Bueno es lo bueno, pero no lo demasiado: así decimos los cubanos ante lo excesivo de algo y, no hay dudas, de que la cantidad de errores arbitrales en el Mundial de Fútbol Sudáfrica-2010, ha conmocionado a los amantes de este deporte en todo el Planeta.
Los cubanos hemos tenido el privilegio en los últimos tiempos de observar mucho fútbol del bueno, con transmisiones de dos Eurocopas, las ediciones de la Copa América, especialmente la celebrada en Venezuela y varios mundiales, desde el de España-1982; pero jamás habían ocurrido tantos fallos de los silbantes y sus auxiliares como ahora en Sudáfrica.
Ha sido algo sorprendente, porque en las primeras jornadas de la fase de grupos, hubo elogios para el desempeño de los árbitros. Apenas comenzó a subir de tono la acción sobre las canchas, las equivocaciones llegaron para empañar un gran espectáculo que mantiene expectantes a millones de seres humanos en todos los continentes.
Es así cómo fuimos testigos, por ejemplo, de que el brasileño Luis Fabiano recibiera el crédito de un gol en el cual manipuló el balón con la mano ¡dos veces! antes de tirar a puerta; de que a Inglaterra le anularan una diana después que un disparo pegara en el larguero y picara alrededor de 50 centímetros dentro de la cabaña alemana y de que Carlos Tévez abriera el marcador de Argentina frente a México, en absoluta posición adelantada.
Y estos son solo algunos casos, los más escandalosos, por lo que uno se pregunta ¿Cómo es posible que si nosotros a través de la televisión apreciamos claramente esas jugadas cuando estamos a 14 mil kilómetros de distancia, los encargados de impartir justicia, a veces a escasos metros, no son capaces de percibirlas? Cuesta trabajo creerlo.
Sucede igual con las famosas faltas y las tarjetas amarillas y rojas. Hemos visto como Cristiano Ronaldo, después de ser arrollado por un jugador de Costa de Marfil, terminó con similar amonestación que su agresor y cómo el atacante alemán Kloose, recibió dos tarjetas amarillas, una de ellas totalmente injustificada y acto seguido la roja de la expulsión.
Nos hemos cansado de ver arrollar de manera violenta a un atleta y continuar el choque como si nada hubiera pasado, para que acto seguido una barrida con el pie directo al balón, sin consecuencia para el atacante le cuesta no solo la falta, sino la amarilla a un atleta que, con limpieza evidente, cumplió su tarea defensiva. De corazón lo digo, ya no sé cuándo y por qué un árbitro de este Mundial va a pitar una falta, justa o supuesta.
La FIFA no aprueba revisar el video cuando la decisión arbitral es del todo polémica, pero algo tendrán que hacer quienes dirigen el fútbol mundial, porque en Sudáfrica, de la misma manera en que los aguaceros se hacen cotidianos, el asunto de los fallos en el arbitraje ya hace que llueva sobre lo mojado. Y si alguien lo duda, que revise la prensa internacional para que vea en las páginas deportivas y hasta en primera plana los más fuertes epítetos de la historia.
Los cubanos hemos tenido el privilegio en los últimos tiempos de observar mucho fútbol del bueno, con transmisiones de dos Eurocopas, las ediciones de la Copa América, especialmente la celebrada en Venezuela y varios mundiales, desde el de España-1982; pero jamás habían ocurrido tantos fallos de los silbantes y sus auxiliares como ahora en Sudáfrica.
Ha sido algo sorprendente, porque en las primeras jornadas de la fase de grupos, hubo elogios para el desempeño de los árbitros. Apenas comenzó a subir de tono la acción sobre las canchas, las equivocaciones llegaron para empañar un gran espectáculo que mantiene expectantes a millones de seres humanos en todos los continentes.
Es así cómo fuimos testigos, por ejemplo, de que el brasileño Luis Fabiano recibiera el crédito de un gol en el cual manipuló el balón con la mano ¡dos veces! antes de tirar a puerta; de que a Inglaterra le anularan una diana después que un disparo pegara en el larguero y picara alrededor de 50 centímetros dentro de la cabaña alemana y de que Carlos Tévez abriera el marcador de Argentina frente a México, en absoluta posición adelantada.
Y estos son solo algunos casos, los más escandalosos, por lo que uno se pregunta ¿Cómo es posible que si nosotros a través de la televisión apreciamos claramente esas jugadas cuando estamos a 14 mil kilómetros de distancia, los encargados de impartir justicia, a veces a escasos metros, no son capaces de percibirlas? Cuesta trabajo creerlo.
Sucede igual con las famosas faltas y las tarjetas amarillas y rojas. Hemos visto como Cristiano Ronaldo, después de ser arrollado por un jugador de Costa de Marfil, terminó con similar amonestación que su agresor y cómo el atacante alemán Kloose, recibió dos tarjetas amarillas, una de ellas totalmente injustificada y acto seguido la roja de la expulsión.
Nos hemos cansado de ver arrollar de manera violenta a un atleta y continuar el choque como si nada hubiera pasado, para que acto seguido una barrida con el pie directo al balón, sin consecuencia para el atacante le cuesta no solo la falta, sino la amarilla a un atleta que, con limpieza evidente, cumplió su tarea defensiva. De corazón lo digo, ya no sé cuándo y por qué un árbitro de este Mundial va a pitar una falta, justa o supuesta.
La FIFA no aprueba revisar el video cuando la decisión arbitral es del todo polémica, pero algo tendrán que hacer quienes dirigen el fútbol mundial, porque en Sudáfrica, de la misma manera en que los aguaceros se hacen cotidianos, el asunto de los fallos en el arbitraje ya hace que llueva sobre lo mojado. Y si alguien lo duda, que revise la prensa internacional para que vea en las páginas deportivas y hasta en primera plana los más fuertes epítetos de la historia.
Etiquetas: Deporte, fútbol, Copa del Mundo, Sudáfrica, arbitraje, evento, FIFA
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