En Cuba
La Olimpíada desde casa
Por Zucel de la Peña Mora
Después de cuatro años vuelve a ser la pasión olímpica el centro del universo. Para los deportistas, atrás quedan los intentos, los esfuerzos, el propósito de hacerlo mejor cada día. Es ahora o nunca. Los nervios y la voluntad toman la palabra, y los aficionados se disponen a vivir el festín.
En esta valiente Isla del Caribe, estaremos los cubanos pendientes de cada paso de los nuestros, deseando romper todas las leyes de la física, para unir, en tiempo real, nuestra fuerza a la de ellos; conjugar certezas de triunfos y volverlos, sencilla y fantásticamente, invencibles.
Habrá quien dividirá su cuerpo en cabeza, tronco, extremidades y ojeras; comerá con la radio al lado, o frente al televisor; se confundirá en su rostro el sudor veraniego con las lágrimas por el podio pintado de cubano, o con esas que brotan preñadas de dolor cuando las cosas no salen tan bien. Tengo un amigo que perderá más de una uña dominado por la ansiedad, ya alista un sillón muy cómodo para evitar los dolores en la columna y no me sorprendería que colgara en la puerta de su casa: “Estoy en las Olimpíadas, no moleste.”
Mi hermano pidió sus vacaciones para no perderse el más insignificante detalle, habla tanto de ello, que creo se propone hacer una bitácora del evento. Ayer sorprendí a mi mamá copiando los vaticinios de las revistas internacionales, publicados en la prensa nacional. “Haber en cuántos aciertan” -me dice.
En los días de Beijing en Cuba lloverá, en vez de agua, pronósticos; y los “yo sabía que lo iba a lograr”, “es una terrible”, “qué bárbaro” estremecerán como centellas a disímiles hogares. Las novelas cogerán vacaciones y el que no sabe de deportes aprenderá o se queda loco.
Dolerá la derrota, pero reconoceremos la dignidad de los que nacieron en tierra martiana, frutos de la Revolución de Enero de 1959, altos exponentes del deporte amateur. Las jornadas se irán sin dar crédito al tiempo y la milenaria cultura china nos hablará cerca, al oído, ganándose la mejor vereda de nuestra admiración.
¿Qué pasará en la noche inaugural? Eso se lo preguntan los cubanos y los otros millones de terrícolas. Por acá, la imaginación dispone de dragones y de la seguridad de que solo sabemos que no sabemos nada de lo que realmente allí sucederá. Y esa incertidumbre, asegura que si no los 11, por los menos 10, 99 millones de los hijos de este Verde Caimán, estarán más tiesos que una vela, este 8 de agosto, a las 8:08 p.m. hora china, (aquí 8 de agosto, 8:08 a.m.), con los brazos abiertos al asombro, sabiendo que allí también brillará nuestra Enseña Nacional, con ese fulgor que solo tiene, una patria libre y soberana, con temple para repartir.
(Tomado de la edición digital del periódico 26, Las Tunas, Cuba)
Después de cuatro años vuelve a ser la pasión olímpica el centro del universo. Para los deportistas, atrás quedan los intentos, los esfuerzos, el propósito de hacerlo mejor cada día. Es ahora o nunca. Los nervios y la voluntad toman la palabra, y los aficionados se disponen a vivir el festín.
En esta valiente Isla del Caribe, estaremos los cubanos pendientes de cada paso de los nuestros, deseando romper todas las leyes de la física, para unir, en tiempo real, nuestra fuerza a la de ellos; conjugar certezas de triunfos y volverlos, sencilla y fantásticamente, invencibles.
Habrá quien dividirá su cuerpo en cabeza, tronco, extremidades y ojeras; comerá con la radio al lado, o frente al televisor; se confundirá en su rostro el sudor veraniego con las lágrimas por el podio pintado de cubano, o con esas que brotan preñadas de dolor cuando las cosas no salen tan bien. Tengo un amigo que perderá más de una uña dominado por la ansiedad, ya alista un sillón muy cómodo para evitar los dolores en la columna y no me sorprendería que colgara en la puerta de su casa: “Estoy en las Olimpíadas, no moleste.”
Mi hermano pidió sus vacaciones para no perderse el más insignificante detalle, habla tanto de ello, que creo se propone hacer una bitácora del evento. Ayer sorprendí a mi mamá copiando los vaticinios de las revistas internacionales, publicados en la prensa nacional. “Haber en cuántos aciertan” -me dice.
En los días de Beijing en Cuba lloverá, en vez de agua, pronósticos; y los “yo sabía que lo iba a lograr”, “es una terrible”, “qué bárbaro” estremecerán como centellas a disímiles hogares. Las novelas cogerán vacaciones y el que no sabe de deportes aprenderá o se queda loco.
Dolerá la derrota, pero reconoceremos la dignidad de los que nacieron en tierra martiana, frutos de la Revolución de Enero de 1959, altos exponentes del deporte amateur. Las jornadas se irán sin dar crédito al tiempo y la milenaria cultura china nos hablará cerca, al oído, ganándose la mejor vereda de nuestra admiración.
¿Qué pasará en la noche inaugural? Eso se lo preguntan los cubanos y los otros millones de terrícolas. Por acá, la imaginación dispone de dragones y de la seguridad de que solo sabemos que no sabemos nada de lo que realmente allí sucederá. Y esa incertidumbre, asegura que si no los 11, por los menos 10, 99 millones de los hijos de este Verde Caimán, estarán más tiesos que una vela, este 8 de agosto, a las 8:08 p.m. hora china, (aquí 8 de agosto, 8:08 a.m.), con los brazos abiertos al asombro, sabiendo que allí también brillará nuestra Enseña Nacional, con ese fulgor que solo tiene, una patria libre y soberana, con temple para repartir.
(Tomado de la edición digital del periódico 26, Las Tunas, Cuba)
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