Este tercer domingo de junio vuelve a rendirse homenaje a nuestros progenitores: Es el Día de los Padres, pero tú, viejo querido, tú que siempre estás conmigo, tienes mi permanente cariño y respeto, cada minuto de mi existencia.
Mi padre, Juan Batista, fallecido el 6 de diciembre de 1984, desapareció físicamente, pero su ejemplo de hombre bueno, de guía extraordinario, de persona cuya actitud ante la vida le hizo ganar el cariño y el respeto de la familia, los vecinos y de toda una ciudad a la que amó entrañablemente, al igual que a su Patria, como digno heredero de integrante del Ejército Libertador en las guerras con España, Emilio Batista Hernández.
A ti, papi, te agradezco tus consejos sobre cómo debe ser el comportamiento ante la vida, la seriedad en cada tarea, la necesidad de superarse para enfrentar con más certeza su papel en la sociedad, respetar para que te respeten. De ti aprendí a comportarme ante las situaciones de la existencia, a ser severo cuando sea necesario y a ser dulce y conciliador si es lo más correcto en un momento dado.
Hombre sano y fuerte, practico el deporte del béisbol en el cual brilló de lanzador y jardinero hasta más allá de las cuatro décadas de existencia. Y gran amante de la naturaleza, fue cazador y pescador casi hasta sus últimos días, actividades en las cuales constantemente se hacía acompañar de mi madre y de todos sus hijos, seis en total, incluida mi única hermana, Blanca.
Nunca lo escuché hablar alto, o proferir palabras obscenas, jamás conocí de una discusión con mi madre y cuando un día le pregunté al respecto, esbozó una sonrisa y me dijo: “todos los matrimonios tienen sus desavenencias, pero eso lo resolvemos después de irnos a la cama y en voz baja, para no enterarlos a ustedes. Así debe ser.
Por eso, papi, tú que además de padre, fuiste para tus hijos el mejor amigo, el homenaje que en una fecha como hoy se hace tradicional, lo recibes de manera permanente, todos los días. ¿Cómo? Haciendo en cada momento lo que tú harías y sobre todo manteniendo el amor hacia la familia, nuestra madre, nuestros hijos, la Revolución que ayudaste a consolidar y a la Patria.
Hoy siento el orgullo de que seguí tu ejemplo en la crianza de mis hijos y por eso donde quiera que estés verás con satisfacción que tus tesoros, como llamabas a mis Norge y Noyde, son profesionales reconocidos en su país, el primero en su condición de cantautor de la nueva trova y el segundo, de especialista de primer grado en Oncologia, en el hospital Hermanos Ameijeiras, de la capital.
Ellos también siguieron el ejemplo que me inculcaste y por eso, tanto tú, mi viejo querido, como yo, somos portadores de una gran fortuna, de la riqueza incalculable de tener hijos de tanta calidad humana y profesional.
Gracias, papi. No te tengo físicamente, pero siempre estás a mi lado, alentándome, guiándome; siento tu brazo fuerte sobre mi hombro y escucho tu voz cálida y firme con el consejo preciso para seguir adelante por el buen camino, por el que me trazaste desde que comencé a andar.
Por eso, mi viejo del alma, aunque hace ya casi 26 años que te perdí físicamente, hoy estoy feliz de tenerte siempre conmigo, de sentir el orgullo y la satisfacción de que ni yo, ni mis hermanos, ni mis hijos, te hemos fallado y juro que no te fallaremos nunca. Para ti, papi, el más sublime de los besos en este Día de los Padres.
Mi padre, Juan Batista, fallecido el 6 de diciembre de 1984, desapareció físicamente, pero su ejemplo de hombre bueno, de guía extraordinario, de persona cuya actitud ante la vida le hizo ganar el cariño y el respeto de la familia, los vecinos y de toda una ciudad a la que amó entrañablemente, al igual que a su Patria, como digno heredero de integrante del Ejército Libertador en las guerras con España, Emilio Batista Hernández.
A ti, papi, te agradezco tus consejos sobre cómo debe ser el comportamiento ante la vida, la seriedad en cada tarea, la necesidad de superarse para enfrentar con más certeza su papel en la sociedad, respetar para que te respeten. De ti aprendí a comportarme ante las situaciones de la existencia, a ser severo cuando sea necesario y a ser dulce y conciliador si es lo más correcto en un momento dado.
Hombre sano y fuerte, practico el deporte del béisbol en el cual brilló de lanzador y jardinero hasta más allá de las cuatro décadas de existencia. Y gran amante de la naturaleza, fue cazador y pescador casi hasta sus últimos días, actividades en las cuales constantemente se hacía acompañar de mi madre y de todos sus hijos, seis en total, incluida mi única hermana, Blanca.
Nunca lo escuché hablar alto, o proferir palabras obscenas, jamás conocí de una discusión con mi madre y cuando un día le pregunté al respecto, esbozó una sonrisa y me dijo: “todos los matrimonios tienen sus desavenencias, pero eso lo resolvemos después de irnos a la cama y en voz baja, para no enterarlos a ustedes. Así debe ser.
Por eso, papi, tú que además de padre, fuiste para tus hijos el mejor amigo, el homenaje que en una fecha como hoy se hace tradicional, lo recibes de manera permanente, todos los días. ¿Cómo? Haciendo en cada momento lo que tú harías y sobre todo manteniendo el amor hacia la familia, nuestra madre, nuestros hijos, la Revolución que ayudaste a consolidar y a la Patria.
Hoy siento el orgullo de que seguí tu ejemplo en la crianza de mis hijos y por eso donde quiera que estés verás con satisfacción que tus tesoros, como llamabas a mis Norge y Noyde, son profesionales reconocidos en su país, el primero en su condición de cantautor de la nueva trova y el segundo, de especialista de primer grado en Oncologia, en el hospital Hermanos Ameijeiras, de la capital.
Ellos también siguieron el ejemplo que me inculcaste y por eso, tanto tú, mi viejo querido, como yo, somos portadores de una gran fortuna, de la riqueza incalculable de tener hijos de tanta calidad humana y profesional.
Gracias, papi. No te tengo físicamente, pero siempre estás a mi lado, alentándome, guiándome; siento tu brazo fuerte sobre mi hombro y escucho tu voz cálida y firme con el consejo preciso para seguir adelante por el buen camino, por el que me trazaste desde que comencé a andar.
Por eso, mi viejo del alma, aunque hace ya casi 26 años que te perdí físicamente, hoy estoy feliz de tenerte siempre conmigo, de sentir el orgullo y la satisfacción de que ni yo, ni mis hermanos, ni mis hijos, te hemos fallado y juro que no te fallaremos nunca. Para ti, papi, el más sublime de los besos en este Día de los Padres.
Etiquetas: Día de los Padres, familia, hijos, hermanos
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