “reparto”.
Llama la atención, aunque no es una sorpresa, que los delegados de la subversión interna en Libia, no olvidaron la parte del guión redactado por occidente, en la que se aclara que en las relaciones económicas a partir de ahora, quedan excluidos Rusia, China y Brasil, que no reconocieron ni reconocen al “Consejo”.
Estamos en presencia de la Danza de los buitres, aspirantes a tomar para sí la mayor tajada de las grandes riquezas del pueblo libio: Petróleo, oro y otros valiosos minerales y, especialmente, la inmensa reserva de agua dulce almacenada en su subsuelo.
Ah, pero es preciso decir que estos buitres occidentales no son como los convencionales, van a picar en grande, no son carroñeros como sus servidores que ya desde antes de ocupar Trípoli, estaban fajados por el poder y los despojos que pudieran dejarle aquellos autotitulados dueños del mundo.
El gran perdedor, por supuesto, es el pueblo libio, masacrado y testigo de la destrucción de su país que había alcanzado los mayores índices de toda África en su nivel de vida y avanzaba firmemente en el perfeccionamiento de un sistema social equitativo y justo.
Ante los ojos de las Naciones Unidas, cuyo Consejo de Seguridad es el promotor por excelencia de las guerras de rapiña, en franca violación de los principios de su cacareada Carta, otro pueblo del Tercer Mundo ve pisoteados sus derechos inalienables. ¿Cuál será el próximo país digno que intenten atacar los buitres: Siria, Irán…?
Pero, ¡ojo! En Libia no se ha dicho aún la última palabra, las tribus leales a El Ghadafi pelean fieramente. La guerra en el desierto puede ser muy larga y provocar el desgaste de las fuerzas invasoras, las cuales no están exentas de sufrir derrotas tan desmoralizantes como aquellas del colonialismo italiano, que tiñeron de sangre el indomable mar de arena.
Cuando los patriotas libios, leales a Muamar El Gadhafi, resisten en varios puntos del país, orientados por su líder, los traidores libios y sus oportunistas “aliados”, ya se disponen a saborear su parte de lo que se perfila como un muy dividido “pastel”.
Las fuerzas más siniestras y oscuras del mundo actual, se reunieron en la Ciudad Luz, -¡vaya paradoja!-, con el objetivo de “legalizar” cómo los opositores van a pagar por sus favores a las potencias de Europa y a Estados Unidos, verdaderos protagonistas mediante mercenarios y el empuje militar de la OTAN, de la terrible tragedia que vive hoy el noble pueblo libio.
El feliz anfitrión, Nicolás Sarkozy, presidente de Francia, pero de origen húngaro, se vanaglorió sobre todo, del protagonismo de su gobierno y el del Reino Unido, en la “victoria” sobre el “régimen de terror”, encabezado por El Ghadafi, algo así como una advertencia a los representantes del denominado Consejo Nacional de Transición, acerca de la forma en que debe hacerse el “reparto”.
Llama la atención, aunque no es una sorpresa, que los delegados de la subversión interna en Libia, no olvidaron la parte del guión redactado por occidente, en la que se aclara que en las relaciones económicas a partir de ahora, quedan excluidos Rusia, China y Brasil, que no reconocieron ni reconocen al “Consejo”.
Estamos en presencia de la Danza de los buitres, aspirantes a tomar para sí la mayor tajada de las grandes riquezas del pueblo libio: Petróleo, oro y otros valiosos minerales y, especialmente, la inmensa reserva de agua dulce almacenada en su subsuelo.
Ah, pero es preciso decir que estos buitres occidentales no son como los convencionales, van a picar en grande, no son carroñeros como sus servidores que ya desde antes de ocupar Trípoli, estaban fajados por el poder y los despojos que pudieran dejarle aquellos autotitulados dueños del mundo.
El gran perdedor, por supuesto, es el pueblo libio, masacrado y testigo de la destrucción de su país que había alcanzado los mayores índices de toda África en su nivel de vida y avanzaba firmemente en el perfeccionamiento de un sistema social equitativo y justo.
Ante los ojos de las Naciones Unidas, cuyo Consejo de Seguridad es el promotor por excelencia de las guerras de rapiña, en franca violación de los principios de su cacareada Carta, otro pueblo del Tercer Mundo ve pisoteados sus derechos inalienables. ¿Cuál será el próximo país digno que intenten atacar los buitres: Siria, Irán…?
Pero, ¡ojo! En Libia no se ha dicho aún la última palabra, las tribus leales a El Ghadafi pelean fieramente. La guerra en el desierto puede ser muy larga y provocar el desgaste de las fuerzas invasoras, las cuales no están exentas de sufrir derrotas tan desmoralizantes como aquellas del colonialismo italiano, que tiñeron de sangre el indomable mar de arena.
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