sábado, septiembre 13, 2008

Aniversario 50 del asalto al cuartel de Masferrer
El “Moncada” de Las Tunas
Las Tunas, Cuba (Periódico 26).- Después de la victoria rebelde sobre la ofensiva de las tropas élite de la tiranía batistiana, en el verano de 1958, a lo largo del país y, especialmente en el indómito Oriente, la guerrilla golpeaba de manera cotidiana al extremo de que los militares apenas salían de sus cuarteles.
En ese contexto, el 15 de septiembre de 1958, ocurrió uno de los hechos más relevantes de la lucha en esta zona del extremo oeste oriental; el asalto al cuartel de los llamados tigres de Masferrer, ubicado en áreas del reparto Santos, aislado en las afueras de la ciudad, junto a la carretera de Puerto Padre.
El entonces primer teniente del Ejército Rebelde, Concepción Rivero, quien terminó la guerra de Capitán, asumió la responsabilidad de ejecutar una misión de envergadura que mostrara la fuerza de la guerrilla en esta zona, aunque solo disponía de 27 hombres con poco armamento y escaso de municiones.
Según el testimonio de Jorge Pérez González que formaba parte del grupo y tenía a la sazón 20 años de edad; la idea inicial era tomar y quemar la estación del ferrocarril central (El Paradero), pero una información que aseguraba la presencia de solo ocho efectivos en el cuartel de Masferrer, determinó el cambio de plan.
El propio Jorge Pérez fue enviado por Rivero a verificar la información y de paso recoger un lote de zapatos para los guerrilleros; tarea que cumplió al ciento por ciento y dejó lista las condiciones para ejecutar la peligrosa acción.
La noche del 15 de septiembre, el grupo avanzó hacia la ciudad, pero al llegar a Río Potrero recibe la información de que el enclave militar había sido reforzado en hombres y armamento. Ante la nueva situación, el mando decide ocupar la máquina de la doctora Demestre, residente en una mansión ubicada en las afueras, pasadas las edificaciones de las industrias Pérez, donde se fabricaban fideos, otras pastas cortas y galletas, fundamentalmente.
Con el auto en su poder, los rebeldes crean un grupo comando que viajaría en el mismo y que estuvo integrado por el holguinero Jorge Rodríguez Nápoles, que sería el chofer; Jorge Pérez y Juan “Tatá” Machado, los tres armados de revólveres. El resto de los atacantes se dividió en tres escuadras de ocho hombres, con el objetivo de atacar por los flancos y el frente del cuartel.
De inmediato el comando se hizo presente e hizo señales con las luces desde el camino paralelo a la carretera y que hoy es la calle J. Espinosa. La provocación surtió efecto y en pocos minutos el vehículo era perseguido por un yipi Toyota ocupado por alrededor de ocho efectivos.
El objetivo era sacar hombres de la instalación y la señal para atacar sería el enfrentamiento del comando con la patrulla que lo perseguía, lo que ocurrió en lo que es hoy la intersección donde se encuentran las avenidas Camilo Cienfuegos y 30 de Noviembre. Los tres hombres abandonaron el auto y se retiraron, aunque en el caso de Jorge Rodríguez, desconocedor del pueblo, fue a parar a las líneas enemigas donde fue baleado.
Las fuerzas principales del grupo atacaron el cuartel por tres direcciones y lo sometieron a intenso fuego por espacio de unos 30 minutos, pero debieron retirarse por la escasez de municiones y ante la posibilidad de que llegaran refuerzos de la Capitanía.
En el combate sobresalió un soldado rebelde, conocido por el habanero, quien llegó hasta la cuneta por la parte frontal del cuartel, disparó varias veces con su escopeta calibre 16 y liquidó al tirador de la ametralladora 30 emplazada en la azotea, acción que inclinó la balanza a favor de los atacantes.
El resultado de la acción no se conocía a ciencia cierta, pero el doctor Fernández Vidal, de la Cruz Roja, quien atendió la herida sufrida en una pierna por el rebelde Julio Gómez; le informó a Concepción Rivero que en el cuartel había numerosas bajas.
La consecuencia directa de aquella audaz acción fue que los tenebrosos tigres de Masferrer no quisieron seguir aislados y se trasladaron para la estación de policía ubicada en la calle Lico Cruz, el mismo local donde hoy radica la Empresa Avícola; en tanto los efectivos de azul ocuparon un espacio en la parte alta del Ayuntamiento (actual Museo provincial).
A partir de aquel momento y gracias al justamente denominado “Moncada tunero”, las fuerzas rebeldes entraban diariamente a los suburbios de la ciudad que, antes del primero de enero de 1959, ya eran territorio libre.
Fuente:
Artículo periódico 26, septiembre 15 de 1998

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