Decidí tomarme un tiempo, no muy largo por supuesto, para reflexionar y no
emitir juicios precipitados sobre lo ocurrido en la Serie del Caribe de Béisbol
en Isla Margarita, Venezuela, con el añorado regreso del campeón cubano a ese
clásico del cual fuera fundadora la Mayor de Las Antillas. Y espero, como la
mayoría de sus habitantes, que la dirección de nuestra pelota sea lo
suficientemente realista para aprender la lección.
Considero que el primer elemento a revisar es ese que nos lleva a
sobrestimar la calidad de nuestro béisbol y a desconocer, por tanto, que los
errores cometidos provocaron que, mientras en otros países, incluidos aquellos
presas fáciles de Cuba 15 años atrás, lograron avanzar y desarrollarse, aquí
nos encerramos en una urna de cristal y, evidentemente, quedamos detenidos en el tiempo.
En la práctica, el concepto de que, en béisbol, Cuba es el ombligo del
mundo, es absolutamente falso. Nuestra pelota, heredera de una tradición de
casi siglo y medio de historia, parte esencial de nuestra cultura y del
espíritu de la nación, sigue siendo cantera inagotable de jugadores capaces de
brillar en los más exigentes circuitos del Planeta, necesitan un torneo
doméstico que, pese a su buena organización y desarrollo, está urgido de una
etapa élite donde se concentre la calidad.
Todos los amantes del béisbol en Cuba y, estoy seguro que en América Latina,
estamos contentos con nuestro regreso a la Serie del Caribe y abogamos porque
el monarca nacional se mantenga en ese circuito, no solo de invitado, sino como
miembro pleno de la Confederación que ayudó a crear y que animó durante 12 ediciones,
en siete de las cuales se alzó con el gallardete; de la misma manera que
sufrimos el dolor de una actuación que nada tiene que ver con el verdadero
nivel cualitativo que tantas estrellas aportó y aporta a la llamada Gran Carpa.
En mi opinión, entre las causas de lo que considero un descalabro mayúsculo
y que ya lacera el prestigioso quehacer beisbolero de la Isla por los hasta
irrespetuosos comentarios de medios de
prensa del mundo, sobresale el desconocimiento o la subestimación de la calidad
de la pelota que se juega en la región y el empeño de cada atleta por defender
con toda el alma de manera única para los profesionales hasta el surgimiento
del Clásico, la camiseta de su Patria.
Ese fue el primer motivo, además de que nuestros técnicos no fueron capaces
de reforzar debidamente al Villa Clara y al escoger los hombres no tuvieron en
cuenta las necesidades reales, ni valoraron la forma de los mismos en el momento del
compromiso, por lo que se basaron en su nombre e historia y, además
subestimaron tanto la competencia que insistieron en llevar a Ariel Pestano, lastimado,
imposibilitado de ayudar al objetivo del equipo. Son muchos los que se
preguntan, incluido yo, ¿quién calzaba los arreos en una posición tan difícil si
Yulexis La Rosa se hubiera lesionado?
Hay otras muchas interrogantes: ¿Si Villa Clara tenía listos a dos
excelentes camareros como Andy Sarduy y Dánel Castro, por qué incluir a un José
Miguel Fernández, gran pelotero, pero metido en su peor campaña ofensiva en
este momento? ¿Por qué incluir a un Ismel Jiménez que vive la más triste etapa
de su carrera? Si los técnicos cubanos
saben que en las ligas profesionales de la región, como en todo este mundo,
abundan los bateadores zurdos y ambidextros, ¿por qué no pensaron en el joven
tirador pinareño Julio Alfredo Martínez, envuelto en un torneo de ensueño?
Ante el compromiso de enfrentar una Serie del Caribe a la que asisten
equipos cuajados de peloteros formados, curtidos, con oficio y apegados a las características
de lo que muchos llaman el béisbol moderno, ¿por qué nuestros especialistas se
olvidaron de reforzar el pitcheo con uno de los abridores estelares del patio
como Vladimir García y de llamar a José Ángel García y a Carlos Juan Viera, los
mejores cerradores de la actualidad?
Infelizmente, hay más. Es cierto que en Cuba no hemos asumido, por error
evidente, la formación y preparación de los lanzadores para su especialización,
pero si esa es una característica actualizada del béisbol mundial, debimos
adaptarnos. No es acaso una barbaridad de Ramón Moré y de su principal asesor
técnico, Víctor Mesa, a quienes reconozco como entrenadores avezados, relevar a
Freddy Asiel Álvarez en el mismo juego de apertura, con Ismel Jiménez que
supuestamente era el segundo abridor del equipo? Debo pensar que no había toda
la confianza en quienes tenían asignada la función de apagafuegos.
Ante estas consideraciones creo que todo lo demás se infiere. No obstante,
el poco feliz retorno a la Serie del Caribe, pudo ser maquillado al final con
la extraordinaria labor de Vicyoandri Odelín que, justo es reconocerlo, no lo
consideré idóneo para ser refuerzo, y la merecida inclusión de Yuniet Flores y
Ramón Lunar en el equipo Todos Estrellas.
Por lo demás, espero un profundo análisis que lleve a considerar uno de los
principios del concepto de Revolución expuesto por nuestro Comandante en Jefe
Fidel Castro Ruz y, que para bien, en la pelota se cambie todo lo que deba ser
cambiado, incluido el rescate de la Serie Selectiva, la etapa élite del
béisbol cubano, porque desde que
desapareció, no ganamos internacionalmente. ¿Por qué será? ¡Ojala que aprendamos
la lección¡
Etiquetas: Béisbol, Serie del Caribe, Isla Margarita, Venezuela, Cuba, República Dominicana, México, Puerto Rico
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