¿Hasta cuándo?
Por 18 veces consecutivas, la Asamblea General de las Naciones Unidas, acaba de aprobar una Resolución que exige la eliminación del bloqueo genocida que durante casi 50 años aplica el gobierno imperialista de los Estados Unidos contra Cuba.
Una vez más, la comunidad internacional aisla por completo al gobierno norteamericano en su demencial política encaminada al intento de rendir por hambre y enfermedades a mi pequeño, pero digno país.
Pero, una y otra vez, no pasa absolutamente nada, porque en vez de adoptar una actitud civilizada, la actual administración de Barack Obama, que llegó al poder con un supuesto programa de cambios, mantiene intactas las medidas que impiden a mi país adquirir no solo los productos necesarios para su normal desarrollo, sino los alimentos y las medicinas.
¿Cómo es posible que si los representantes de la mayoría de los países del mundo, 187 esta vez, exigieron con su voto que se ponga fin a este acto genocida, Estados Unidos pueda hacer caso omiso y desentenderse de un clamor de carácter planetario?
¿Qué pasaría si fuera Estados Unidos el que fuera víctima de un atropello, similar o parecido? Quizás aparecerían mecanismos encaminado a hacer cumplir esa Resolución y se reafirmaría que, en la práctica, la ONU es impotente ante el desafío de la única potencia mundial de nuestros días.
Estados Unidos desoyó a la ONU y desató la última invasión contra Iraq, mediante la cual destruyó una buena parte de lo más preciado del patrimonio cultural de la humanidad. ¿Y qué pasó? Nada,
Israel, estado terrorista por excelencia, protegido de Estados Unidos, el cual lo acompaña de manera lacayuna en el voto contra la Resolución que exige la eliminación del bloqueo; no ha respetado ninguna de los documentos de condena al genocidio que comete cotidianamente contra el pueblo palestino y sus ataques y amenazas contra otras naciones árabes.
Yo, orgulloso de ser hijo de este pueblo, que por causa de esa criminal agresión de los imperialistas yanquis, debí formar una familia con muchas limitaciones y sacrificios, al igual que la inmensa mayoría de mis compatriotas; me siento contento con esta nueva victoria moral en la ONU; pero creo que la comunidad internacional debía ser más enérgica frente al chantaje y la prepotencia del mayor violador de los derechos humanos en este Planeta.
Mientras haya instituciones calificadas de prestigiosas que sean capaces de burlarse de la inteligencia humana y concedan el Premio Nóbel de la Paz al presidente de un país que exporta la guerra, mantiene ocupadas a naciones como Iraq y Afganistán, amenaza a todos los continentes con bases militares y está dispuesto a utilizar las armas nucleares; no puede haber justicia para la gran mayoría de los terrícolas.
La condena unánime de la criminal política de asedio de la potencia mundial a un pequeño país como el mío, nos estimula a continuar con la heroica resistencia que nos convierte en ejemplo de lo que es capaz un pueblo dispuesto a defender su derecho a construir la sociedad que más conviene a sus intereses.
Pero pienso que, para mi Patria y sus hijos, lo más importante es continuar firmes, unidos, preparados para que, como hasta ahora, en medio de grandes limitaciones, resistir y desarrollarnos, preservar las conquistas de nuestro socialismo.
José Martí nos enseñó a ser antimperialistas cuando expresó: “Viví en el monstruo y le conozco las entrañas. Y mi honda es la de David”. El triunfo definitivo corresponderá a este pueblo digno que ni se rinde, ni se vende.
Por 18 veces consecutivas, la Asamblea General de las Naciones Unidas, acaba de aprobar una Resolución que exige la eliminación del bloqueo genocida que durante casi 50 años aplica el gobierno imperialista de los Estados Unidos contra Cuba.
Una vez más, la comunidad internacional aisla por completo al gobierno norteamericano en su demencial política encaminada al intento de rendir por hambre y enfermedades a mi pequeño, pero digno país.
Pero, una y otra vez, no pasa absolutamente nada, porque en vez de adoptar una actitud civilizada, la actual administración de Barack Obama, que llegó al poder con un supuesto programa de cambios, mantiene intactas las medidas que impiden a mi país adquirir no solo los productos necesarios para su normal desarrollo, sino los alimentos y las medicinas.
¿Cómo es posible que si los representantes de la mayoría de los países del mundo, 187 esta vez, exigieron con su voto que se ponga fin a este acto genocida, Estados Unidos pueda hacer caso omiso y desentenderse de un clamor de carácter planetario?
¿Qué pasaría si fuera Estados Unidos el que fuera víctima de un atropello, similar o parecido? Quizás aparecerían mecanismos encaminado a hacer cumplir esa Resolución y se reafirmaría que, en la práctica, la ONU es impotente ante el desafío de la única potencia mundial de nuestros días.
Estados Unidos desoyó a la ONU y desató la última invasión contra Iraq, mediante la cual destruyó una buena parte de lo más preciado del patrimonio cultural de la humanidad. ¿Y qué pasó? Nada,
Israel, estado terrorista por excelencia, protegido de Estados Unidos, el cual lo acompaña de manera lacayuna en el voto contra la Resolución que exige la eliminación del bloqueo; no ha respetado ninguna de los documentos de condena al genocidio que comete cotidianamente contra el pueblo palestino y sus ataques y amenazas contra otras naciones árabes.
Yo, orgulloso de ser hijo de este pueblo, que por causa de esa criminal agresión de los imperialistas yanquis, debí formar una familia con muchas limitaciones y sacrificios, al igual que la inmensa mayoría de mis compatriotas; me siento contento con esta nueva victoria moral en la ONU; pero creo que la comunidad internacional debía ser más enérgica frente al chantaje y la prepotencia del mayor violador de los derechos humanos en este Planeta.
Mientras haya instituciones calificadas de prestigiosas que sean capaces de burlarse de la inteligencia humana y concedan el Premio Nóbel de la Paz al presidente de un país que exporta la guerra, mantiene ocupadas a naciones como Iraq y Afganistán, amenaza a todos los continentes con bases militares y está dispuesto a utilizar las armas nucleares; no puede haber justicia para la gran mayoría de los terrícolas.
La condena unánime de la criminal política de asedio de la potencia mundial a un pequeño país como el mío, nos estimula a continuar con la heroica resistencia que nos convierte en ejemplo de lo que es capaz un pueblo dispuesto a defender su derecho a construir la sociedad que más conviene a sus intereses.
Pero pienso que, para mi Patria y sus hijos, lo más importante es continuar firmes, unidos, preparados para que, como hasta ahora, en medio de grandes limitaciones, resistir y desarrollarnos, preservar las conquistas de nuestro socialismo.
José Martí nos enseñó a ser antimperialistas cuando expresó: “Viví en el monstruo y le conozco las entrañas. Y mi honda es la de David”. El triunfo definitivo corresponderá a este pueblo digno que ni se rinde, ni se vende.
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