Por Disnardo Zaldivar Giro y Mariluz Rodríguez Trujillo.
La práctica deportiva por parte de los adolescentes con discapacidad por traumas motores debe valorarse no tan solo como vehículo de las técnicas puras del deporte sino como medio de adquisición de normas y pautas deportivas, con aplicación en sus conductas y para enriquecimiento y educación de su estima personal.
A nivel de la práctica deportiva el discapacitado debe considerarse capaz de realizar cualquier tipo de actividad reglada, teniendo presente su capacidad de rendimiento físico y moderado por el grado de deficiencia del individuo. Sabemos que la vida de los deficientes está aún más delimitada que para una persona normal, que debe someterse alas premisas de convivencia y situación ciudadana. Pero además y por el hecho de su discapacidad está sometida a un marcaje mayor en el ámbito de la búsqueda de sensaciones placenteras, de realización social y personal.
Un camino válido que va a favorecer el desarrollo individual es el campo del movimiento físico donde en primer lugar nos encontramos con movimientos incontrolados, fruto de la necesidad de expresión interior y de la búsqueda de sensaciones placenteras de libertad en donde las normas y las reglas no corten la posibilidad de favorecer la salida al interior o al exterior de las necesidades de autoafirmación de la persona.
Las exigencias pedagógicas pueden suponer un alto grado de frustración al no alcanzar el sujeto el nivel necesario por lo tanto la acumulación de situaciones frustrantes puede llegar a desencadenar un desequilibrio importante en el individuo provocando cambios de carácter que agravan más su deficiencia.
A través del movimiento el individuo tiene la posibilidad de buscar ese ansiado equilibrio, esa necesidad de sentirse bien a través de la autoafirmación física en la que la persona se siente capaz de realizar actividades y movimientos que quizás para un observador avezado puedan parecer erráticos y sin una meta final, pero cuyo fin viene limitado por el mismo individuo.
La actividad corporal y el movimiento conducen al fin de la mejora de la condición física, pero es solo cuando estas actividades están delimitadas y regladas por normas, cuando empieza el deporte, cuyas metas están marcadas por un objetivo final como meter el gol, encestar la canasta.
Evidentemente, en el caso de los discapacitados someterse a un determinado número de reglas en la actividad deportiva supone cierto rechazo por lo cual es primordial la adquisición temprana de normas deportivas en donde la sociabilidad del individuo juega un papel fundamental como la aceptación plena de la convivencia con otros compañeros gracias a los cuales pueden conseguir la meta propuesta.
El deporte es la forma más natural de fisioterápica y rehabilitación. Se ha podido comprobar que el deporte realizado por discapacitado bien practicado consigue desarrollar la autoestima, el respeto, espíritu combativo, la camaradería, afán de superación, perfeccionamiento físico y sentirse importante.
La ventaje del deporte para discapacitado radica en su valor recreativo que ofrece una motivación adicional e estas personas, contrarresta las actitudes psicológicas anormales y antisociales y acelera la integración a todas las actividades de la comunidad.
La práctica deportiva por parte de los adolescentes con discapacidad por traumas motores debe valorarse no tan solo como vehículo de las técnicas puras del deporte sino como medio de adquisición de normas y pautas deportivas, con aplicación en sus conductas y para enriquecimiento y educación de su estima personal.
A nivel de la práctica deportiva el discapacitado debe considerarse capaz de realizar cualquier tipo de actividad reglada, teniendo presente su capacidad de rendimiento físico y moderado por el grado de deficiencia del individuo. Sabemos que la vida de los deficientes está aún más delimitada que para una persona normal, que debe someterse alas premisas de convivencia y situación ciudadana. Pero además y por el hecho de su discapacidad está sometida a un marcaje mayor en el ámbito de la búsqueda de sensaciones placenteras, de realización social y personal.
Un camino válido que va a favorecer el desarrollo individual es el campo del movimiento físico donde en primer lugar nos encontramos con movimientos incontrolados, fruto de la necesidad de expresión interior y de la búsqueda de sensaciones placenteras de libertad en donde las normas y las reglas no corten la posibilidad de favorecer la salida al interior o al exterior de las necesidades de autoafirmación de la persona.
Las exigencias pedagógicas pueden suponer un alto grado de frustración al no alcanzar el sujeto el nivel necesario por lo tanto la acumulación de situaciones frustrantes puede llegar a desencadenar un desequilibrio importante en el individuo provocando cambios de carácter que agravan más su deficiencia.
A través del movimiento el individuo tiene la posibilidad de buscar ese ansiado equilibrio, esa necesidad de sentirse bien a través de la autoafirmación física en la que la persona se siente capaz de realizar actividades y movimientos que quizás para un observador avezado puedan parecer erráticos y sin una meta final, pero cuyo fin viene limitado por el mismo individuo.
La actividad corporal y el movimiento conducen al fin de la mejora de la condición física, pero es solo cuando estas actividades están delimitadas y regladas por normas, cuando empieza el deporte, cuyas metas están marcadas por un objetivo final como meter el gol, encestar la canasta.
Evidentemente, en el caso de los discapacitados someterse a un determinado número de reglas en la actividad deportiva supone cierto rechazo por lo cual es primordial la adquisición temprana de normas deportivas en donde la sociabilidad del individuo juega un papel fundamental como la aceptación plena de la convivencia con otros compañeros gracias a los cuales pueden conseguir la meta propuesta.
El deporte es la forma más natural de fisioterápica y rehabilitación. Se ha podido comprobar que el deporte realizado por discapacitado bien practicado consigue desarrollar la autoestima, el respeto, espíritu combativo, la camaradería, afán de superación, perfeccionamiento físico y sentirse importante.
La ventaje del deporte para discapacitado radica en su valor recreativo que ofrece una motivación adicional e estas personas, contrarresta las actitudes psicológicas anormales y antisociales y acelera la integración a todas las actividades de la comunidad.
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