La eterna presencia de Camilo
Hace hoy 50 años y aquella imagen extraordinaria aparece nítida en mi memoria. Era el 26 de octubre de 1959 y cientos de miles de personas se apiñaban frente a la terraza norte del entonces Palacio Presidencial; La Habana entera reiteraba su apoyo a la Revolución triunfante.
Allí estaba yo junto a mis tíos Carmen Batista y Juan Bautista Castillo. Hacía poco más de una semana que había llegado a la capital como acompañante de mi abuela paterna. En medio de aquel mar humano busqué donde observar mejor a los oradores y, a duras penas, pude subirme al pedazo de la antigua muralla de La Habana colonial, situada a escasos 15 metros del imponente edificio.
Fueron varios los oradores, incluido el Jefe de la Revolución Comandante Fidel Castro; pero lo que más me impresionó fueron las palabras de Camilo Cienfuegos, llenas de ardor patriótico, de unidad en torno al jefe máximo, de compromiso con los mártires y con el pueblo.
El Comandante de la sonrisa eterna habló con el alma, fustigó a los enemigos de la libertad y advirtió que el Ejército Rebelde constituía un baluarte al lado de Fidel, firme ante las amenazas y sentenció que solo nos pondríamos de rodillas e inclinaríamos nuestra frente para decirle a los mártires que su sangre no se derramó en vano.
La emoción hizo que me estremeciera y que las convicciones se reafirmarán en mis escasos 17 años recién cumplidos. La fuerza de aquellas palabras enardeció a un pueblo entero que, masivamente, cerró filas en las Milicias Nacionales Revolucionarias, nacidas aquella noche histórica.
El clímax de aquel discurso, el último de Camilo, trágicamente desaparecido dos días después cuando regresaba en avión de Camagüey para La Habana, tras detener al traidor Húbert Matos; fue su cita de unos versos de Bonifacio Byrne en la poesía A mi bandera.
Fue impresionante. Yo me los sabía de memoria, aprendidos en la escuela desde el segundo grado. Si Camilo puso un ardor extraordinario, la muchedumbre no fue menos al repetir con él la patriótica estrofa: Si deshecha en menudos pedazos/ se llega a ver mi bandera algún día/ nuestros muertos alzando los brazos/ la sabrán defender todavía.
Medio siglo después, las palabras de Camilo mantienen su vigencia, su figura de guerrillero invicto, su valor a toda prueba, su confianza absoluta en Fidel, en la Revolución y en el pueblo, son paradigmas que nos impulsan en la lucha de estos tiempos frente al imperialismo y sus aliados.
Testigo de aquel acto inolvidable, aún percibo la figura de Camilo, el ardor de su voz clara, de sus gestos firmes. Me siento orgulloso de mantenerme en el camino de mi Revolución y de ser hijo de un pueblo que, con su quehacer cotidiano, permite la eterna presencia del Héroe de Yaguajay.
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