Camilo en mis recuerdos
De Camilo, de sus hazañas, de su lealtad sin límite a Fidel y a la Revolución, ya tenía referencias, porque en mi casa se escuchaban las transmisiones de Radio Rebelde desde la Sierra Maestra. Y después de la victoria del Primero de Enero de 1959, lo vi por la televisión varias veces. Era un hombre extraordinario y por eso el pueblo lo adoraba.
Pero la imagen de Camilo que prevalece nítida en mis recuerdos es aquella de su encendido discurso, el último, en el acto del 26 de octubre de 1959 frente a la terraza norte del todavía Palacio Presidencial en La Habana.
En mi mente de adolescente con 17 años recién cumplidos, como en la de ningún cubano, podía albergarse la idea de que lo veíamos por última vez. Estaba de visita en casa de una tía, residente en el reparto Naranjo, de Guanabacoa y todos fuimos al multitudinario acto, en el cual se fundaron las Milicias Nacionales Revolucionarias.
Un mar de pueblo ratificó su apoyo a Fidel, al Ejército Rebelde y a la Revolución. Por momentos me sentía “tragado” por la multitud, pero tanto busqué hasta que logré ascender a una especie de escultura, desde la cual pude seguir atentamente las palabras de los oradores de aquella inolvidable noche.
Han transcurrido 48 años y, sin embargo, me parece escuchar las vibrantes palabras de Camilo. En aquel discurso extraordinario se puso de manifiesto su lealtad al Comandante en Jefe, cuando dijo: “Adelante Fidel, el Ejército Rebelde está contigo”.
El homenaje eterno a los compañeros que ofrendaron sus vidas por la causa del pueblo, ocupó un espacio en los pronunciamientos de Camilo, al expresar que solamente nos pondríamos de rodillas ante la tumba de los 20 mil mártires de la Patria para decirles “hermanos, la Revolución está hecha, su sangre no fue derramada en vano”.
Las ideas internacionalistas, de enfrentar a los enemigos donde fuera necesario, quedaron plasmadas por el Héroe de Yaguajay, quien sentenció “esos que luchan, no importa donde, son nuestros hermanos”.
Y cómo olvidar la convicción patriótica de tan ilustre hijo legítimo de esta tierra cuando recordó los encendidos versos de Bonifacio Byrne: “Si deshecha en menudos pedazos/ llega a ser mi bandera algún día/ nuestros muertos alzando los brazos/ la sabrán defender todavía”.
Después de muchos años conocí que no estaba previsto que Camilo hablara aquella noche. Así lo manifestó en una entrevista a la colega María Elena Pacheco Rodríguez, el amigo del Señor de la Vanguardia Jorge Oscar Salazar de la Rosa.
Según esta versión, el comandante Raúl Castro le puso la mano en el hombro a Camilo y le dijo “tú eres el que vas a hablar” a lo que éste respondió que no estaba preparado; pero Raúl insistió: “dí lo que te salga del corazón”. Entonces, sonriente, asintió: “Bueno, si es así, sí”.
Aquel hombre sencillo, valiente, vencedor de cientos de batallas, rebelde por naturaleza; legendario combatiente en las calles junto a los estudiantes; expedicionario del Granma, capitán y comandante de la Sierra y el llano, artífice junto al Che de la gesta invasora; se despedía de su pueblo querido, sin saberlo, aquel histórico 26 de octubre de 1959.
Dos días después y tras cumplir la tarea de aprehender al traidor Húbert Matos, en aquel entonces jefe del Ejército Rebelde en la provincia de Camagüey; abordó el avión Cessna 310 que lo conduciría a La Habana; el cual desapareció sin dejar rastros.
La búsqueda fue intensa por tierra y por mar; pero ante la triste realidad, el pueblo, ese en el que hay tantos Camilos, lloró de un extremo a otro de este verde caimán y casi medio siglo después, no solo lo recuerda todos los días, sino que, cada 28 de octubre, convierte en jardines multicolores los mares, las presas y los ríos, en ofrenda eterna a su memoria.
De Camilo, de sus hazañas, de su lealtad sin límite a Fidel y a la Revolución, ya tenía referencias, porque en mi casa se escuchaban las transmisiones de Radio Rebelde desde la Sierra Maestra. Y después de la victoria del Primero de Enero de 1959, lo vi por la televisión varias veces. Era un hombre extraordinario y por eso el pueblo lo adoraba.
Pero la imagen de Camilo que prevalece nítida en mis recuerdos es aquella de su encendido discurso, el último, en el acto del 26 de octubre de 1959 frente a la terraza norte del todavía Palacio Presidencial en La Habana.
En mi mente de adolescente con 17 años recién cumplidos, como en la de ningún cubano, podía albergarse la idea de que lo veíamos por última vez. Estaba de visita en casa de una tía, residente en el reparto Naranjo, de Guanabacoa y todos fuimos al multitudinario acto, en el cual se fundaron las Milicias Nacionales Revolucionarias.
Un mar de pueblo ratificó su apoyo a Fidel, al Ejército Rebelde y a la Revolución. Por momentos me sentía “tragado” por la multitud, pero tanto busqué hasta que logré ascender a una especie de escultura, desde la cual pude seguir atentamente las palabras de los oradores de aquella inolvidable noche.
Han transcurrido 48 años y, sin embargo, me parece escuchar las vibrantes palabras de Camilo. En aquel discurso extraordinario se puso de manifiesto su lealtad al Comandante en Jefe, cuando dijo: “Adelante Fidel, el Ejército Rebelde está contigo”.
El homenaje eterno a los compañeros que ofrendaron sus vidas por la causa del pueblo, ocupó un espacio en los pronunciamientos de Camilo, al expresar que solamente nos pondríamos de rodillas ante la tumba de los 20 mil mártires de la Patria para decirles “hermanos, la Revolución está hecha, su sangre no fue derramada en vano”.
Las ideas internacionalistas, de enfrentar a los enemigos donde fuera necesario, quedaron plasmadas por el Héroe de Yaguajay, quien sentenció “esos que luchan, no importa donde, son nuestros hermanos”.
Y cómo olvidar la convicción patriótica de tan ilustre hijo legítimo de esta tierra cuando recordó los encendidos versos de Bonifacio Byrne: “Si deshecha en menudos pedazos/ llega a ser mi bandera algún día/ nuestros muertos alzando los brazos/ la sabrán defender todavía”.
Después de muchos años conocí que no estaba previsto que Camilo hablara aquella noche. Así lo manifestó en una entrevista a la colega María Elena Pacheco Rodríguez, el amigo del Señor de la Vanguardia Jorge Oscar Salazar de la Rosa.
Según esta versión, el comandante Raúl Castro le puso la mano en el hombro a Camilo y le dijo “tú eres el que vas a hablar” a lo que éste respondió que no estaba preparado; pero Raúl insistió: “dí lo que te salga del corazón”. Entonces, sonriente, asintió: “Bueno, si es así, sí”.
Aquel hombre sencillo, valiente, vencedor de cientos de batallas, rebelde por naturaleza; legendario combatiente en las calles junto a los estudiantes; expedicionario del Granma, capitán y comandante de la Sierra y el llano, artífice junto al Che de la gesta invasora; se despedía de su pueblo querido, sin saberlo, aquel histórico 26 de octubre de 1959.
Dos días después y tras cumplir la tarea de aprehender al traidor Húbert Matos, en aquel entonces jefe del Ejército Rebelde en la provincia de Camagüey; abordó el avión Cessna 310 que lo conduciría a La Habana; el cual desapareció sin dejar rastros.
La búsqueda fue intensa por tierra y por mar; pero ante la triste realidad, el pueblo, ese en el que hay tantos Camilos, lloró de un extremo a otro de este verde caimán y casi medio siglo después, no solo lo recuerda todos los días, sino que, cada 28 de octubre, convierte en jardines multicolores los mares, las presas y los ríos, en ofrenda eterna a su memoria.
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