Durante los últimos años, en los
cuales la pelota cubana se vio languidecer en cuanto a los resultados
internacionales y no pocos dentro y fuera de la Isla consideraron y, en alguna medida,
consideran, que dejó de ser una potencia, lo real desde mi punto de vista es
que la organización rectora ha estado empeñada en buscar una quinta pata al
gato, cuando éste solo tiene cuatro.
La frase, utilizada por los
cubanos para graficar algo que se está haciendo mal cuando la solución es obvia
y la tenemos delante de nosotros, se me ocurre porque tengo la impresión de que
es inadmisible no darse cuenta cómo desde el momento mismo de ser eliminado el
torneo élite de la pelota nacional, la Serie Selectiva, las
selecciones del país bajaron su rendimiento en las competencias de mayor rango.
La última contienda selectiva fue
la de 2004, ganada por Orientales y en la cual cuatro equipos concentraron lo
mejor de cada posición. Hasta ese momento, bateadores y lanzadores enfrentaron
el máximo de calidad y por eso, muchos de quienes alcanzaban altos rendimientos
en la Serie Nacional,
no lograban nada ni parecido en un calendario mucho más riguroso.
Al desterrarse la Selectiva, bajó el techo
de la pelota cubana con poco y a veces ningún tope frente a equipos de otros
circuitos de América y mucho menos de Asia, donde países como Japón, Corea del
Sur y China Taipei, consiguieron elevar considerablemente la calidad de su
béisbol. El evidente estancamiento en que se sumió nuestro deporte nacional
provocó que hasta naciones de Europa como Holanda, por ejemplo, cuyos equipos
eran vapuleados en los eventos internacionales, en los últimos años se
erigieran verdugos de la
Tricolor.
Es así que tras la última
Selectiva, Cuba ganó el torneo beisbolero de los Juegos Olímpicos de
Atenas-2004 y la Copa
del Mundo de Holanda en el 2005, para luego brillar en el I Clásico Mundial de
2006, con un subtítulo que dejó atónitos a los especialistas, muchos de los
cuales auguraban que no podría rebasar la primera fase. Después vino la debacle
y jamás se ha podido subir a lo más alto del podio en los eventos del máximo
nivel.
Y es que no es lo mismo que los
bateadores enfrenten a los 192 lanzadores agrupados en los 16 conjuntos de la Serie Nacional, de quienes solo
alrededor de medio centenar alcanza un máximo de rendimiento, que tratar de
producir contra un pitcheo concentrado y viceversa. Esa es la razón por la cual
nuestros mejores hombres a la ofensiva bajaron su producción de manera tan
notable en los grandes eventos de los últimos nueve años.
La Serie Nacional de Béisbol es el
espectáculo por excelencia del pueblo cubano, es su gran pasión y es preciso
mantenerla, pero es imprescindible rescatar la Selectiva, elevar el
techo de nuestra pelota, concentrar la calidad y lograr, de esa manera, que a
la nómina de la Selección
tricolor lleguen los más capaces, aquellos que brillen al más alto nivel
posible dentro del país.
Es cierto que la Comisión Nacional
busca fórmulas para revertir la situación que se afronta y aplicó el cambio de
calendario con la etapa de clasificación de ocho equipos en 45 juegos, la fase
élite para determinar el campeón, previo reforzamiento de los contendientes,
pero esas medidas no podrán jamás, por lo menos desde mi punto de vista,
sustituir el nivel cualitativo que significa un torneo selectivo.
Ahora, como parte de los cambios
que se realizan en la sociedad cubana, siempre en aras de perfeccionar nuestro
socialismo y preservar las grandes conquistas de la Revolución, se aplicará
la remuneración a los atletas de alto rendimiento, una fórmula dirigida a
estimular a los que más se esfuercen por brindar un espectáculo de calidad. No
hay dudas que este es un paso de avance importante, el cual es muy bien
recibido, pero no es por sí solo la solución a los problemas del deporte en
general y de la pelota en particular, sobre los que debe seguirse trabajando.
Soy del criterio de que en la
pelota debía conformarse un calendario de Serie Nacional en el que se celebren
60 partidos, cuatro frente a cada rival y ocho clasificados que protagonizarían
series de tres encuentros a ganar dos a base de 1-8, 2-7, 3-6 y 5-4, los
vencedores chocarían de forma cruzada de 5-3, los perdedores buscarían el
bronce en un solo juego y los victoriosos discutirían el título de Cuba en play
off de 7-4.
Después de tener un Campeón
Nacional, la Comisión
de Béisbol en reunión con los directores de todos los equipos de la contienda,
procedería a conformar cuatro equipos para la Serie Selectiva. Los más destacados
de Guantánamo, Santiago, Granma, Holguín y Las Tunas formarían Orientales, los
de Camagüey, Ciego de Ávila, Sancti Spíritus y Villa Clara harían la nómina de
Centrales; los de Cienfuegos, Matanzas y Pinar del Río, se convertirían en
Occidentales y los de mejores resultados de Industriales, Artemisa, Mayabeque e
Isla de la Juventud,
darían vida a La Habana,
Las escuadras de 27 jugadores
agruparían a lo mejor de cada posición en el país y ofrecerían un espectáculo
de altísima calidad en un calendario de 45 juegos, es decir, 15 frente a cada
rival. Al final habría un campeón y los técnicos estarían en condiciones de
escoger una preselección nacional capaz de recuperar para Cuba, la posición de
vanguardia en el concierto internacional.
Es por eso que tengo el
convencimiento de que la solución está a la vista de los encargados de dirigir
nuestro béisbol, de actuar en consecuencia con lo que la vida ha probado
meridianamente. Basta de dar palos a ciega, de buscar una quinta pata al gato
cuando sabemos que solo tiene cuatro; si al eliminar la Selectiva los resultados
bajaron de manera alarmante, ¿qué esperamos para recuperar nuestro torneo
élite?
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