La historia se repite una y otra vez desde los albores de la humanidad: los poderosos asesinan en nombre de la libertad y de la democracia para “proteger” a la población civil de los países que no se pliegan a sus designios, gobernados por supuestos dictadores. ¡Qué ironía!
Lo que está ocurriendo en Libia es más de lo mismo. Desde la época del saqueo de las metrópolis a sus colonias, se asesina a poblaciones enteras de las llamadas “razas inferiores”, los sobrevivientes son obligados a acatar las imposiciones de quienes les arrancaron todo lo que les pertenecía, hasta su dignidad y algo peor, aceptarlo como un acto de “justicia”.
Los organismos internacionales, comenzando por Naciones Unidas se han encargado de eternizar este inconcebible atropello a la soberanía de los estados, al aceptar como válida toda acción encaminada a proteger los intereses de las grandes potencias y condenar el más mínimo intento de las naciones del Tercer Mundo de preservar los derechos que les asisten.
Una prueba de la histórica impunidad de los enemigos de la humanidad es que, las acciones criminales lanzadas contra el pueblo libio, responden a los mismos argumentos mentirosos de siempre y son protagonizadas por los agresores de siempre, esos que son responsables de todas las guerras conocidas.
Mentiras y engañosos tratados utilizó Estados Unidos para robarle más de la mitad del territorio a México, precisamente en la zona donde había riquezas en oro y petróleo, después de haber exterminado salvajemente a las tribus pieles rojas que las habitaban desde antes de la llegada de los primeros colonos ingleses.
Por intereses económicos, estratégicos y geopolíticos, propició la separación del territorio colombiano, de la provincia de Panamá, con el objetivo de negociar con las nuevas autoridades el tratado para la construcción del Canal de Panamá.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de Estados Unidos coqueteó con los dos bloques beligerantes para lograr lo más conveniente a sus intereses hegemonistas. Al final y con su economía intacta, sin la secuela de un conflicto ocurrido a miles de kilómetros de sus fronteras, emergió de principal potencia del Planeta.
Los norteamericanos no se ruborizaron en mostrarle al mundo sus intenciones de ser el amo, por lo que hicieron explotar dos bombas atómicas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagazaki donde segaron la vida de cientos de miles de civiles indefensos; una macabra advertencia a quienes se atrevieran a desafiarlos.
Desde siempre, Estados Unidos y las principales potencias de la rancia Europa, convertidas en sus aliadas incondicionales agrupadas en la OTAN, han agredido indiscriminadamente a todo país que no acepte la política neocolonial de dominación y saqueo bajo el manto de una falsa democracia
No es casual que desde el siglo 19, Simón Bolívar sentenciara que Estados Unidos parecía destinado a plagar a América de miserias en nombre de la democracia y que nuestro José Martí se refiriera a aquel país como “el norte revuelto y brutal que nos desprecia”, porque “viví en el monstruo y le conozco las entrañas”
Los ilusos que hoy sufren las consecuencias de escuchar sus falsas promesas hasta llegar a acuerdos como los que hoy hicieron perder a Libia más de 200 mil millones de dólares congelados en bancos yanquis y de Europa, les recuerdo que desde principios de la década del 60, el Guerrillero Heroico Ernesto Che Guevara, dijo que en Estados Unidos no se puede confiar “ni tantito así, ¡nada!”
Y si la barbarie es tan evidente, si la historia acusa a los mismos agresores de ayer, de hoy y de siempre, ¿cuánto deben esperar los pueblos por la condena a los confesos criminales que, a esta hora, asesinan a los civiles libios que, supuestamente intentan “proteger de la dictadura de Gadafi”?
Hasta ahora solo he visto tibias declaraciones. La Liga Árabe dice y contradice acerca de si la zona de exclusión aérea no debe incluir los bombardeos contra las ciudades libias, especialmente Trípoli, la capital y otros gobiernos, que se abstuvieron en el Consejo de Seguridad, deploran las bajas civiles por la agresión, cuando una y otros, propiciaron con su posición, que el hecho se consumara.
Lo concreto es que no hay justicia en este mundo. Los ricos y poderosos, los saqueadores y criminales a través de la historia, crearon los mecanismos de poder, condicionaron los organismos internacionales a la protección de sus intereses y los demás, la mayoría, tendrá que atenerse a las consecuencias. ¡Qué asco de Planeta!
Lo que está ocurriendo en Libia es más de lo mismo. Desde la época del saqueo de las metrópolis a sus colonias, se asesina a poblaciones enteras de las llamadas “razas inferiores”, los sobrevivientes son obligados a acatar las imposiciones de quienes les arrancaron todo lo que les pertenecía, hasta su dignidad y algo peor, aceptarlo como un acto de “justicia”.
Los organismos internacionales, comenzando por Naciones Unidas se han encargado de eternizar este inconcebible atropello a la soberanía de los estados, al aceptar como válida toda acción encaminada a proteger los intereses de las grandes potencias y condenar el más mínimo intento de las naciones del Tercer Mundo de preservar los derechos que les asisten.
Una prueba de la histórica impunidad de los enemigos de la humanidad es que, las acciones criminales lanzadas contra el pueblo libio, responden a los mismos argumentos mentirosos de siempre y son protagonizadas por los agresores de siempre, esos que son responsables de todas las guerras conocidas.
Mentiras y engañosos tratados utilizó Estados Unidos para robarle más de la mitad del territorio a México, precisamente en la zona donde había riquezas en oro y petróleo, después de haber exterminado salvajemente a las tribus pieles rojas que las habitaban desde antes de la llegada de los primeros colonos ingleses.
Por intereses económicos, estratégicos y geopolíticos, propició la separación del territorio colombiano, de la provincia de Panamá, con el objetivo de negociar con las nuevas autoridades el tratado para la construcción del Canal de Panamá.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de Estados Unidos coqueteó con los dos bloques beligerantes para lograr lo más conveniente a sus intereses hegemonistas. Al final y con su economía intacta, sin la secuela de un conflicto ocurrido a miles de kilómetros de sus fronteras, emergió de principal potencia del Planeta.
Los norteamericanos no se ruborizaron en mostrarle al mundo sus intenciones de ser el amo, por lo que hicieron explotar dos bombas atómicas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagazaki donde segaron la vida de cientos de miles de civiles indefensos; una macabra advertencia a quienes se atrevieran a desafiarlos.
Desde siempre, Estados Unidos y las principales potencias de la rancia Europa, convertidas en sus aliadas incondicionales agrupadas en la OTAN, han agredido indiscriminadamente a todo país que no acepte la política neocolonial de dominación y saqueo bajo el manto de una falsa democracia
No es casual que desde el siglo 19, Simón Bolívar sentenciara que Estados Unidos parecía destinado a plagar a América de miserias en nombre de la democracia y que nuestro José Martí se refiriera a aquel país como “el norte revuelto y brutal que nos desprecia”, porque “viví en el monstruo y le conozco las entrañas”
Los ilusos que hoy sufren las consecuencias de escuchar sus falsas promesas hasta llegar a acuerdos como los que hoy hicieron perder a Libia más de 200 mil millones de dólares congelados en bancos yanquis y de Europa, les recuerdo que desde principios de la década del 60, el Guerrillero Heroico Ernesto Che Guevara, dijo que en Estados Unidos no se puede confiar “ni tantito así, ¡nada!”
Y si la barbarie es tan evidente, si la historia acusa a los mismos agresores de ayer, de hoy y de siempre, ¿cuánto deben esperar los pueblos por la condena a los confesos criminales que, a esta hora, asesinan a los civiles libios que, supuestamente intentan “proteger de la dictadura de Gadafi”?
Hasta ahora solo he visto tibias declaraciones. La Liga Árabe dice y contradice acerca de si la zona de exclusión aérea no debe incluir los bombardeos contra las ciudades libias, especialmente Trípoli, la capital y otros gobiernos, que se abstuvieron en el Consejo de Seguridad, deploran las bajas civiles por la agresión, cuando una y otros, propiciaron con su posición, que el hecho se consumara.
Lo concreto es que no hay justicia en este mundo. Los ricos y poderosos, los saqueadores y criminales a través de la historia, crearon los mecanismos de poder, condicionaron los organismos internacionales a la protección de sus intereses y los demás, la mayoría, tendrá que atenerse a las consecuencias. ¡Qué asco de Planeta!
Etiquetas: Injusticia, la ley de los poderosos, asesinos de siempre, cientos de bajas civiles en Libia, mentirosos y saqueadores de la historia, organismos internacionales al servicio de las grandes potencias, guerras prefabricadas, ni uns sola condena contra los criminales verdaderos
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