Por Dúbler R. Vázquez Colomé (periódico 26)
Las Tunas.- Aunque los dos triunfos conseguidos por Las Tunas en el inicio del play off ante los Tigres de Ciego de Ávila dispararan hasta niveles insospechados la ilusión de miles de aficionados y la fría realidad se encargara más tarde de destrozar esos sueños; la actuación de los Leñadores en la 51 Serie Nacional de Béisbol es, desde todo punto de vista, un incuestionable éxito de su colectivo técnico y, sobre todo, de sus jugadores.
El récord de victorias (54) y el regreso a la postemporada tras concluir en un inédito segundo lugar oriental, forman parte del jugoso botín que premió la gran temporada del equipo, guiado por un mánager extremadamente competitivo y con férrea mentalidad ganadora.
Distinguido en la escena nacional como un conjunto distinto, capaz de hacer de la "guerra de guerrillas" una filosofía coherente de juego, el elenco tunero regaló a su afición un histórico sexto lugar.
De hecho, los tuneros llegaron a ocupar por varios días la cima nacional, poseedores de más victorias que ningún otro elenco del país y, a pesar de los altibajos posteriores y del difícil tramo final, tuvieron la entereza de enfrentar la enconada hostilidad de los Industriales y arrancarles en su propia casa el ansiado pasaporte a la postemporada, durante el último de los 814 partidos jugados en la campaña regular.
La inspiración de los tres encuentros efectuados en el Latinoamericano se convirtió en inmejorable combustible para entrar de lleno a los play off y sorprender dos veces a los Tigres. Sin embargo, un inexplicable ataque de melancolía y una tristeza colectiva sin causas aparentes, hicieron mella en un equipo incapaz de reaccionar en la continuación del duelo ante los avileños, amén de una lluvia reincidente que solo perjudicó los intereses tuneros a lo largo del calendario.
No obstante, en el balance de fin de Serie, los méritos suman un número mucho mayor que las deficiencias y por eso sería muy difícil mencionar a cada uno de los responsables directos de tantas alegrías.
Aun así, resulta imposible obviar las enormes actuaciones de Danel Castro, amplio vencedor en el virtual apartado de "Veterano del Año"; y, por afortunado contraste, las de los novatos Carlos J. Viera y Darién Núñez, aspirantes de fuerza a ser seleccionados los mejores jugadores noveles de la temporada.
Igualmente, las cifras de victorias (15) de Yoelkis Cruz y de salvamentos (12) de Rigo Cabrera, merecen ser exaltadas, a la par que la gran explosión de peloteros jóvenes como Ernesto Lalana y Yuniesky Larduet.
Como siempre, habrá quien vea el vaso medio vacío y llame la atención sobre la subutilización del pitcheo de segunda línea y su probable influencia en el cansancio final de algunas figuras importantes del staff; la falta de mesura en un juego táctico que por momentos se hizo caótico y repetitivo; o la necesidad de un manejo más inteligente de las complejas personalidades de cada pelotero, en la búsqueda incesante de disciplina a toda costa.
Sin embargo, otros verán a varios lanzadores con posibilidades de mejoría inmediata; una acertada filosofía de juego que debe convertirse en seña de identidad del equipo; o grandes potencialidades para establecer una mejor relación entre los jugadores y un director que, a fin de cuentas, da sus primeros pasos en esa función y merece un obligado punto y aparte en este análisis, como responsable máximo de la actuación de los Leñadores en la presente Serie.
En su temporada debut, Juan Miguel Gordo exhibe el innegable mérito de haberle cambiado la cara a un equipo que durante años dependió casi exclusivamente de los batazos para sumar victorias.
El logro fundamental del timonel majibacoense fue moldear en el entrenamiento el tipo de equipo que soñó y que, más tarde, encantó con su "juego chiquito" a aficionados y especialistas de todo el país. Igualmente, es una indiscutible conquista suya, haber conseguido que los peloteros ya consagrados cumplieran a elevados porcientos la etapa de preparación, algo pocas veces visto en años anteriores.
Sin embargo, no debe olvidarse que en su primer año contó con la inestimable ayuda de entrenadores experimentados como Jorge Hierrezuelo, José L. Rodríguez, Edilberto Velázquez, José A. González y Rodolfo Correa, artífices principales de logros tan importantes como el primer lugar de bateo colectivo o el espectacular salto de calidad del pitcheo.
Y, es que a pesar de tantos aciertos, Juan Miguel Gordo no pasa de ser un mentor novato. Por tanto, como todo director inexperto, tuvo un primer año de aprendizaje muy difícil en la rigurosa escuela dela Serie Nacional.
Quizá s por eso, Gordo necesite revisar ahora su comportamiento a lo largo de la temporada, si pretende crecer y retomar el sendero del éxito al frente de los Leñadores.
Porque, aun cuando el actual mánager tunero expresara su desacuerdo al respecto, la actuación de su equipo en la presente Serie Nacional no es mérito único de este colectivo técnico. El trabajo que por años desarrollaron entrenadores como Ermidelio Urrutia, Rolando Ponce de León, Ángel Sosa y Pablo Civil, entre otros, merece ahora el respeto de quienes acumulan muchas menos horas de labor en la siempre complicada tarea de lograr, pero sobre todo de mantener hasta el final, la disciplina de un colectivo. Aceptar el mérito ajeno en el pasado es una condición indispensable para acrecentar el suyo propio en el futuro.
Por otro lado, los deseos de ganar y la inexperiencia terminaron por jugarle, al parecer, más de una mala pasada al Alto Mando tunero. Esas, y no otras, deben ser las causas de situaciones tan lamentables como el injusto adiós a la temporada de un lanzador todo coraje encima del box como Rigoberto Cabrera, quien se despidió de su público soportando un innecesario castigo durante el sexto juego del play off.
Igualmente triste resultó el espectáculo vivido en el penúltimo choque de la serie ante los Tigres. Aunque la cuestionable costumbre de tirar pelotazos intencionales se ha aceptado por años como parte inseparable del béisbol, lo sucedido en el "Mella" la noche del sábado 5 de mayo fue un irrespeto total a los 11 mil tuneros que repletaron la instalación y a los millones de cubanos que, enla Isla o fuera de ella, asistieron atónitos a la increíble sucesión de lanzamientos que buscaron siempre el cuerpo de los bateadores rivales, convirtiendo el choque en un desconcertante espectáculo de tiro al blanco y manchando la imagen de una selección que se distinguió por aportar brillo y emoción a la Serie 51.
Asimismo, Juan Miguel Gordo debería comprender que la prensa ha existido antes de su arribo al puesto de mando de los Leñadores y seguirá existiendo después de que la vida siga su curso y sea otro el hombre que maneje los hilos del elenco tunero. Hasta entonces, al menos desde estas páginas, se reflejarán sin ambages los logros colectivos o individuales del equipo; pero nada (ni nadie) impedirá que se señalen oportunamente las deficiencias, siempre con el objetivo preciso de cuidar los intereses del conjunto, mucho más importantes que el ego desmedido de cualquiera de sus integrantes.
A fin de cuentas, lo conseguido en la temporada que está por concluir invita al optimismo de todos los tuneros, pues de perfeccionar el sistema de juego y los métodos de dirección del actual colectivo técnico, podría surgir una nueva identidad de los Leñadores, que les confirme entre los equipos que juegan bien a la pelota, aprovechan cualquier resquicio y regalan lo menos posible al contrario.
Lo que hace una década era una utopía es hoy una posibilidad tangible con rasgos de certeza, que ha sembrado de ilusiones su primer año de concreción. Analizar con madurez aciertos y errores, aceptar voces y opiniones divergentes, no es solo el gran reto del presente, sino un compromiso ineludible con el futuro
El récord de victorias (54) y el regreso a la postemporada tras concluir en un inédito segundo lugar oriental, forman parte del jugoso botín que premió la gran temporada del equipo, guiado por un mánager extremadamente competitivo y con férrea mentalidad ganadora.
Distinguido en la escena nacional como un conjunto distinto, capaz de hacer de la "guerra de guerrillas" una filosofía coherente de juego, el elenco tunero regaló a su afición un histórico sexto lugar.
De hecho, los tuneros llegaron a ocupar por varios días la cima nacional, poseedores de más victorias que ningún otro elenco del país y, a pesar de los altibajos posteriores y del difícil tramo final, tuvieron la entereza de enfrentar la enconada hostilidad de los Industriales y arrancarles en su propia casa el ansiado pasaporte a la postemporada, durante el último de los 814 partidos jugados en la campaña regular.
La inspiración de los tres encuentros efectuados en el Latinoamericano se convirtió en inmejorable combustible para entrar de lleno a los play off y sorprender dos veces a los Tigres. Sin embargo, un inexplicable ataque de melancolía y una tristeza colectiva sin causas aparentes, hicieron mella en un equipo incapaz de reaccionar en la continuación del duelo ante los avileños, amén de una lluvia reincidente que solo perjudicó los intereses tuneros a lo largo del calendario.
No obstante, en el balance de fin de Serie, los méritos suman un número mucho mayor que las deficiencias y por eso sería muy difícil mencionar a cada uno de los responsables directos de tantas alegrías.
Aun así, resulta imposible obviar las enormes actuaciones de Danel Castro, amplio vencedor en el virtual apartado de "Veterano del Año"; y, por afortunado contraste, las de los novatos Carlos J. Viera y Darién Núñez, aspirantes de fuerza a ser seleccionados los mejores jugadores noveles de la temporada.
Igualmente, las cifras de victorias (15) de Yoelkis Cruz y de salvamentos (12) de Rigo Cabrera, merecen ser exaltadas, a la par que la gran explosión de peloteros jóvenes como Ernesto Lalana y Yuniesky Larduet.
Como siempre, habrá quien vea el vaso medio vacío y llame la atención sobre la subutilización del pitcheo de segunda línea y su probable influencia en el cansancio final de algunas figuras importantes del staff; la falta de mesura en un juego táctico que por momentos se hizo caótico y repetitivo; o la necesidad de un manejo más inteligente de las complejas personalidades de cada pelotero, en la búsqueda incesante de disciplina a toda costa.
Sin embargo, otros verán a varios lanzadores con posibilidades de mejoría inmediata; una acertada filosofía de juego que debe convertirse en seña de identidad del equipo; o grandes potencialidades para establecer una mejor relación entre los jugadores y un director que, a fin de cuentas, da sus primeros pasos en esa función y merece un obligado punto y aparte en este análisis, como responsable máximo de la actuación de los Leñadores en la presente Serie.
En su temporada debut, Juan Miguel Gordo exhibe el innegable mérito de haberle cambiado la cara a un equipo que durante años dependió casi exclusivamente de los batazos para sumar victorias.
El logro fundamental del timonel majibacoense fue moldear en el entrenamiento el tipo de equipo que soñó y que, más tarde, encantó con su "juego chiquito" a aficionados y especialistas de todo el país. Igualmente, es una indiscutible conquista suya, haber conseguido que los peloteros ya consagrados cumplieran a elevados porcientos la etapa de preparación, algo pocas veces visto en años anteriores.
Sin embargo, no debe olvidarse que en su primer año contó con la inestimable ayuda de entrenadores experimentados como Jorge Hierrezuelo, José L. Rodríguez, Edilberto Velázquez, José A. González y Rodolfo Correa, artífices principales de logros tan importantes como el primer lugar de bateo colectivo o el espectacular salto de calidad del pitcheo.
Y, es que a pesar de tantos aciertos, Juan Miguel Gordo no pasa de ser un mentor novato. Por tanto, como todo director inexperto, tuvo un primer año de aprendizaje muy difícil en la rigurosa escuela de
Quizá
Porque, aun cuando el actual mánager tunero expresara su desacuerdo al respecto, la actuación de su equipo en la presente Serie Nacional no es mérito único de este colectivo técnico. El trabajo que por años desarrollaron entrenadores como Ermidelio Urrutia, Rolando Ponce de León, Ángel Sosa y Pablo Civil, entre otros, merece ahora el respeto de quienes acumulan muchas menos horas de labor en la siempre complicada tarea de lograr, pero sobre todo de mantener hasta el final, la disciplina de un colectivo. Aceptar el mérito ajeno en el pasado es una condición indispensable para acrecentar el suyo propio en el futuro.
Por otro lado, los deseos de ganar y la inexperiencia terminaron por jugarle, al parecer, más de una mala pasada al Alto Mando tunero. Esas, y no otras, deben ser las causas de situaciones tan lamentables como el injusto adiós a la temporada de un lanzador todo coraje encima del box como Rigoberto Cabrera, quien se despidió de su público soportando un innecesario castigo durante el sexto juego del play off.
Igualmente triste resultó el espectáculo vivido en el penúltimo choque de la serie ante los Tigres. Aunque la cuestionable costumbre de tirar pelotazos intencionales se ha aceptado por años como parte inseparable del béisbol, lo sucedido en el "Mella" la noche del sábado 5 de mayo fue un irrespeto total a los 11 mil tuneros que repletaron la instalación y a los millones de cubanos que, en
Asimismo, Juan Miguel Gordo debería comprender que la prensa ha existido antes de su arribo al puesto de mando de los Leñadores y seguirá existiendo después de que la vida siga su curso y sea otro el hombre que maneje los hilos del elenco tunero. Hasta entonces, al menos desde estas páginas, se reflejarán sin ambages los logros colectivos o individuales del equipo; pero nada (ni nadie) impedirá que se señalen oportunamente las deficiencias, siempre con el objetivo preciso de cuidar los intereses del conjunto, mucho más importantes que el ego desmedido de cualquiera de sus integrantes.
A fin de cuentas, lo conseguido en la temporada que está por concluir invita al optimismo de todos los tuneros, pues de perfeccionar el sistema de juego y los métodos de dirección del actual colectivo técnico, podría surgir una nueva identidad de los Leñadores, que les confirme entre los equipos que juegan bien a la pelota, aprovechan cualquier resquicio y regalan lo menos posible al contrario.
Lo que hace una década era una utopía es hoy una posibilidad tangible con rasgos de certeza, que ha sembrado de ilusiones su primer año de concreción. Analizar con madurez aciertos y errores, aceptar voces y opiniones divergentes, no es solo el gran reto del presente, sino un compromiso ineludible con el futuro
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