Después de 52 años
Los mártires viven en la obra del pueblo
Los abominables crímenes cometidos por las hordas asesinas del tirano Fulgencio Batista se cuentan por miles, pero los orientales y, especialmente holguineros y tuneros, no olvidarán jamás aquel macabro festín de las bestias encabezadas por el carnicero Fermín Cowley, conocido en la historia como Las pascuas sangrientas.
El desembarco del Granma, aquel luminoso 2 de diciembre de 1956 y el posterior internamiento en los firmes de la Sierra Maestra del pequeño grupo que, encabezado por Fidel se reunió en Cinco Palmas; provocó la rabia de la cúpula batistiana que, en feroz represalia, persiguió con saña a los revolucionarios más activos del norte de Oriente.
Fresco todavía en la memoria de los enemigos del pueblo, el audaz levantamiento del 30 de noviembre en Santiago de Cuba; Batista decidió “dar un escarmiento” y dio la orden personalmente al coronel Fermín Cowley, jefe del regimiento militar número siete, con sede en la ciudad de Holguín.
El 25 de diciembre y como verdaderos perros de presa, los soldados se lanzaron a la caza de los hombres que sabían dispuestos a darle todo el apoyo a la guerrilla de la Sierra, Fueron 23 las víctimas de la feroz represión ejecutada en Holguín y la entonces pequeña ciudad de Victoria de Las Tunas.
Ocho revolucionarios del territorio que ocupa la actual provincia de Las Tunas, pagaron con la vida sus ansias de libertad y de justicia; Pelayo Cusidó, Manuel Aquiles Espinosa, Ramón Téllez, Héctor Infante, Alejo Tomás, Luis Sera, Ángel Valerio Consuegra y Enrique Casals.
Todos ellos enfrentaron con valentía a Batista y sus secuaces desde el mismo 10 de marzo de 1952 cuando perpetraron el artero golpe de estado que mutiló las pocas libertades públicas permitidas en una falsa democracia, con lo cual creció la entrega absoluta al amo yanqui.
En el momento en que fueron detenidos, torturados bárbaramente y asesinados, Pelayo Cusidó y Aquiles Espinosa, encabezaban un grupo de jóvenes que se preparaban para, en pocos días, partir hacia las montañas con armas y parque e incorporarse al naciente Ejército Rebelde.
Cowley, el vil asesino, no tardó en ser ajusticiado por un comando del Movimiento 26 de Julio en pleno corazón de la ciudad de Holguín y la creciente revolucionaria no se detuvo hasta barrer definitivamente a quienes traicionaron la prédica y el ejemplo de José Martí y el resto de los padres fundadores de la Patria libre y soberana que defendemos hoy.
Que nadie lo dude, los hermanos masacrados en aquellas llamadas Pascuas sangrientas; están aquí, viven y trabajan junto a su pueblo, nos inspiran en la pelea cotidiana contra los enemigos de siempre, convencidos de que sus sueños se hicieron realidad.
Los mártires viven en la obra del pueblo
Los abominables crímenes cometidos por las hordas asesinas del tirano Fulgencio Batista se cuentan por miles, pero los orientales y, especialmente holguineros y tuneros, no olvidarán jamás aquel macabro festín de las bestias encabezadas por el carnicero Fermín Cowley, conocido en la historia como Las pascuas sangrientas.
El desembarco del Granma, aquel luminoso 2 de diciembre de 1956 y el posterior internamiento en los firmes de la Sierra Maestra del pequeño grupo que, encabezado por Fidel se reunió en Cinco Palmas; provocó la rabia de la cúpula batistiana que, en feroz represalia, persiguió con saña a los revolucionarios más activos del norte de Oriente.
Fresco todavía en la memoria de los enemigos del pueblo, el audaz levantamiento del 30 de noviembre en Santiago de Cuba; Batista decidió “dar un escarmiento” y dio la orden personalmente al coronel Fermín Cowley, jefe del regimiento militar número siete, con sede en la ciudad de Holguín.
El 25 de diciembre y como verdaderos perros de presa, los soldados se lanzaron a la caza de los hombres que sabían dispuestos a darle todo el apoyo a la guerrilla de la Sierra, Fueron 23 las víctimas de la feroz represión ejecutada en Holguín y la entonces pequeña ciudad de Victoria de Las Tunas.
Ocho revolucionarios del territorio que ocupa la actual provincia de Las Tunas, pagaron con la vida sus ansias de libertad y de justicia; Pelayo Cusidó, Manuel Aquiles Espinosa, Ramón Téllez, Héctor Infante, Alejo Tomás, Luis Sera, Ángel Valerio Consuegra y Enrique Casals.
Todos ellos enfrentaron con valentía a Batista y sus secuaces desde el mismo 10 de marzo de 1952 cuando perpetraron el artero golpe de estado que mutiló las pocas libertades públicas permitidas en una falsa democracia, con lo cual creció la entrega absoluta al amo yanqui.
En el momento en que fueron detenidos, torturados bárbaramente y asesinados, Pelayo Cusidó y Aquiles Espinosa, encabezaban un grupo de jóvenes que se preparaban para, en pocos días, partir hacia las montañas con armas y parque e incorporarse al naciente Ejército Rebelde.
Cowley, el vil asesino, no tardó en ser ajusticiado por un comando del Movimiento 26 de Julio en pleno corazón de la ciudad de Holguín y la creciente revolucionaria no se detuvo hasta barrer definitivamente a quienes traicionaron la prédica y el ejemplo de José Martí y el resto de los padres fundadores de la Patria libre y soberana que defendemos hoy.
Que nadie lo dude, los hermanos masacrados en aquellas llamadas Pascuas sangrientas; están aquí, viven y trabajan junto a su pueblo, nos inspiran en la pelea cotidiana contra los enemigos de siempre, convencidos de que sus sueños se hicieron realidad.
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