lunes, abril 12, 2010

¿Volverá el béisbol al Programa Olímpico?
Las Tunas, Cuba.- Después de su efímera presencia en el Programa de los Juegos Olímpicos, de Barcelona-92 hasta Beijing-2008, el béisbol pugna por obtener su regreso para la edición de 2016 en Londres, Reino Unido, algo que, en mi opinión, es una quimera por varias razones, una de ellas la ausencia de los mejores jugadores del mundo y especialmente los de las grandes ligas de Estados Unidos.
La gran cita del deporte mundial se realiza en el verano, período en el cual está, en pleno apogeo, el Big Show estadounidense y también los torneos profesionales de Japón, Corea y las campañas de otros países con tradición y fuerza en Europa, como Holanda e Italia, además de no tener la posibilidad de utilizar a sus nacionales que cumplen contratos allende los mares.
Pero hay un elemento ajeno a esta situación que conspira contra el béisbol en su cruzada por regresar al concierto olímpico: la excesiva demora de los partidos, algo que atenta contra los planes de transmisiones de televisión y radio, además del rechazo del público por obstaculizar la posibilidad de ver otros deportes, salvo que la sede sea un país eminentemente pelotero.
El Comité Olímpico Internacional está dominado por funcionarios en su mayoría europeos, zona geográfica donde todavía el béisbol no ha podido ni siquiera acercarse a la popularidad de otras disciplinas como el fútbol, el baloncesto, el voleibol, el tenis, el atletismo, el balonmano y el hockey sobre césped, por mencionar los que más público arrastran.
Como se puede observar, todas las disciplinas mencionadas tienen un horario límite, se pueden planificar para las transmisiones de la televisión y la radio; permiten que los organizadores manejen los calendarios de manera tal que no coincidan unas con otras, en aras de propiciar una mayor entrada de público. En el béisbol, como todos sabemos, se sabe cuando comienza un partido, mas ¿quién puede asegurar la hora de su término, incluso en caso de celebrarse solo los nueve episodios establecidos?
En el afán de reducir el tiempo de los encuentros de béisbol, la Federación Internacional (IBAF) ha implementado algunas medidas, la más sonada de ellas, aquella aplicada en el programa de los Juegos de Beijing-2008, la cual determinó que si no había decisión en 10 capítulos, en el onceno el equipo visitador tenía derecho a situar corredores en primera y segunda sin out. ¡Qué disparate!
No me cabe la menor duda de que no es esa la manera de reducir la demora innecesaria de los juegos de pelota, hay muchas maneras de aumentar el ritmo de las acciones, de hacer más ameno su desarrollo, de evitar que los aficionados, desde el más conocedor, hasta el que intenta entenderlo; no se aburran y abandonen las gradas.
Es una realidad que en la mayoría de los países que practican el deporte de las bolas y los strikes y, especialmente en Estados Unidos, los juegos se han convertido en un gran espectáculo, en un enorme show propagandístico de las firmas comerciales, de las grandes cadenas de radio y televisión. Lo que allí importa es el negocio, da igual si se extiende por tres o por seis horas, en todo caso, si es más largo, mejor.
En Cuba, sin embargo; no existe esa situación propia del capitalismo, ¿por qué, entonces, los juegos de nuestra Serie Nacional son tan demorados, cómo es posible que los aficionados en los estadios o los televidentes en sus casas, se ven obligados a permanecer hasta cinco horas o más para conocer el desenlace? Los organizadores del evento y, sobre todo los árbitros, son los máximos responsables.
En la pelota cubana de la república neocolonial, los partidos comenzaban a las 9:00 PM, con el tradicional cañonazo disparado desde la fortaleza de La Cabaña en La Habana, y era muy raro, casi excepcional; que llegaran a la media noche. El trabajo de los árbitros, quienes aplicaban la reglamentación en todos los sentidos, dinamizaba el desarrollo de las acciones, evitaba que llegaran los bostezos.
Por la tradición de nuestro béisbol, al comenzar las series nacionales, la agilidad, el ritmo de los juegos se mantuvo, era difícil que llegaran a las tres horas de duración. ¿Por qué?
Todos los jugadores de los equipos entraban y salían juntos al terreno, en carrera. Las protestas eran muy limitadas en cuanto a las decisiones de apreciación de los árbitros y, en sentido general, había una dinámica mayor, la cual evitaba la monotonía que encontramos hoy en nuestra pelota.
Soy de la opinión de que, en la actualidad, necesitamos un mayor control de los árbitros y aplicación, con rigor, de reglas existentes, para que el promedio de tiempo no rebase las dos horas y media.
Considero que no debe admitirse que el comienzo de una entrada se atrase porque un jugador se quedó en el banco y después que todo esté listo, entonces el rezagado se incorpore lentamente a su posición; de la misma manera que no se puede aceptar que un atleta no esté en el círculo de espera, como ocurre con bastante regularidad.
Hay dos cosas que se complementan en cuanto a demoras innecesarias en un partido: el lanzador debe ser sancionado con una bola para el hombre en turno cuando sin corredores en circulación, se demora más de los 12 segundos en la posición de set; de la misma manera que no se debe permitir al bateador solicitar tiempo dos, tres y hasta cuatro veces en una comparecencia.
¿Por qué si cuando el mentor o el técnico de pitcheo salen por segunda vez en una entrada a la lomita, debe producirse la sustitución automática del lanzador, se permite que converse con él y dilate, a veces por dos o tres minutos, la llegada del relevista?
Cuando esa situación exista, el árbitro debe exigir que, desde que el directivo sale hacia el box, el apagafuegos tiene que emerger del bulpén. La sustitución es obligatoria y nada explica esa demora innecesaria.
Es habitual que se diga que cuando a un árbitro le protestan de manera continuada y no hay una medida de control, es porque el juego se le va de la mano. Esa es una gran verdad y constituye uno de los elementos dilatorios del partido de béisbol.
Si los árbitros aplican todas las medidas de control en un partido, si obligan a un alto ritmo de cada acción, si no permiten que se produzcan demoras innecesarias, no habrá necesidad de adoptar regulaciones que echen por tierra la belleza, la armonía y el dinamismo del deporte de las bolas y los strikes.
Hay otra situación que atenta actualmente contra el ritmo de juego y es, cuando en el final del quinto inning, los árbitros beben agua y café mientras el área del home plate es remarcada. Ese momento se dilata demasiado y sobre todo, por la presencia de presentaciones artísticas o de carácter deportivo que se extienden a veces más allá de los 15 minutos.
La extensión de los juegos de pelota puede ser reducida en Cuba sin necesidad de aplicar reglamentaciones extrañas, ajenas a la esencia del béisbol. Lograrlo constituye un aporte considerable de nuestro país a la cruzada por el regreso al Programa Olímpico, no importa que en esta y otras latitudes, haya naciones a las que solo les interesen sus jugosos negocios.
Ante la realidad del mundo de hoy, en el que el deporte en general y el béisbol en particular, está minado por la comercialización, por el profesionalismo; me declaro escéptico acerca de un regreso del béisbol a los Juegos Olímpicos, al menos en en las ediciones de 2016 y 2020.
La cruzada a favor de este deporte, no obstante, tiene que mantenerse e incrementarse y mientras tanto, en Cuba debemos agotar los recursos que existen para evitar las demoras innecesarias con el objetivo de que la pelota siga deleitando a más de 11 millones de personas apasionadas por su principal pasatiempo nacional.





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