sábado, junio 14, 2008

Después de 163 años
En alto el machete redentor
Antonio Maceo Grajales, El Titán de Bronce, quien con 23 años fue de los primeros en secundar, junto a su padre y hermanos; el inicio de la guerra contra España por Carlos Manuel de Céspedes en La Demajagua; ha estado presente con su ejemplo en las luchas del pueblo cubano y hoy, a 163 años de su natalicio, cabalga por nuestros campos, erguido y con el machete en alto.
El 14 de junio de 1845, vino al mundo quien fuera con los años el más destacado de los vástagos del matrimonio formado por el venezolano Marcos Maceo y la humilde negra criolla Mariana Grajales, familia de acendrado patriotismo, en la cual se forjaron verdaderos leones, curtidos en la manigua redentora.
Desde muy joven Antonio, como toda la familia, puso de manifiesto su inconformidad ante el dominio de España sobre la Isla y ya en 1864, con 19 años de edad, fue presentado en la Logia Oriente, de Santiago de Cuba, donde se conspiraba y prevalecían las ideas independentistas.
Es por esta convicción patriótica que participa en la fundación de la llamada Junta de Majaguabo. Y el 12 de octubre de 1868, desde una reunión familiar, se alza en armas contra el régimen español, acompañado de su progenitor y de sus hermanos José y Justo.
Fuerte, decidido, siempre al frente en el combate, en poco tiempo es ascendido a ayudante de Máximo Gómez, hasta que se destaca en la zona de Las Villas, donde alcanzó el cariño y el respeto de sus subordinados.
Durante la campaña obtuvo brillantes victorias sobre las fuerzas coloniales como en la loma de La galleta, La indiana, Chaparra, Zarzal, Báguanos, Manzanillo, Mojacasabe, Mangos de Mejías (donde recibió nueve balazos), San Ulpiano, Los llanados de Juan Criollo y la célebre Batalla de Las Guásimas; tras lo cual mereció el rango de Mayor General.
La figura de Antonio Maceo se agigantó ante sus enemigos y el mundo entero, cuando se enfrentó de manera viril al denigrante Pacto del Zanjón, consecuencia de las divisiones internas dentro del Ejército Libertador tras 10 largos años de combate sin tregua frente a las numerosas y bien pertrechadas fuerzas colonialistas.
Sobre aquel hecho de intransigencia revolucionaria en la que El Titán de Bronce dejó bien claro ante el mismísimo Arsenio Martínez Campos que la lucha no se detendría hasta obtener la independencia; José Martí escribió: “Tengo ante mis ojos la Protesta de Baraguá, que es de lo más glorioso de nuestra historia”.
Las condiciones adversas de la lucha obligaron definitivamente a una tregua y Maceo debió marchar al exilio. Desde el exterior estuvo al tanto de la preparación de lo que se conoció como la Guerra Chiquita; pero el fracaso lo llevó a un largo peregrinar por tierras de Estados Unidos y otros países de América, hasta que se estableció en Costa Rica.
El 5 de febrero de 1890, después de haber contactado con Martí que contaba con él para desarrollar la Guerra Necesaria; las autoridades españolas lo autorizaron a viajar a La Habana, donde permanece hasta el 25 de julio, cuando se traslada a Santiago de Cuba.
En su ciudad natal, Maceo es invitado a un banquete, celebrado el día 29 en el hotel Venus y ante manifestaciones de corte anexionista, se `pronuncia enérgicamente en contra de que Cuba llegara a figurar como una estrella de la gran constelación americana.
Enteradas las autoridades coloniales de las actividades de Maceo encaminadas a una reanudación de la lucha por la independencia, el Capitán General Polavieja lo expulsa de Cuba y el 30 de agosto del propio año 1890 debió embarcar para Nueva York.
De regreso a Costa Rica, fue visitado dos veces por José Martí y el 10 de noviembre de 1894 es herido por la espalda a la salida del teatro Variedades, de San José, en un fallido intento de asesinato, fraguado por el cónsul español.
Luego de la reanudación de la guerra, el 24 de febrero de 1895 y en cumplimiento de su sagrado deber para con la Patria, desembarca por Duaba el primero de abril.
Trazada la estrategia de la guerra en la reunión de La Mejorana y luego de la infausta caída de José Martí en Dos Ríos, Maceo emprende su gran hazaña militar, la invasión. En una marcha extraordinaria en la cual libró más de 100 combates, llegó hasta los confines de Pinar del Río.
El 7 de diciembre de 1896, acampado en San Pedro de Punta Brava, paraje relativamente cercano a La Habana, Maceo libra su postrer combate y cuando cae abatido por las balas españolas, su cuerpo estaba marcado por 24 cicatrices. Desapareció físicamente para eternizarse en el corazón de la Patria agradecida.
Hoy, cuando el pueblo cubano lucha espartanamente frente a la creciente agresividad del mismo enemigo que él identificó en su momento histórico, su ejemplo de patriotismo sin límites, sirve de acicate para seguir adelante. Y, ante la voracidad de los enemigos de la humanidad, es preciso recordar aquella frase inmortal del legendario Titán de Bronce:
“Quien intente apropiarse a Cuba recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha”.
Fuente
-Varios artículos de la prensa cubana publicados en internet

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