sábado, septiembre 06, 2008

Por la ruta de los invasores
El honor de combatir junto al Che
El ejemplo imperecedero del extraordinario guerrillero Ernesto Che Guevara, se observa en el comportamiento de uno de los hombres que combatió a su lado en la marcha azarosa de la columna invasora número ocho, Ciro Redondo, a la cual se incorporó en la zona de San Miguel del Junco, del actual municipio de Amancio.
Tengo el honor de conversar, en la sala de su humilde hogar, en el reparto México, de la capital tunera, con Alfredo Pino Galindo, quien me hace sentir orgulloso de los hombres de su generación, quienes jóvenes y hasta adolescentes, siguieron el ejemplo de los padres fundadores de la nacionalidad cubana, para terminar la obra inconclusa y conquistar la definitiva libertad de Cuba.
De manera sencilla, como si se tratara de algo normal, intrascendente, Pino narra su historia de luchas, desde que protestó en Estados Unidos, donde estudiaba, en contra de la guerra de Corea; su salida clandestina hacia México para eludir el Servicio Militar Obligatorio; el regreso a la Patria y su incorporación al Movimiento 26 de Julio.
En estos días, columnas de jóvenes destacados rememoran el paso por el territorio de la actual provincia de Las Tunas, de las columnas invasoras al mando de Camilo y el Che. Pino recuerda, emocionado, cómo se incorporó después de una verdadera odisea.
Pero ¿quién es Alfredo Pino?
“Yo nací hace 80 años, el 13 de mayo de 1928 en la zona de Bracito, Jobabo. Fui criado por un hombre con recursos económicos, dueño de tierras, llamado Manuel Dosal Valle, persona noble y humanitaria que ayudó a muchas familias humildes de aquellos parajes donde la miseria era absoluta.
“Desde muy joven y pese a una situación económica desahogada, enfrenté la injusticia y los abusos; siempre pensé en la necesidad de un cambio para mi país.
“Después de escapar de Estados Unidos comencé a trabajar aquí en Victoria de Las Tunas y ya en 1957 era agente de Ron Pinilla en Matanzas, lugar en el que participé en la venta de bonos y otras actividades encaminadas a recolectar dinero para el Movimiento.
“A principios de 1958, cuando la represión de la tiranía aumentaba, era cada vez más peligroso el trabajo y, luego del asalto al Cuartel Goicuría, el 29 de abril, fui detenido y golpeado; pero no pudieron probarme nada. De regreso a casa, tomé la decisión de incorporarme al Ejército Rebelde”.
Toda la zona de lo que es la actual provincia de Las Tunas era un hervidero; las fuerzas de la dictadura eran golpeadas constantemente y se sabía que fuerzas al mando de Camilo y el Che, ya avanzaban por el sur con rumbo al oeste.
Pino, que tenía un pisicorre en el cual hacía sus funciones de agente del Ron Pinilla, se propuso atravesar por la zona de Elia, con rumbo al Francisco y contactar con las columnas invasoras para incorporarse. Junto a él viajaron otros dos jóvenes revolucionarios tuneros: Israel Santos y Miguel Lozano.
Alfredo asegura que aquellos momentos están todavía frescos en su memoria.
“Te aseguro que no sé cómo pudimos atravesar aquella zona llena de guardias rurales. Imagínate que cuando llegamos a Elia, no se hablaba de otra cosa que del combate de La Federal. Las autoridades nos pararon y luego de que les obsequiamos unas botellas de ron, recomendaron que regresáramos a Guáimaro.
“Luego de una maniobra, atravesé por unos cañaverales y me dirigí hacia el suroeste. Tuvimos suerte, porque nadie nos paró, hasta que hicimos contacto con una emboscada rebelde en San Miguel del Junco; era la gente del Che.
“Cuando nos presentaron al Comandante y él supo de nuestra intención de incorporarnos, dijo que sin armas no podían aceptarnos. Después cambió de opinión y en mi caso, como sabía hablar inglés, me asignó al grupo de la vanguardia. En el combate de Cuatro Compañeros hieren a uno de los nuestros y me asignan el fusil.”
Los nuevos invasores participaron en todos los combates librados en el camino hacia Las Villas. Israel Santos, con los pies destrozados, debió recuperarse en casa de unos familiares en la zona de Florencia; luego se incorporó a la columna dos, al mando de Camilo y de vuelta con sus compañeros de la ocho, cayó en la batalla de Santa Clara, en la cual también perdió la vida Ramiro Santiago, un tunero que había partido con el Che desde la Sierra Maestra.
En los difíciles días de penoso avance por zonas pantanosas del sur de Camagüey y tras participar en batallas complejas, asediados constantemente por contingentes de la tiranía, frente al hostigamiento de la aviación; Alfredo Pino fue ascendido a Teniente.
Tras la batalla de Santa Clara, el descarrilamiento del tren blindado y la huída del tirano Batista, las tropas del Che se trasladaron a la fortaleza de La Cabaña. De esos días, recuerda Pino:
“Realicé diversas tareas propias de la situación inicial, hasta que, ya con el grado de capitán, fui designado jefe de la guarnición encargada de custodiar el edificio del Ministerio de Hacienda y del Banco Nacional.
“Después del licenciamiento, trabajé de Jefe de Inspección del Ministerio de Hacienda. Aunque estuve listo para cualquier contingencia, no participé en los combates frente a los mercenarios de Playa Girón y no fui movilizado cuando la Crisis de Octubre.”
Para Alfredo Pino, la Revolución es lo más importante, lo más grandioso de su existencia; sobre todo porque tuvo la oportunidad, el honor extraordinario de combatir junto a un hombre de la estatura guerrillera de Ernesto Che Guevara.
“El Che era un hombre extraordinario, único. Jamás vi una persona de tanta inteligencia. Era uno más en la guerrilla, no admitía privilegios por su condición de jefe; no aceptaba indisciplinas y las castigaba severamente; pero también sabía ser consecuente ante un problema de uno de sus camaradas. No por casualidad todos lo queríamos y lo respetábamos: su ejemplo será eterno.”
Casado desde hace 49 años con Raquel Quiñones Nieves, tuvo dos hijos, Bernardo y Alfredo, este último fallecido en un accidente de tránsito el 21 de julio de 1990.
Integrante de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, Alfredo Pino Galindo asegura que mientras viva será un soldado de la Revolución, un hombre de la primera línea, dispuesto a defender junto a su pueblo, la obra que ayudó a forjar y que se alza de ejemplo para la humanidad, de prueba irrefutable de que un mundo mejor es posible.

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