Las Tunas, Cuba.- Un combate semejante a los que suelen ocurrir todavía en las praderas africanas, será el que protagonizarán, desde el domingo, tigres de Ciego de Ávila y leones industrialistas en la gran final de la serie 51 de la pelota cubana, luego de que este jueves superaran a los alazanes de Granma y los cocodrilos de Matanzas, en el sexto y séptimo partidos de sus duelos respectivos.
Los Tigres que, después de remontar a los Leñadores cuando todo parecía perdido, se muestran indetenibles, no creyeron en la reacción de sus combativos rivales en el quinto choque de su play off semifinal, y de regreso a su cueva del estadio José R. Cepero, no dejaron lugar para las dudas y liquidaron las acciones en el sexto, con un impresionante nocao de 11 X 1 en ocho capítulos.
Esta vez no pudo hacerse justicia el efectivo zurdo granmense Leandro Martínez y se repitió la película del endeble pitcheo relevista del mentor Indalecio Alejándrez, en tanto que el diestro Yánder Guevara conducía a la manada de Róger Machado que, a golpe de batazos de todas las dimensiones, acabó con el sueño de los representantes de la Portada de la Libertad.
Granma tiene para más, pero necesita resolver muchos problemas. La defensa, aunque mejoró, sigue entre las peores de la pelota cubana, el juego táctico es pésimo, especialmente en el corrido de las bases y las devoluciones de los jardineros al cuadro, su pitcheo de atrás no es capaz de sostener ventajas y cuando Alfredo Despaigne no produce, generalmente el equipo se desploma. Y, en buen cubano, un solo golondrino no compone verano.
Por segundo año consecutivo los Alazanes se quedan en el cuarto lugar y, lo digo de corazón porque los admiro y respeto, si no adoptan las medidas necesarias, si su análisis no se hace a fondo por vanagloriarse de este resultado que es bueno, pudieran perder la mayor parte de esta generación de peloteros y no creo entonces que sean capaces de ir más allá en el futuro cercano.
A unos 400 kilómetros más al oeste, en el estadio Victoria de Girón, de Matanzas, los leones azules de Industriales lograron, al fin, quebrar la férrea resistencia de los Cocodrilos locales, que lucharon espartanamente hasta el séptimo partido, luego de empatar el duelo sensacionalmente, en el encuentro del miércoles y amenazaban con dar una sorpresa mayúscula.
A base de jonrones, los muchachos de Víctor Mesa pusieron en peligro las legítimas aspiraciones de un gran equipo como el Industriales que, de hecho, tenía la desventaja de haber perdido a su estelar figura del pitcheo, Odrisamer Despaigne, en lo que para mi fue una mala estrategia del mentor azul Lázaro Vargas, cuando con cinco carreras a su favor en el quinto choque, lo dejó pasarse de lanzamientos.
En definitiva las cosas salieron bien para el debutante mentor industrialista. La ofensiva capitalina echó por tierra las esperanzas yumurinas y sacó del box, muy temprano, demasiado quizás, a su hombre cumbre durante la temporada entera, Jorge A. Martínez. Lo demás, fue solamente esperar a que transcurrieran los nueve capítulos.
Los azules arrancaron impetuosos para pisar la goma dos veces en el acto de apertura, gracias a otro jonrón de Rudy Reyes sobre Martínez, este con un corredor en circulación, lo cual hubiera sido suficiente para dejar mudos a más de 15 mil aficionados matanceros que colmaron su bien llamado Palacio de los Cocodrilos.
Debe reconocerse que Lázaro Vargas tenía una bala de reserva y cuando su abridor Darwin Rafael Beltrán permitió dos cohetes sucesivos en el final del primer inning, no lo pensó dos veces y la trajo de inmediato, el joven Antonio Romero, en la foto de la derecha, quien no pudo evitar que los locales marcaran una, sucia por cierto, pero en 8,2 solo admitió cuatro jits y se llevó la victoria con el mejor trabajo personal de su corta carrera.
El desfile de relevistas matanceros, siempre bien utilizados por Víctor Mesa, no pudo evitar que los azules pisaran la goma en siete oportunidades y que los aficionados de la capital, presentes en considerable número en el estadio, celebraran a sus anchas esta nueva incursión de su equipo en la batalla final por el título cubano de béisbol.
Para los cocodrilos de Matanzas todo el reconocimiento, todo el respeto que se ganaron en el terreno de juego desde que arrancó esta temporada 51 de la pelota revolucionaria cubana. La medalla de bronce de los yumurinos brilla tanto como la de oro, sobre todo porque al saltar desde el puesto 14 en la anterior campaña, les dieron brillo y color al espectáculo, llenaron estadios y devolvieron la pasión a uno de los territorios de más tradición beisbolera en este país.
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