Derechos Humanos
Honduras es la prueba del Apocalipsis
Por Graciela Guerrero Garay
El mundo entero ha seguido los acontecimientos en Honduras, tras el facistoide golpe de estado que ha privado ya casi por dos meses de los derechos constitucionales al pueblo y al legítimo presidente de la nación, Manuel Zelaya.
La propaganda mediática, el servilismo de los mismos imperialistas de siempre que viven y pagan desde Estados Unidos, los maltratos y ultrajes a los medios y periodistas que cumplen la misión de informar desde ese hermano país de América, no han podido impedir que trascienda la heoricidad pacífica, cívica y aleccionadora de las marchas de protesta y resistencia que, desde las primeras horas lúgrubres del pasado 28 de junio, sacuden los cimientes de la historia y demuestran que los hondureños saben del poder de la unidad.
Pero este no el único mensaje altruista y revolucionario que nos emite Honduras. Desde allí llega una señal muy clara y concisa: si los pueblos americanos no sacuden los espasmos de la inercia, si no avivan las conciencias y comprenden que el enemigo no ha cambiado nunca, cada día, cada minuto, cada vez, será peor.
Hoy los derechos humanos se violan, en el mejor de los casos, con gases lacrimógenos, mangueras de agua y palos y tiros. No quiero incluir las guerras. Pienso mejor en los pretextos que utilizan para llevarlas a cabo. Pero llegará el momento, al rumbo que van las cosas y las sogas del poder se tambaleen, que las bombas sean el recurso. Es el medio y el modo más rápido de acabar la resistencia, las ideas, la lucha, el hombre.
La frase derechos humanos, con el valor que le dan sus falsos defensores (léase oligarcas, imperialistas, partidos de derecha, neoliberales, etc., etc.,) debería ser borrada de los diccionarios. Ningún concepto tradicional y afín le viene. Es el símbolo perfecto del irrespeto a la lengua, a la verdad y a la razón de causa y efecto. No hace mucho llegaba como un perro con rabia esta certeza: El régimen fascista ha hecho de Alauca, El Paraíso, un campo de concentración nazi al aire libre, que amenaza, si la solidaridad no actúa, en convertirse en la Guernica hondureña (lugar arrasado por los nazis en la segunda guerra mundial después de haberla sometido a similares condiciones que en Alauca).
Antes, la misma información, decía que “Unas mil personas se encuentran atrapadas entre los comandos elites del ejercito en Alauca, municipio de El Paraíso, departamento de El Paraíso, a diez kilómetros de la frontera con Nicaragua, a quienes en el marco del Estado de Sitio no se les permite circular para comprar alimentos o agua. Tampoco se permite a los habitantes del municipio de El Paraíso movilizarse a hacer compras mucho menos a solidarizarse con los manifestantes, provocando con ello una emergencia humanitaria debido a que después de dos días de haberse movilizado están desfalleciendo de hambre, sed y enfermedades porque beben de quebradas contaminadas, comen cualquier cosa y se encuentran muchas personas enfermas, a quienes los militares impiden ser evacuadas, con la aviesa intención de hacerlas sufrir su osadía de haber desafiado el estado de excepción”.
El apocalipsis total de la acepción del término. Y los verdaderos gestores, los tiranos, los dictadores, los HP…son HONDUREÑOS…el enemigo no vino desde lejos en naves extraterrestres ni aviones caza ni cuatrimotores. Es la misma gente común del pueblo, solo que ahora se siente “en el otro bando, en la acera de enfrente”.
Son los tíos, los parientes, los amigos, los conocidos, la misma parte, de esos miles que mueren de hambre, de quienes ponen los muertos, los estudiantes golpeados, el joven asesinado, los niños que gritan la ausencia de sus padres...
Y esto, para mí, es lo más lamentable de todo y de lo que debemos salvarnos las naciones. De la manipulación de la conciencia, de lo que quieren que sepamos y demos crédito los usurpadores, de los que nos repiten e inculcan – tratan- de lo que es el deber en sí y para sí, de a quienes nos debemos con el desempeño de nuestras funciones civiles y profesionales.
El Goriletti Roberto Micheletti no pagará las cuentas. Las lágrimas de los hondureños se secarán con las propias manos que ahora se levantan reclamando el regreso de la justicia constitucional violada y ultrajada. El camino todavía está lleno de piedras.
Ojalá ese ejército, esos militares vendidos al impostor, comprendan a tiempo que el gorila también tiene vida limitada. Y ojalá, cuando quieran cruzar a la verdadera acera a la que pertenecen, no sean marionetas vacías, robot mecánicos o piltrafas humanas que apenas alcancen a balbucear el “sí, señor” de los servilistas y traidores.
Esos que hoy hacen papel sanitario a los derechos humanos, los legítimos, los que con honor llenan de gloria los pacifistas hondureños que no aceptan el golpe de estado y condenan en interminables cadenas humanas, que llenarán de luz las memorias de la América nuestra del siglo XXI.
Y para que esta verdad no llegue al mundo también violan el derecho a la escucha cerrando emisoras respetuosas, agrediendo a reporteros honestos…Nada que no esté escrito en la historia de los pueblos. Por eso, porque cada vez será y es peor, y somos más, tenemos que cerrar filas. Nadie puede negarnos a ejercer nuestro derecho. NADIE.
Por Graciela Guerrero Garay
El mundo entero ha seguido los acontecimientos en Honduras, tras el facistoide golpe de estado que ha privado ya casi por dos meses de los derechos constitucionales al pueblo y al legítimo presidente de la nación, Manuel Zelaya.
La propaganda mediática, el servilismo de los mismos imperialistas de siempre que viven y pagan desde Estados Unidos, los maltratos y ultrajes a los medios y periodistas que cumplen la misión de informar desde ese hermano país de América, no han podido impedir que trascienda la heoricidad pacífica, cívica y aleccionadora de las marchas de protesta y resistencia que, desde las primeras horas lúgrubres del pasado 28 de junio, sacuden los cimientes de la historia y demuestran que los hondureños saben del poder de la unidad.
Pero este no el único mensaje altruista y revolucionario que nos emite Honduras. Desde allí llega una señal muy clara y concisa: si los pueblos americanos no sacuden los espasmos de la inercia, si no avivan las conciencias y comprenden que el enemigo no ha cambiado nunca, cada día, cada minuto, cada vez, será peor.
Hoy los derechos humanos se violan, en el mejor de los casos, con gases lacrimógenos, mangueras de agua y palos y tiros. No quiero incluir las guerras. Pienso mejor en los pretextos que utilizan para llevarlas a cabo. Pero llegará el momento, al rumbo que van las cosas y las sogas del poder se tambaleen, que las bombas sean el recurso. Es el medio y el modo más rápido de acabar la resistencia, las ideas, la lucha, el hombre.
La frase derechos humanos, con el valor que le dan sus falsos defensores (léase oligarcas, imperialistas, partidos de derecha, neoliberales, etc., etc.,) debería ser borrada de los diccionarios. Ningún concepto tradicional y afín le viene. Es el símbolo perfecto del irrespeto a la lengua, a la verdad y a la razón de causa y efecto. No hace mucho llegaba como un perro con rabia esta certeza: El régimen fascista ha hecho de Alauca, El Paraíso, un campo de concentración nazi al aire libre, que amenaza, si la solidaridad no actúa, en convertirse en la Guernica hondureña (lugar arrasado por los nazis en la segunda guerra mundial después de haberla sometido a similares condiciones que en Alauca).
Antes, la misma información, decía que “Unas mil personas se encuentran atrapadas entre los comandos elites del ejercito en Alauca, municipio de El Paraíso, departamento de El Paraíso, a diez kilómetros de la frontera con Nicaragua, a quienes en el marco del Estado de Sitio no se les permite circular para comprar alimentos o agua. Tampoco se permite a los habitantes del municipio de El Paraíso movilizarse a hacer compras mucho menos a solidarizarse con los manifestantes, provocando con ello una emergencia humanitaria debido a que después de dos días de haberse movilizado están desfalleciendo de hambre, sed y enfermedades porque beben de quebradas contaminadas, comen cualquier cosa y se encuentran muchas personas enfermas, a quienes los militares impiden ser evacuadas, con la aviesa intención de hacerlas sufrir su osadía de haber desafiado el estado de excepción”.
El apocalipsis total de la acepción del término. Y los verdaderos gestores, los tiranos, los dictadores, los HP…son HONDUREÑOS…el enemigo no vino desde lejos en naves extraterrestres ni aviones caza ni cuatrimotores. Es la misma gente común del pueblo, solo que ahora se siente “en el otro bando, en la acera de enfrente”.
Son los tíos, los parientes, los amigos, los conocidos, la misma parte, de esos miles que mueren de hambre, de quienes ponen los muertos, los estudiantes golpeados, el joven asesinado, los niños que gritan la ausencia de sus padres...
Y esto, para mí, es lo más lamentable de todo y de lo que debemos salvarnos las naciones. De la manipulación de la conciencia, de lo que quieren que sepamos y demos crédito los usurpadores, de los que nos repiten e inculcan – tratan- de lo que es el deber en sí y para sí, de a quienes nos debemos con el desempeño de nuestras funciones civiles y profesionales.
El Goriletti Roberto Micheletti no pagará las cuentas. Las lágrimas de los hondureños se secarán con las propias manos que ahora se levantan reclamando el regreso de la justicia constitucional violada y ultrajada. El camino todavía está lleno de piedras.
Ojalá ese ejército, esos militares vendidos al impostor, comprendan a tiempo que el gorila también tiene vida limitada. Y ojalá, cuando quieran cruzar a la verdadera acera a la que pertenecen, no sean marionetas vacías, robot mecánicos o piltrafas humanas que apenas alcancen a balbucear el “sí, señor” de los servilistas y traidores.
Esos que hoy hacen papel sanitario a los derechos humanos, los legítimos, los que con honor llenan de gloria los pacifistas hondureños que no aceptan el golpe de estado y condenan en interminables cadenas humanas, que llenarán de luz las memorias de la América nuestra del siglo XXI.
Y para que esta verdad no llegue al mundo también violan el derecho a la escucha cerrando emisoras respetuosas, agrediendo a reporteros honestos…Nada que no esté escrito en la historia de los pueblos. Por eso, porque cada vez será y es peor, y somos más, tenemos que cerrar filas. Nadie puede negarnos a ejercer nuestro derecho. NADIE.
(Tomado de la edición digital del periódico 26, Las Tunas, Cuba)
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