El 22 de diciembre es una fecha de extraordinario significación en mi cuba bella, porque celebramos el Día del Educador, ese hombre o mujer que entrega lo mejor de su existencia a la formación de cada una de las generaciones a lo largo de la historia.
Esta fecha, escogida para el homenaje a esos seres extraordinarios, está llena de motivaciones para los cubanos, porque aquel día de 1961, Cuba se declaraba Territorio Libre de Analfabetismo, tras una gesta en la que estuvo involucrado el pueblo entero.
Ni la artera agresión imperialista por las arenas de Playa Girón y Playa Larga, ni el asesinato de alfabetizadotes y la creación de bandas de mercenarios, especialmente en las montañas de El Escambray, pudieron detener a un pueblo que aprendió a leer y a escribir y apoyó con todas sus fuerzas a un proceso surgido de sus entrañas y proclamó su carácter socialista el inolvidable 16 de abril, en el entierro de las víctimas por los bombardeos a dos aeropuertos el día anterior.
Estas fechas son particularmente importantes para mi, porque estuve en zafarrancho de combate en un lugar relativamente cercano a Playa Girón, ciénaga por medio y después participé en la campaña de alfabetización como maestro de las brigadas Patria o Muerte, organizadas por la Central de Trabajadores de Cuba (CTC)
Este día, además, me hace recordar a mis primeros maestros y especialmente a aquellos que dejaron una huella indeleble en mi corazón, como la extraordinaria Clara Luz Hevia (Clarita), de mi escuelita de Casa Piedra y los del centro escolar número dos (Las seis aulas), Ana Luz León, Nena Parra, Manuel Rodríguez Zayas y Juan Carlos Travieso.
Cuánta capacidad, cuánto amor a la profesión, cuánto cariño por sus alumnos. Aquellos maestros sembraron una semilla que hoy crece y se multiplica en las miles de escuelas de Cuba y desgrana solidaridad en decenas de países de todo el mundo, llevando la luz de la enseñanza a quienes vivían en la noche terrible de la ignorancia, gracias al método Yo si puedo.
En esta jornada de merecidísimo homenaje a quienes se desvelan por complementar la educación y la formación de nuestros hijos, a ellos que, desde el Padre Félix Varela, el primero que nos enseñó a pensar, hasta los jóvenes acabados de salir de las escuelas pedagógicas, nuestra felicitación y el abrazo cariñoso.
Una vez más, quiero regalarles aquellos versos que me enseñó Clarita Hevia en cuarto grado para que yo los declamara en un acto por el Día del Maestro organizado en mi escuelita de Casa Piedra, allá por el año 1954:
El maestro con dulzura
Modela el alma del niño
Guía sus pasos con cariño
Labora por su cultura
Es un gran templo la escuela
Que ofrece al infante abrigo
El maestro es el amigo
Que perseverante vela
Enseña al niño a sentir
Enseña al niño a pensar
Para poder afrontar
Las luchas del porvenir
Oh maestro tu labor
Es digna de admiración
Es sagrada la misión
Que cumples con tanto amor
Como es tan noble tu fin
Tus máximas tan hermosas
Yo riego en tu altar las rosas
De mi sencillo jardín
Esta fecha, escogida para el homenaje a esos seres extraordinarios, está llena de motivaciones para los cubanos, porque aquel día de 1961, Cuba se declaraba Territorio Libre de Analfabetismo, tras una gesta en la que estuvo involucrado el pueblo entero.
Ni la artera agresión imperialista por las arenas de Playa Girón y Playa Larga, ni el asesinato de alfabetizadotes y la creación de bandas de mercenarios, especialmente en las montañas de El Escambray, pudieron detener a un pueblo que aprendió a leer y a escribir y apoyó con todas sus fuerzas a un proceso surgido de sus entrañas y proclamó su carácter socialista el inolvidable 16 de abril, en el entierro de las víctimas por los bombardeos a dos aeropuertos el día anterior.
Estas fechas son particularmente importantes para mi, porque estuve en zafarrancho de combate en un lugar relativamente cercano a Playa Girón, ciénaga por medio y después participé en la campaña de alfabetización como maestro de las brigadas Patria o Muerte, organizadas por la Central de Trabajadores de Cuba (CTC)
Este día, además, me hace recordar a mis primeros maestros y especialmente a aquellos que dejaron una huella indeleble en mi corazón, como la extraordinaria Clara Luz Hevia (Clarita), de mi escuelita de Casa Piedra y los del centro escolar número dos (Las seis aulas), Ana Luz León, Nena Parra, Manuel Rodríguez Zayas y Juan Carlos Travieso.
Cuánta capacidad, cuánto amor a la profesión, cuánto cariño por sus alumnos. Aquellos maestros sembraron una semilla que hoy crece y se multiplica en las miles de escuelas de Cuba y desgrana solidaridad en decenas de países de todo el mundo, llevando la luz de la enseñanza a quienes vivían en la noche terrible de la ignorancia, gracias al método Yo si puedo.
En esta jornada de merecidísimo homenaje a quienes se desvelan por complementar la educación y la formación de nuestros hijos, a ellos que, desde el Padre Félix Varela, el primero que nos enseñó a pensar, hasta los jóvenes acabados de salir de las escuelas pedagógicas, nuestra felicitación y el abrazo cariñoso.
Una vez más, quiero regalarles aquellos versos que me enseñó Clarita Hevia en cuarto grado para que yo los declamara en un acto por el Día del Maestro organizado en mi escuelita de Casa Piedra, allá por el año 1954:
El maestro con dulzura
Modela el alma del niño
Guía sus pasos con cariño
Labora por su cultura
Es un gran templo la escuela
Que ofrece al infante abrigo
El maestro es el amigo
Que perseverante vela
Enseña al niño a sentir
Enseña al niño a pensar
Para poder afrontar
Las luchas del porvenir
Oh maestro tu labor
Es digna de admiración
Es sagrada la misión
Que cumples con tanto amor
Como es tan noble tu fin
Tus máximas tan hermosas
Yo riego en tu altar las rosas
De mi sencillo jardín
Etiquetas: Día del Educador en Cuba, afabetización, maestro, escuela, victoria de Girón, alfabetizadores, brigadas obreras Patria o Muerte, Las Tunas
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