miércoles, octubre 02, 2013

Duelo en la familia beisbolera: Falleció Eliécer Velázquez Alonso



Este martes primero de septiembre, una noticia enlutó a la familia beisbolera de Las Tunas y de Cuba, miles de personas: familiares, amigos, aficionados, sentimos como el pecho se oprimía al conocer del fallecimiento, a causa de una cruel enfermedad, de uno de los más grandes lanzadores en la historia de la pelota cubana, el zurdo Eliécer Velázquez Alonso.
Hijo mayor  del mártir de la Revolución Evelio Velázquez Pupo y sobrino de otro valiente que entregó su vida por librar al pueblo del tirano Batista, Ernesto Velázquez Pupo, Eliécer nació en un hogar humilde, lleno de privaciones que aumentaron con la caída de su progenitor y provocaron que, aún en la adolescencia, debió trabajar en lo que apareciera para ayudar al sustento.
Siempre tuvo buen carácter y formó parte de la generación de muchachos de los repartos Sosa y Casa Piedra, todos de familias pobres, que compartieron pupitres en la escuela pública en la cual impartía clases Clara Luz Hevia (Clarita) y los juegos propios de la edad, especialmente la pelota, la cual tenía como centro el “cuadro” de la sabana aledaña a la casona que fuera asiento de compañías norteamericanas de cítricos a principios del siglo 20, en el que surgieron figuras descollantes del béisbol local.
En los años de su adolescencia, Eliécer prácticamente no jugaba, pero siempre acompañaba a los equipos del barrio que realizaban encuentros en pueblos cercanos o en barrios rurales, en los cuales la pelota era una verdadera pasión. Me sorprendió que, luego de pasar alrededor de tres años trabajando en la zona de Cienfuegos, de la antigua provincia de Las Villas, de regreso en casa conocí que mi amigo el zurdo se había convertido en un excelente lanzador y ya estaba involucrado en el torneo de la Zona Oriental con la selección Mineros.
Rápidamente Eliécer se convirtió en un pítcher de primera línea, hasta debutar en series nacionales con el equipo Oriente, en el cual fue abridor y comenzó a trazar un camino que lo llevó a ser considerado entre los tres o cuatro mejores tiradores cubanos del mal llamado brazo equivocado, sobre todo cuando tiró aquel extraordinario partido frente a los Azucareros en la campaña número 10 en 1971, al trabajar durante 17,1 capítulos con empate a una carrera. Al final perdió, pero ofreció una verdadera disertación de buen pitcheo.
El zurdo del reparto Sosa se cubrió de gloria en la siguiente contienda, la número 11, en 1972, cuando estableció un récord de 44 escones consecutivos, con el cual dejó atrás la cota de 42 en poder del capitalino Manuel Hurtado. Eliécer fue un puntal en el staff del portentoso Mineros de Roberto Ledo que eslabonó una fabulosa cadena de 27 victorias al hilo, marca que está vigente y será muy difícil no solo de superar, sino de igualar.
Eliécer Velázquez, quien realmente extendió su cadena de escones hasta 46,1 porque en su posterior salida sacó dos capítulos y el primer out del tercero frente a los Azucareros, hasta que Silvio Montejo le conectó jonrón, debió abandonar el béisbol activo todavía joven por padecer de reumatismo, el cual le afectó las piernas al extremo de limitarlo en su vida laboral.
Fue un serpentinero de control excepcional y en seis series nacionales, lanzó en 71 partidos, 58 de ellos de abridor, completó 20 y relevó 13, con balance de 24 triunfos y 24 reveses, pero lo más significativo es que 13 de sus victorias fueron por la vía de la lechada, para convertirse en el único lanzador en la historia de las series nacionales que ha logrado más del 50 por ciento de sus sonrisas por la vía de los nueve ceros.
La prueba de su extraordinario control es que en 407,1 innings lanzados solo regaló 61 bases por bolas, para un portentoso promedio de 0,86 por juego completo, en tanto que admitió 132 carreras, 91 de ellas limpias para una excelente efectividad de 2,01 y los bateadores contrarios solo pudieron conectarle para anémico average de 210.
Más de una vez, Eliécer Velázquez mereció vestir el uniforme del equipo Cuba, pero lamentablemente le estamos diciendo adiós sin que pudiera sentir ese orgullo que es el sueño de todo pelotero de nuestro Verde Caimán Antillano, dispuesto a defender la enseña tricolor con el único objetivo de ganar medallas y títulos para su pueblo.
Hoy despedimos a una gloria indiscutida del béisbol y del deporte cubano, a un hombre que supo brillar desde la lomita del box con amor, entrega y sencillez absolutas, que cuidó de la autora de sus días y de sus hermanos, que amó entrañablemente a su esposa y a su hijo, que por su comportamiento ante la vida constituye un profundo homenaje a la memoria de su padre y de su tío, al contribuir a la consolidación de la sociedad justa por la que ellos derramaron su sangre generosa.
Hasta siempre, Eliécer, amigo, hermano del alma. No te marchas, te quedas con nosotros, porque tus hazañas vivirán eternamente en la mente y los corazones de los que amamos el béisbol. En cada jornada, a grada repleta en tu querido estadio Julio Antonio Mella, lanzarás junto a quienes seguirán tu ejemplo, serán tuyas las curvas que concreten ponches y sumen nuevas victorias. Siempre serás nuestro abridor de lujo. ¡Qué en paz descanses, hermano mío!

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