miércoles, octubre 02, 2013

La grata visita de un hermano querido



El jueves 19 de septiembre y en momentos en que iniciaba la recuperación de una operación de catarata en el ojo derecho, llegó desde La Habana un hermano querido, hermano del alma, aunque no de sangre, Noyde Rodríguez Verdecia (el segundo de derecha a izquierda en la foto), quien decidió dar una vuelta para disfrutar del Carnaval de Las Tunas-2013.
Por supuesto que Noyde me había llamado para comunicarme que vendría y sabía que yo estaba convaleciente, apoyado por mi hermano Luis Orlando, quien se encarga de las tareas domésticas hasta que terminen mis días de reposo, pero que podía contar con su alojamiento y atención mientras nos acompañara durante los días de estancia aquí.
Aunque yo no pude acompañarlo en sus andanzas en el Carnaval, si tuvo un guía perfecto, mi hermano más joven, Amado, con quien desandó las calles henchidas de fiesta, cervezas, comida y los desfiles de carrozas, congas y comparsas, claro que sin dejar de “bautizarse” con los aguaceros que, invariablemente, año por año, caracterizan a las festividades populares de Las Tunas desde el surgimiento mismo. Se asegura, por tanto, que para carnavalear en esta ciudad, balcón del Oriente Cubano, es preciso mojarse.
Durante siete días, mi amigo Noyde estuvo por estos predios: fiestó, visitó a sus familiares aquí en Las Tunas y en Puerto Padre y al partir nos dejó la nostalgia de su carácter alegre y sincero, de su cariño que ha perdurado por alrededor de 55 años, desde que jugábamos pelota juntos en Casa Piedra, cuando éramos muchachos y compartiamos las andanzas por las plantaciones de mangos, la pesca y el baño en los ríos cercanos, especialmente de Río Potrero y La Canoa, además de una laguna en lo que fuera una cantera cercana al pueblo y que para la muchachada era La Playita.
A este hermano siempre me unió una amistad entrañable y cuando nos dejamos de ver por muchísimos años, luego de su presencia en la Marina de Guerra, las Fuerzas Armadas Revolucionarias, sus estudios en la Unión Soviética y las misiones internacionalistas en Guinea y Angola hasta alcanzar el grado de Teniente Coronel, el reencuentro, que fue inicialmente a través del teléfono, resultó extraordinariamente emotivo.
Siempre nos recordamos el uno al otro y una muestra de cuanto cariño siento por él, es que mi segundo hijo, hoy especialista de segundo grado en Oncología, lleva por nombre Noyde en homenaje al amigo querido, al hermano del alma, algo que él considera un honor y que lo manifiesta con orgullo manifiesto.
Por eso estos días que pasé acompañado por mi gran amigo Noyde Rodríguez Verdecia, constituyeron un verdadero bálsamo, una medicina adicional para recuperarme de los males que me aquejan cuando estoy a solo unos días de cumplir mi 71 aniversario.

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