sábado, noviembre 08, 2008

El azote de “Paloma”
Infeliz coincidencia
Las Tunas, Cuba (8 de noviembre).- El azar es un elemento que pende sobre la vida del ser humano como la mítica Espada de Damocles. Y así es como la entrada a Cuba del huracán Paloma provoca una infeliz coincidencia: tocará tierra cubana el domingo 9 de noviembre por un punto relativamente cercano a Santa Cruz del Sur, Camagüey, casi por el mismo lugar que lo hizo el ciclón de 1932, el cual provocó una penetración del mar que arrasó con esa población costera.
Aquel fatal acontecimiento viene a la mente de los más viejos y hace temblar a los adultos de mi generación y hasta a un segmento más joven que, por referencia de nuestros mayores, conocimos de los embates de aquel meteoro que le costó la vida a la gran mayoría de los habitantes de Santa Cruz del Sur, sobre todo por la indolencia de las autoridades que no enviaron a tiempo los recursos de transporte para evacuarlos.
Vale recordar aquel triste suceso, porque así los cubanos de hoy podemos valorar, en toda su grandeza humana, la obra de esta Revolución que no abandona a su pueblo en ninguna circunstancia como lo demuestra el hecho de la inmediata evacuación de las personas residentes en zonas de peligro y las ínfimas pérdidas humanas, pese a la fuerza inusitada de fenómenos como los recientes Gustav e Ike.
La parte occidental de la actual provincia de Las Tunas sufrió los embates de aquel meteoro que, sin la fuerza de Ike y Paloma, dejó una importante secuela en daños materiales y pérdida de vidas humanas.
En el sector deportivo, por ejemplo, aquel huracán destruyó el primer estadio de pelota en la historia de Las Tunas, la llamada Glorieta San Carlos, cercada de costaneras y con una pequeña grada de cinc, construída en 1928 en un terreno donado por el norteamericano Charles Milligan, exactamente en la esquina donde hoy se ubica el establecimiento gastronómico La Blanquita, del reparto Buenavista.
Por supuesto, el estadio quedó destrozado y no hubo, como sucede ahora, el esfuerzo estatal para recuperarlo. Las Tunas se quedó sin esa necesaria instalación y volvió a tener una a finales de la década del 30, cuando el comerciante José (El Colorao) Vidal, costeó la del reparto Santo Domingo en fecha no precisada del año 1938.
Hoy, nuestras instalaciones deportivas al igual que todas las de la provincia y el país, se protegen para que los daños sean los menos posibles y cuando el huracán haya pasado, de inmediato, y como verdaderas abejas en un panal, los hombres y mujeres del pueblo, con los recursos aportados por el estado revolucionario; volverán a la carga para recuperar lo perdido y seguir adelante en la construcción de nuestro socialismo.
El desastre de Santa Cruz del Sur, aquel nefasto 9 de noviembre de 1932, no se repetirá jamás. En Cuba hay una Revolución de verdad y nuestra realidad, la que permite al pueblo vivir en una sociedad plena de justicia; es ideal para que las nuevas generaciones, al informarse sobre aquellos acontecimientos, puedan comparar.

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